Smallville Elementary School.
— ¿Por qué sigues comportándote con un bicho raro? — lana, su amiga de la infancia, le cuestionó tras haber llegado hacia la dirección de su amigo.
Lo observó allí, al lado del árbol, con la única diferencia que en lugar de estar en la sombra, se encontraba precisamente justo en el sol, volviéndose a solear una vez más. Su ropa siempre olía a planchada, al menos hacía unos años atrás.
Clark abrió los ojos para dirigirle la mirada, lana lang, amiga confidente de Superman y primer amor en los cómics. Su relación nunca llegó a nada debido a las inseguridades de Clark y sus poderes, pero en cambio hubo una relación de amistad muy profunda entre ambos.
En esta ocasión, las ensoñaciones románticas no habían surgido en clark. Era más que obvio para variar, no había absolutamente nada que buscar en una niña de 12 años. No tenía esos fetiches insípidos y desconcertantes, gracias.
Sin embargo, Clark tenia que reconocer que lana lang era una buena amiga que le ayudaba a defenderse cuando las cosas se ponían incómodas, como cuando los matones se agrupaban en manada con el objetivo de abrumar al chico más fuerte de la primera, él.
Podría ser un bicho raro, pero era el bicho más duro de la escuela.
El bullying que le molestaba en la esquina ya no lo hacía porque simplemente era el chico raro, todos habían llegado a un acuerdo tácito de tolerarlo, para limpiar la humillación de ser noqueados por rayitos de sol. Sin embargo, los niños se habían propuesto a superarlo de alguna manera u otra, pues no podían aceptar que un rarito rayitos de sol pudiera golpearlos hasta dejarlos morados sin que ellos pudieran hacer nada. Y lo peor era que también era un nerd.
Clark observó a la chica, su rostro demostró una falsa apatía que le hizo encogerse de hombros.
— se supone que tienes que ser tolerante conmigo, ¿Dónde está tu apoyo como amiga? — Clark le acusó, mientras ella se sentaba a su lado, en las sombras.
Lana aún no había llegado a la exagerada etapa de querer broncearse con el sol, una moda que todas las niñas estaban queriendo imitar de sus padres y aquellas celebridades de Hollywood en la televisión.
— podrías ayudarme, ya sabes, a descubrir el misterio que pasó años atrás, con aquellos meteoritos que cayeron del cielo. ¿Sabías que Casi muero en ese incidente? — ella le decía, mientras Clark solo escuchaba con poca o nulo interés del estrictamente necesario.
Sin embargo, le impresionaba que está niña estuviera interesada por el periodismo desde muy temprano, especialmente por las cosas de conspiración. Sus padres sobrevivieron a una lluvia de meritorios que azotó smolville, y ella cree que hubo un misterio extraño con esto.
Pero Clark no pensaba lo mismo.
— como si me importara. — Clark se encogió de hombros, negándose rotundamente. Aunque lana sabía que no lo decía a propósito. En cambio, Clark le dirigió la mirada y le preguntó. — ¿tienes lo que te pedí? — preguntó.
Lana asintió, cruzándose de brazos mientras su mal humor crecía una vez más.
— está en mi casa, el pedido había llegado desde hace una semana. — ella le contestó.
— bien, gracias. — Clark le sonrió a la niña, antes de darle un abrazo que lana fingió odiar, tratando de separarse de los brazos de Clark. Un intento completamente infructuoso.
Clark era el niño más fuerte de la escuela, extremadamente fuerte con creces. Una vez ella lo vio levantar un auto con sus manos, y Clark le pidió que no le dijera nada a nadie.
Entonces si, esa era una de las razones por la cual los dos eran confidentes.
Por otro lado, la fisiología kriptoniana era superior a la humana con creces incluso sin la radiación solar emporderandolos.
En aquel entonces, Clark no había utilizado sus capacidades como kriptoniano, es decir, No utilizó la energía reservada en su cuerpo.
En su lugar decidió experimentar con las capacidades físicas de un kriptoniano normal, y se dio con la impresionante información de que un kriptoniano era al menos diez veces más fuerte que un humano normal incluso si no estaba bajo los efectos de la radiación solar amarilla.
La atmósfera de kriptón era al menos mil veces más densa, su gravedad mil veces más fuerte, sin mencionar que el planeta también era más grande.
Prácticamente seguía siendo un súper humano incluso sin estar bajo los efectos del sol, una energía que solamente la mantenía reservada dentro de su ser hasta ser usado en momentos de necesidad o práctica.
