Koan se sujetó el puente de la nariz y soltó un profundo suspiro.
—La acabaré si tengo que verla otra vez.
—Tendrás que pasar por mí primero. Ella es mi Luna, así que ahora es mi responsabilidad.
—DEJA de llamarla tu Luna. Ni siquiera le he dado la marca de compañera y eso solo será posible si tú me haces clavar mis dientes en su cuello y ambos sabemos que eso nunca va a suceder.
—No creo que eso sea necesario. Lo harás voluntariamente sin ningún tipo de presión de mi parte ni de nadie.
Koan se burló y terminó la llamada.
Sabía que Raiden, cuando decidía algo, nunca cambiaba de opinión. Convencerlo de no llevar a Nancy a su Manada era como convencer a una montaña de moverse. Era inútil.
Raiden lanzó el teléfono a un lado y salió de la habitación. Afortunadamente para él, se encontró con la persona que justo quería ver.
Talia.
Ella caminaba de la mano con uno de los gemelos mientras el otro gemelo iba arrastrándose detrás de ellos.