Con pasos temerosos y lentos, se dirigía hacia la plataforma elevada donde estaban los tronos, fijándose en los otros pequeños tronos esculpidos a su izquierda.
—¿Era aquel el de su madre?
Tampoco dejó de notar lo difícil que resultaba para el rey mover las manos y otras partes de su cuerpo. Era como si estuviera pegado al trono.
Una vez que se acercó a la plataforma elevada, se detuvo, tomando respiraciones profundas antes de preguntar,
—Tengo tantas preguntas... —Parpadeó, las lágrimas cayendo amargamente por su rostro—. ¿Cómo es que sigo viva para empezar?
El corazón del hombre se estremeció de dolor al ver llorar a su amada hija. Quería abrazarla y limpiar sus lágrimas, pero no podía, y eso hacía que su ira hirviente se intensificara.
—Estás sufriendo... No solo lo veo, Fiona. Lo puedo sentir. Has sido traicionada por aquel que pensaste que nunca te haría daño.
Ella se burló.