*THYRA*
Después de una noche de reflexión, al final no pude resistir la tentación y me inscribí en el torneo. Una vez lo hice, sentí que una especie de emoción había comenzado a crecer en mí, como si estuviera dejando atrás algo para abrazar lo desconocido. Tres días después, allí estaba, en una gran área de espera junto a otros aventureros.
El lugar estaba lleno de gente. Muchos de los participantes se encontraban más o menos en mi rango, pero había algunos que emanaban una presencia imponente. Algunos tenían armaduras o ropas de combate especiales, mientras que otros parecían mucho más simples, pero sus miradas demostraban confianza. Me sentí un poco fuera de lugar, no por la falta de habilidad, sino por el hecho de que nunca me había involucrado en algo tan… público. La arena del Coliseo debía ser imponente, y la presión de luchar ante una multitud probablemente sería más desafiante de lo que esperaba.
Los murmullos llenaban el aire, y podía escuchar fragmentos de conversación sobre las expectativas, las apuestas, y los rumores de los participantes más destacados. Algunos se reían y charlaban con otros, mientras otros se mantenían en silencio, observando y analizando a los demás.
"¿Primera vez participando?" me preguntó una voz a mi lado, interrumpiendo mis pensamientos. Era un hombre alto, con cicatrices en la cara y un semblante serio. Llevaba una capa negra con detalles plateados y una espada a la espalda.
"Sí," respondí, mirando de reojo la postura confiada del hombre. "Nunca he estado en algo como esto antes."
Él asintió, como si eso ya le hubiera quedado claro. "Es divertido, pero también es peligroso. No es solo un juego, aunque la gente lo vea así."
Miré al rededor, a los demás participantes, y vi que algunos compartían su opinión. Las miradas no eran solo de entusiasmo, también había tensión en el aire. Todos sabían que no se trataba solo de ascender de rango, sino de demostrar lo que valían frente a una multitud y ante sus compañeros aventureros. Aquí se trataba de reputación, y perder ante una audiencia era algo que podría arruinar una carrera.
"¿Y tú?" le pregunté al hombre, con un tono más desafiante. "¿Tienes muchas victorias en tu haber?"
Él sonrió de manera sutil, tocando ligeramente la empuñadura de su espada. "He participado en muchos torneos. Algunos los gané, otros los perdí. Pero lo importante es cómo te enfrentas a cada batalla, no solo los resultados."
"Supongo que eso es lo que todos aprendemos aquí, ¿no?" respondí, sonriendo también.
Al poco tiempo, los organizadores del torneo comenzaron a llamar a los competidores, organizándonos en grupos según nuestras categorías. Me asignaron un lugar en la zona de la primera fase, junto a varios aventureros más. Los nervios comenzaron a surgir a medida que me dirigía al campo de batalla, que ahora se veía mucho más grande de lo que había imaginado. El Coliseo era un coloso de piedra, su arena tan amplia que parecía un pequeño desierto, rodeada por las gradas elevadas llenas de espectadores.
El primer combate comenzaba en poco tiempo. El ambiente en el área de espera estaba cargado de tensión. Los espectadores de las gradas, aunque todavía no se podían escuchar claramente desde el suelo, daban señales de estar cada vez más emocionados. Era solo una cuestión de minutos antes de que comenzara el evento y mis nervios aumentaron con cada paso hacia el campo de batalla.
Finalmente, el primer duelo comenzó. La pelea de apertura se desarrolló ante mis ojos con rapidez. Dos luchadores se enfrentaban en el centro de la arena, moviéndose con tal velocidad y habilidad que no pude evitar admirarlos, a pesar de la tensión en mi cuerpo. El hombre con el que había hablado antes observaba desde una esquina de la arena, aparentemente atento a cada detalle.
Cuando me tocó a mí, me dirigí hacia el área designada con paso firme. Sabía que mis habilidades eran fuertes, pero la experiencia de pelear frente a tanta gente era nueva. El coliseo estaba lleno de ruido, el sonido de los aplausos, los vítores y los murmullos de la multitud creaban una atmósfera única. No era solo el reto físico, también era psicológico. Pero me dije a mí misma que esta era solo otra pelea más, una en la que demostraría que, pese a todo, estaba lista.
Me enfrenté a mi oponente, un hombre de complexión media que llevaba una capa roja y empuñaba una lanza. Era rápido, pero confiado. Yo, por otro lado, sabía que no era necesario usar todo mi poder. Me centré en mis movimientos, observando cada paso, cada cambio de posición, y esperando el momento adecuado para actuar.
El público se calló por un instante. La primera fase había comenzado, y todo dependía de la habilidad y la estrategia.
Me preparé.
Antes de que el combate comenzara, un murmullo se levantó entre la multitud. Sentí que algo en el aire cambiaba, un calor que me envolvía al escuchar gritos y vítores provenientes de las gradas. Miré hacia arriba, y allí, en una de las secciones más cercanas, pude ver a las personas con las que había viajado, animándome con entusiasmo. Al principio me sorprendió verlos, pero al instante una sonrisa se dibujó en mi rostro. Con su energía de siempre, levantaban las manos y me saludaban con entusiasmo. La mujer que había hablado conmigo días atrás me lanzó un guiño cómplice, mientras que el hombre de capa negra, con su mirada seria, sólo asintió con una ligera sonrisa.
