El coche chirrió hasta detenerse, los neumáticos rodando sobre el césped durante los últimos segundos antes de parar.
Unos segundos después, un par de piernas se bajaron antes de moverse hacia atrás, abriéndolo.
Otro par de piernas se unieron a él en la parte trasera, saliendo del maletero.
Pronto Dora y Barton se les unieron, y allí se quedaron mirando a Daniel y Naomi, Dora con desinterés, Barton con curiosidad.
Los ojos de Dora lucían inyectados en sangre y oscuros, casi como si hubiera llorado recientemente, lo que había hecho. Había una mirada apagada en sus ojos, y ni siquiera le importaba que Barton la mirara desde su lado.
—¿Dónde diablos empezamos siquiera? No tenemos tiempo y la manada de la Piedra de Rubí aún está a algunas millas de distancia... —se detuvo a mitad de camino antes de girarse hacia Dora—. ¿O nos detenemos en...