Clark decidió dejarla, viendo como ésta Se alejaba y se levantaba del suelo. Lana se limpió la suciedad de su pantalón y apuntó con un dedo a Clark.
— si bien tengo lo que necesitas, no voy a dártelo hasta que me ayudes con mi investigación.
Ella demandó, haciendo que Clark suspirara.
— está bien, voy a ayudarte. Pero tienes que darme lo que te pedí de ¿acuerdo?.
Ella asintió, dandose la vuelta. Miró a algunas niñas que los miraban de manera extraña, antes de sacarles la lengua y salir de donde estaba. Entonces Clark permaneció solo, volviendo a tomar el sol que lo estimulaba.
El sol descendía lentamente, bañando los campos de trigo de Smallville en tonos dorados que danzaban con el suave viento de la tarde.
Observar el paisaje lejano de la estrella era magnífica, adentrándose entre las montañas, reflejándose entre los maizales.
La escuela secundaria parecía una postal de lo cotidiano, con estudiantes saliendo en grupos, riendo, algunos gritando, y otros simplemente apurando el paso para volver a casa.
Un adulto con autoridad se aseguraba de evitar el tráfico innesearios, mientras se aseguraba de que los niños entrarán en conflictos a la puerta de las instalaciones infantiles.
Entre ellos estaba Clark Kent, quien caminaba con la mochila al hombro y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de mezclilla.
Paso al lado de Kenny braverman, un niño que en sus primeros días se clase siempre intentaba molestarlo. Era más alto y pesado en comparación a los niños restantes, pero Clark lo mantuvo en su lugar todo el tiempo.
Por otro lado, el mismo clark, pese a sus excentricidades, era muy diferente a cualquier niño promedio de 12 años.
Era alto para su edad, con una complexión atlética que no pasaba desapercibida, aunque él prefería mantener un perfil bajo.
La gente en el pueblo ya lo conocía como "el chico raro" por razones que iban más allá de su fuerza o su habilidad en los deportes, por qué si, Clark participaba en los deportes.
Tenía la intención de jugar fútbol americano por unos años, fundar una empresa y ser extremadamente rico.
Después de todo, su nueva vida estaba diseñada para que el nivel de dificultad fuera extremadamente baja y sencilla.
En el estacionamiento, la vieja camioneta roja de su padre destacaba entre los vehículos. Era un Ford F-100 con más años que él y cuyo motor rugía como un viejo león o eso decía su padre adoptivo. En realidad hacía sonidos de tractor fundido, pero aún y con eso todavía podía correr.
Jonathan Kent estaba apoyado en el capó, con su gorra vieja de su equipo de fútbol americano favorito, los Kansas City Chiefs. inclinado de tal manera que le permitiera protegerse del sol poniente. Al ver a su hijo, le hizo una seña.
Clark llegó hasta la camioneta y subió con agilidad, lanzando su mochila al asiento trasero.
—Hola, papá —dijo con una sonrisa tranquila, mientras sacaba las clases de mañana y utilizaba la super velocidad de su capacidad de prosesamiento y movimiento corporal.
Jonathan, el auto y el mundo al rededor de volvió extremadamente lento, al menos para el. Para el mundo, solo había pasado una fracción de segundo cuando, todo había pasado, cuando ni siquiera su padre se había percatado de lo que había pasado.
Jonathan se subió al asiento del conductor y arrancó el motor, que respondió con un sonido grave.
—¿Cómo estuvo el día? Tienes alguna. clase. Lo hiciste todo ahora mismo cierto? —preguntó mientras giraba el volante para salir del estacionamiento.
Clark se recostó contra la puerta, no sin antes serrar su cuaderno y asentir con satisfacción. — si, hace un momento, como ahora mismo. — fue entonces cuando Clark, mirando por la ventana el paisaje que pasaba lentamente, volvió a hablar.
—Más tranquilo que la semana pasada. Pero no por mucho debo decir
Jonathan frunció el ceño, desviando la mirada del camino por un momento para observar a su hijo.
—¿Otra vez problemas? Ya hablamos de eso hijo.
Clark no le dió importancia a las preocupaciones de su padre.
—Nada grave. — le aseguró. — Un par de tipos creyeron que podían fastidiarme, se les ocurrió llenarme de pegamento y maíz, lo que sea que haya sido eso. pero no pasó a mayores, te lo aseguro.
