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Chapter 3 - Capítulo 3: El Juego de las Sombras

Aiden caminaba ahora a través de un paisaje distorsionado, las figuras de los habitantes del mercado se desfiguraban como si fueran sombras diluidas por un fuego tenue. Las máscaras grotescas que antes eran rostros familiares ahora parecían moverse con voluntad propia, como si de alguna manera tuvieran vida. Las risas se transformaron en una cacofonía lejana, sus ecos flotando en el aire pesado, pero lo que más lo inquietaba era la sensación palpable de que algo o alguien lo observaba desde la oscuridad que se deslizaba entre las grietas de su percepción.

—Otra vez... —murmuró Aiden para sí, dejando escapar una risa tensa mientras ajustaba el cuchillo a su muñeca. El filo brillaba de manera extraña, como si tuviera una luz propia, opacada por la niebla que comenzaba a tomar forma a su alrededor.

Aiden ya no se sorprendía de estos episodios. Había aprendido a reconocerlos: las alucinaciones. El juego que su mente jugaba con él. Pero, en esta ocasión, algo se sentía mas molesto de lo normal. Algo en el aire, en la densidad del espacio, le decía que hoy habría una situación complicada que descifrar en todo esto, mas de lo que simplemente le dictaba a simple vista su mente.

Recorrió la calle vacía, cada paso resonando de manera extraña, como si el suelo absorbiera su presencia en lugar de devolverle el eco. De repente, el cuchillo, como si tuviera vida propia, comenzó a temblar levemente. Un extraño zumbido comenzó a llenar el aire, algo que no lograba identificar, pero que le erizaba la piel.

Fue entonces cuando lo vio: al final de la calle, una figura se recortaba contra la niebla que crecía, erguida y tranquila, observándolo en silencio. Su capa gris se movía suavemente con el viento, pero el rostro de la figura era una máscara imperturbable, indiferente, como si estuviera esperando que Aiden lo reconociera. Un escalofrío recorrió su espalda.

—Otra vez tú… —murmuró, sin querer admitir lo que intuía.

Los recuerdos se amontonaron en su mente, las personas que había visto mientras caminaba en el mercado, las sensaciones que había rechazado como fantasías en su mente. Pero esta vez… la quietud de la figura parecía real, inquebrantable. Aiden no sabía qué era, pero lo que sentía al observarlo era el mismo temor que le producía la presencia de los cultivadores que lo seguían. Los mismos fanáticos de la secta de la verdad que llevaban dos semanas tras él, observando cada uno de sus movimientos, como si estuvieran esperando algo de él.

Se giró rápidamente, buscando una salida, un resquicio en esta distorsionada realidad. Pero al hacerlo, vio algo que le heló la sangre: en las sombras que se proyectaban contra los puestos del mercado, nuevas figuras se asomaban, deslizándose como fantasmas, observando sin ser vistas. Había algo familiar en ellos, una sensación inquietante que no lograba identificar del todo.

Y entonces, un susurro lejano, como un eco arrastrado por el viento, alcanzó su oído. Un murmullo ininteligible que se tornó cada vez más claro.

—"¿Puedes escapar, Aiden?"

El nombre. De nuevo, sus alucinaciones lo pronunciaron como un eco, una señal de que esas personas, o mejor dicho, cultivadores que estaban en el mercado, lo estaba siguiendo, y no solo eso, sino que sabían exactamente lo que él estaba haciendo, mientras el no sabe nada de ellos.

Aiden se detuvo en seco, mirando a su alrededor, analizando las sombras. Los cultivadores de la secta de la verdad que siempre lo siguen no estaban tan lejos, y lo sabía. Podía sentirlos cerca, como si su presencia fuera el único ancla en esta distorsión. Pero, al mismo tiempo, había algo nuevo: los otros, los que se habían mostrado antes en el mercado, en la distancia. Ellos también lo miraban, o al menos eso sentía, con la misma intensidad, como si estuvieran observando sus movimientos con la misma fuerza.