Clark le prometió, recordando que los chicos fueron golpeados asta estar morados cuando vieron que sus esfuerzos fueron frustrados. Quisieron jugar a los quemados y terminaron mal.
Jonathan suspiró profundamente, el ceño arrugado como si estuviera cargando una gran preocupación.
—Clark, no puedes seguir exponiéndote así. Sabes lo importante que es mantener un perfil bajo. Especialmente tú, que eres especial.
Clark giró la cabeza para mirarlo directamente, su expresión calmada pero firme.
—Papá, lo sé. Pero no voy a dejar que me pisoteen, recuerda eso. Y tampoco es como si estuviera usando mis habilidades, literalmente no he usado mis poderes fuera de casa en lo más mínimo. Tengo el control total de mi cuerpo ¿Recuerdas?
Jonathan golpeó el volante suavemente con los nudillos, un gesto que hacía siempre que algo le preocupaba más de la cuenta.
—No se trata solo de usar tus habilidades, hijo. Se trata de lo que podrían pensar si alguien sospecha. Algún médico fascinado por tu fuerza inusual, el profesor de educación física si desea un examen médico, algun investigador desconocido. Hay cosas que no consideras.
Clark dejó escapar un suspiro, apoyando la cabeza contra la ventana.
—La gente ya me ve raro, ¿qué más podrían pensar? Además, lo del examen médico puede arreglarse de todos modos.
—Es diferente, Clark —dijo Jonathan, con un tono más severo—. Si alguien llega a descubrir lo que eres… no puedo protegerte de eso.
Clark no quiso discutir con su padre, ya estaba cansado de las cosas que decía Jonathan de todos modos. Suspiró, pensando con un suspiro sobre quién podría hacerle daño.
¿Existe si quiera alguien más poderoso que el? ¿Donde está la kriptonita?
De todos modos, tenía planes para futuro, algunos más tamoranos que otros. Cómo un traque que pudiera contrarrestar la radiación de la kriptonita, y la magia... La magia era un problema, no sabría si podría usarla, pero para empezar, no sabía si existía o si algún día entraría en contacto con algo como eso.
Mientras tanto, Clark era virtualmente indestructible, su padre no nesecitaba protegerlo de nada, pero era algo que Jonathan probablemente no entendería o se convencería de este hecho.
Clark al final tubo que conformarse con que Jonathan, si bien no era jor el, seguía siendo su padre y lo cuidaría con el mismo, o más amor que cualquier otro progenitor conocido.
Tal conclusión de los hechos ablandaba el corazón de clark de vez en cuando, la razón de su respeto y obediencia hacia sus padres, los primeros sobre las prioridades en su vida.
Clark permaneció en silencio por un momento, mirando cómo el paisaje cambiaba de campos dorados a la carretera polvorienta que llevaba a la granja. Finalmente, rompió el silencio.
—No tienes que preocuparte tanto. He aprendido a controlarme, ya lo sabes, no voy a perder el control, papá. Pero está bien, are lo que me pides, trataré de no impresionar más a la gente chismosa que no tiene otro pasatiempo que ver a un niño siendo el.
Jonathan lo miró de reojo, relajado por un momento, todavía con el ceño fruncido.
—No dudo de ti, hijo. Pero el mundo allá afuera… es complicado. Y no todos son como nosotros.
La conversación quedó suspendida en el aire mientras la camioneta avanzaba, dejando tras de sí una estela de polvo.
—Por cierto, ¿puedo ir a la casa de Lana esta noche? —preguntó Clark de repente, rompiendo la tensión.
Jonathan arqueó una ceja, claramente sorprendido por el cambio de tema.
—¿Lana Lang? Esa niña ¿Para qué?
A Jonathan le interesaba esto.
—Un proyecto de la escuela. Necesita ayuda con una investigación que está haciendo o algo así.
Jonathan dejó escapar una pequeña risa mientras giraba el volante para entrar al camino que llevaba a la granja.
—¿Una investigación? Claro. ¿Y esto no tiene nada que ver con el hecho de que te guste?
Clark casi se ríe por la pregunta, pero no sé permitió Acerlo. El no se veía en una relación así en estos años de todos modos.
Clark rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír.
—No es eso. Solo quiero ayudarla. Hay cosas más importantes en las que pensar que en… eso.
Jonathan sonrió mientras apagaba el motor al llegar a la casa.
—Claro, cosas más importantes. Como salvar el mundo, supongo.
Ambos rieron suavemente mientras bajaban de la camioneta. Martha Kent los esperaba en la puerta, con las manos en la cintura y una sonrisa cálida en el rostro.