—No puedo quedarme aquí —se dijo, comenzando a caminar hacia la figura de capa gris. Al acercarse, los susurros se intensificaron, volviendo las voces incomprensibles, pero ahora cargadas de una amenaza implícita.

Sabía que su mente no podía mantenerse mucho más tiempo en esta realidad alternativa, pero algo en su interior le decía que esta vez la alucinación no era solo información sin rumbo, sino un aviso.

—¿Quiénes son? —preguntó en voz baja, casi sin darse cuenta. Nadie le respondió, pero el aire a su alrededor se volvió más pesado. De repente, una nueva figura apareció de entre las sombras, deslizándose con una gracia inquietante.

—Sabes lo que tienen en mente, ¿verdad? —la voz era suave, como una melodía disonante, pero el mensaje estaba claro: los nuevos cultivadores que lo habían seguido no eran sus amigos. Eran sus enemigos. Su vida estaba en peligro, y su única esperanza de sobrevivir era abrazar la protección de el grupo de cultivadores de la seca de la verdad.

Aiden se detuvo ante el hombre de capa gris. El cuchillo en su muñeca comenzó a vibrar, como si el mismo filo pudiera sentir la presencia de la figura. El hombre levantó la cabeza lentamente, y aunque su rostro seguía oculto en la penumbra, Aiden sintió la certeza de que algo había cambiado para mal.

—¿Por qué están esos cultivadores aquí? —preguntó, sin saber si estaba hablando con su mente o con la realidad misma.

La respuesta llegó en forma de un susurro:

—Tendrás que adivinarlo, aunque probablemente ya tengas una idea.

Y entonces, el mercado volvió a desvanecerse, la niebla lo envolvió por completo, y Aiden comprendió que ya no estaba solo. Había dos grupos ahora, dos fuerzas, y su vida pendía de un hilo.

 

El mercado seguía su curso, lleno de vida y movimiento. La gente se apresuraba entre los puestos, sin prestar mucha atención a Aiden, quien derrepente caminaba mas distraído de lo normal con su cuchillo colgando, ya no saludaba de forma exagerada a sus conocidos, ni soltaba bromas sin sentido. Aun así, nadie sospechaba lo que realmente ocurría en su mente. Nadie notaba las distorsiones que Aiden experimentaba.

Una figura, oculta en la multitud, observaba a Aiden con atención. Era un hombre de túnica blanca, uno de los cultivadores que lo había seguido desde hacía semanas. Su nombre era Leif, y aunque sus ojos permanecían impasibles, su mente estaba alerta. Algo estaba mal con Aiden, algo que no podía explicarse con la lógica. Las señales eran evidentes: Aiden actuaba de manera aun mas extraña de lo normal, como si no estuviera completamente presente en el mundo.

Leif había sido enviado con la misión de vigilar a Aiden, para asegurarse de que no sufriera contratiempos antes de que se validara su entrada a la secta como santo niño de la Verdad. Sin embargo, las extrañas acciones de Aiden, sus constantes alucinaciones y esa inquietante tendencia a hablar con su cuchillo, le hacían cuestionar si su tarea era realmente tan simple. Proteger a esta "carga divina" resultaba ser más complicado de lo que había anticipado.

En ese día en particular, algo había cambiado, y no para bien. Leif había notado la presencia de otros cultivadores en el mercado. No formaban parte de su grupo, y su apariencia extraña y su actitud alerta no dejaban dudas: sus intenciones eran claras. Al observar más de cerca, Leif reconoció los símbolos de su secta. Aunque no entendía completamente por qué estaban allí, algo en su intuición le decía que la información había sido filtrada. Probablemente, esos cultivadores habían sido enviados tras la pista de Aiden, guiados hasta este mercado por un conocimiento que no debía haber llegado hasta ellos.