—¿Cómo les fue? —preguntó mientras se acercaban.
Jonathan fue el primero en responder, con un tono más ligero.
—Clark dice que tuvo un día "tranquilo".
Martha lo miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Los días tranquilos de Clark generalmente llegaba con quejas de la escuela que solo son pasados por alto gracias a las buenas notas del chico, y el hecho de que Clark era la víctima en el mayor de los casos.
Por otro lado, la paliza que acababa con los bravucones en la enfermería era solo el producto del derecho de clark a la auto defensa.
—¿Eso es verdad, Clark?
Clark levantó las manos, fingiendo inocencia.
—No pasó nada fuera de lo común. Lo prometo
Marta suspiró, pensando que tal vez tendría que preparar algo de te para el día de hoy. Pues probablemente aparecerían algunos padres de los niños que siempre deja morado.
El día se fue y la noche llegó.
La cena transcurrió en su típica calma familiar que se mostraba casi todas las noches. Martha les sirvió pastel de carne con puré de papas, y hablaron sobre los planes para el día siguiente. Pero la conversación dio un giro cuando Clark dejó un documento sobre la mesa.
—¿Qué es esto? —preguntó Martha, tomando el papel y leyéndolo con atención.
—Un permiso para una excursión de la escuela. Vamos a visitar una planta de energía en las instalaciones de lex corps—explicó Clark, como si no fuera gran cosa.
Jonathan tomó el documento, leyendo cada línea con detenimiento.
—¿Y necesitan que lo firmemos esta noche?
—Sí. Es para mañana. — Clark le confirmó, mientras dejaba de lado las implicaciones de esto.
Pues de hecho, el cauteloso era Jonathan, pero la paranoica era sin dudas su madre. Ella, quien era incapaz de consebir un niño, estaba completamente encariñada con Clark, independientemente de si era o no extraterrestre.
Ella estaba dispuesta a pelear con capa y espada con quien sea con tal de protegerlo, incluso si el no lo nesecitaba, y era una lucha constante sacar un permiso de ella si quiera para llegar a la esquina. De hecho, debía agradecer que su padre permitiera que fuera al colegio, por qué de ser por marta, su educación habría sido en la granja.
Martha y Jonathan intercambiaron miradas. Había algo en sus expresiones que indicaba preocupación.
—Clark… —empezó Martha, con un tono de voz suave pero serio—. ¿Estás seguro de que esto es seguro?
—Es solo una planta de energía, mamá. No voy a hacer nada raro.
Jonathan dejó el documento sobre la mesa y se cruzó de brazos.
—Hijo, sabes lo que siempre te digo. Mantén la cabeza baja. Si algo pas.
Clark lo interrumpió, con una confianza que parecía imperturbable.
—Nada va a pasar.
Después de un largo silencio.
— lo siento, — de disculpó. — se que se preocupan por mi, que sean mi seguridad. pero deben de entender que ya no soy un niño, no sufro por las habilidades que en mi niñez me agobiaban. Ustedes me han ayudado a cambiar, a dominar mis sentidos. Les agradezco por eso. Pero les aseguro que nada pasará, y juro que no habrá quejas de madres furiosas por mí ¿Okey? — Clark pidió, antes de mirar a su Padre. Jonathan suspiró y firmó el permiso, aunque no sin cierta reticencia.
Más tarde, cuando la oscuridad cubría la granja, Clark salió por la puerta trasera. Caminó con calma hacia la casa de Lana, que estaba a unos pocos minutos de distancia. El aire fresco de la noche le despejaba la mente, y el sonido de los grillos le daba cierta paz.
Mientras caminaba, pensaba en las palabras de su padre. Entendía sus preocupaciones, pero sabía que podía manejarse. No era el chico descontrolado que sus padres temían. Había trabajado duro para dominar sus habilidades, para entenderlas y mantenerlas bajo control.
Cuando llegó a la casa de Lana, las luces del porche estaban encendidas. Tocó la puerta y esperó, con una sonrisa ligera en el rostro.
La puerta se abrió, y Lana Lang apareció, con su característico cabello castaño cayendo sobre sus hombros.
—Clark, justo a tiempo.
—¿Cuándo no lo estoy? —respondió él con una sonrisa más amplia.
Ella rio y lo invitó a pasar, mientras Clark se caminaba al interior de la casa, esperando terminar lo que sea que la chica estuviera pensando antes de sentarse en sus cosas.