Leif observó de reojo a los otros cultivadores, que se mantenían a una distancia prudente. Estaban siguiendo a Aiden, pero sin hacer nada que llamara demasiado la atención. Algunos de ellos miraban hacia Aiden de manera furtiva, como si estuvieran esperando el mejor momento para atacar.

Aiden caminaba como si estuviera sumido en un mundo que solo él podía ver. Se detenía de vez en cuando, mirando al cielo, o hablando solo en voz baja. Leif podía ver que las distorsiones en la mente de Aiden se estaban intensificando. Algo no estaba bien, y la preocupación crecía en su interior.

De repente, Aiden pasó nuevamente frente a la tienda de amuletos. El anciano que, antes, había soltado lo que Leif consideraba tonterías, lo miró con calma, pero no fue una mirada común. Leif observó con más atención, notando cómo el anciano parecía emanar una extraña presencia, característica de los cultivadores del quinto estrato, similar a la de Ethan. Aiden fijó la mirada en el hombre, pero rápidamente se alejó sin decir una palabra. Atrapado en un ciclo de percepciones fragmentadas, Aiden no era consciente de la gravedad de la situación, pero Leif sabía que debía mantenerlo a la vista.

La atmósfera en el mercado había cambiado sutilmente. Había algo en el aire, una tensión palpable que flotaba sin ser expresada. Mientras Aiden avanzaba, Leif percibió claramente la presencia de otros cultivadores, probablemente del mismo estrato que él y los demás miembros de su equipo. Estos cultivadores se mezclaban con la multitud, observando al joven, el "loco" como lo llamaban algunos. No era una coincidencia. Algo más profundo, más peligroso, estaba ocurriendo en ese momento.

De pronto, Aiden se detuvo y giró sobre sí mismo, mirando hacia un punto indefinido, como si algo lo estuviera llamando. Su expresión mostraba desconcierto, como si intentara dar sentido a las visiones que su mente le ofrecía. Leif lo observó con atención, pero la inquietud que había sentido antes se intensificó. Había algo extraño en la forma en que Aiden interactuaba con el mundo, como si estuviera siguiendo un guion que solo él podía leer. Los demás cultivadores, aquellos que lo seguían como depredadores, no pertenecían a la secta de la Verdad, y sus intenciones no eran buenas. Leif sentía que algo estaba a punto de suceder, algo que seguramente pondría en riesgo su salario.

Aiden se detuvo abruptamente, como si un susurro lejano hubiera alcanzado lo más profundo de su mente. Sus ojos desenfocados eran una clara señal de que estaba al borde de perderse en su propio mundo. Pero Leif sabía que, a pesar de la locura que lo rodeaba, el joven no era completamente irracional. Había algo en él, algo que, desde la perspectiva de su secta, lo hacía util.

De repente, Aiden comenzó a caminar con pasos más firmes, como si hubiera tomado una decisión. Algo importante estaba por suceder, y Leif se preparó para lo que fuera necesario. Aiden podría estar al borde de caer en desgracia, pero aún quedaba algo que podía hacer para salvarlo... claro, antes de que Ethan llegara en el último momento para robarse el protagonismo.

Con un vistazo fugaz hacia los otros cultivadores, Leif soltó un suspiro profundo, cargado de resignación. Su mente se debatió entre el deber y la frustración, pero al final, dio un paso hacia adelante, consciente de que este día sería mucho más complicado de lo que había anticipado. "¿Qué haría yo sin este chico?", pensó irónicamente, sintiendo la carga de su responsabilidad. "Tejedor de la Causalidad, cuarto estrato, y aún así atrapado cuidando a una carga divina…"

El peso de las palabras lo recorrió como un escalofrío, pero no había tiempo para lamentarse. La situación exigía acción. Como cultivador del cuarto estrato, sabía que debía intervenir antes de que las circunstancias se descontrolaran, antes de que la vida de su protegido quedara comprometida en un juego que no entendía por completo.