Era un recordatorio extraño, pero reconfortante. Estaba rodeada de más que solo oponentes en este lugar. Estos momentos de apoyo eran lo que me hacían recordar que no estaba sola.
Con un suspiro y una leve sacudida en los hombros, volví mi atención al combate.
El referí, un hombre con una voz fuerte, levantó la mano y anunció con firmeza: "¡Comienza el combate!"
En cuanto escuché la señal, mi oponente se lanzó hacia mí de inmediato. Era un hombre de complexión media, con una lanza en la mano. No esperó a que yo me moviera, sino que rápidamente adelantó su lanza hacia mí con una velocidad impresionante, claramente confiado en su habilidad para alcanzar a su objetivo.
Pero mis instintos me advirtieron al instante, como si el tiempo se alargara solo para mí. Vi la trayectoria de su ataque antes de que siquiera llegara a mí, y con una rapidez que ni siquiera yo misma esperaba, me deslicé hacia un lado, evadiendo su lanza con facilidad.
Aprovechando el momento en que él perdía el equilibrio, me lancé hacia él, usando la palma de mi mano para empujarlo hacia atrás. El golpe no fue excesivo, pero sí lo suficiente como para desestabilizarlo y hacerlo retroceder unos pasos, algo que, con suerte, llamaría la atención de los jueces sin mostrar demasiado de lo que realmente podría hacer.
El hombre tambaleó, su lanza se desvió hacia un costado mientras intentaba recuperar el control. Yo me mantenía en una postura relajada, sin dejar que mis movimientos fueran innecesariamente exagerados. Mi plan era claro: no quería llamar demasiado la atención en la primera fase, pero necesitaba avanzar lo suficiente como para quedar seleccionada y llegar más lejos en el evento.
El público estalló en vítores, muchos sorprendidos por lo que acababan de presenciar, otros simplemente emocionados por el inicio de la lucha. Mi rival, ahora más cauteloso, se reposicionó rápidamente, mirando con desconfianza. Sin embargo, no me atreví a atacar con toda mi fuerza. Sabía que no debía mostrarme como una amenaza directa de inmediato. Mi objetivo era asegurarme un lugar entre los mejores, no destrozar a mi oponente.
Él volvió a lanzarse hacia mí, esta vez con una serie de rápidos ataques con su lanza, pero yo anticipaba sus movimientos con facilidad. Su patrón era predecible, y aunque su técnica era sólida, no era lo suficientemente versátil para sorprenderme. Lo eludí una vez más, usando la misma agilidad que había mostrado al principio, y de inmediato pasé a la ofensiva.
Le di otro empujón, un poco más fuerte esta vez, pero sin excederme. Quería que pensara que yo era solo una luchadora competente, pero no tan peligrosa como podría serlo en realidad. Esto ayudaría a mantenerme fuera del radar de los competidores más fuertes y asegurarme de que no me consideraran una amenaza innecesaria.
El combate continuó, pero algo en mi interior me decía que el tiempo de pasar desapercibida ya estaba por terminar. A medida que las rondas avanzaban, comenzaría a tomar un poco más de control, dejando claro que tenía mucho más que ofrecer de lo que se podía ver en esta primera fase.
Mientras la pelea se desarrollaba, escuchaba las voces de mis compañeros de viaje, más animados que nunca, lo que me dio una extraña sensación de confort en medio del caos. Esta era mi oportunidad para destacarme, pero de la manera en que yo quería, controlada y calculada.
Mi oponente parecía frustrado, pero estaba decidido a darlo todo. Vi cómo sus movimientos empezaban a ser más impulsivos. Fue entonces cuando tomé la decisión: este combate lo ganaría sin perder el control de mi estrategia. Con un último movimiento rápido, me deslicé por debajo de su lanza y, en un giro certero, lo derribé de una forma que no fue necesariamente violenta, pero sí efectiva.
El referí inmediatamente levantó su mano y declaró: "¡Victoria para la participante número 12!"
El público estalló en aplausos, y mientras me retiraba con calma, un leve suspiro de alivio escapó de mis labios. El primer paso estaba dado.
Después de varias luchas intensas, la primera fase finalmente llegó a su fin. Mis movimientos se volvieron más refinados con cada combate, y aunque nunca dejé de mantener la calma, una parte de mí ya comenzaba a sentir el peso de la fatiga. Cada pelea era una oportunidad para medir mis límites, pero también para mantener mi perfil bajo y asegurarme de no llamar la atención innecesaria.
A lo largo de la jornada, muchos competidores fueron descalificados, algunos por no cumplir con las reglas, otros por ser superados en habilidad. Pero la mayoría fue eliminada por un simple error, una mala decisión en el momento crítico. Mi estrategia había sido efectiva hasta ahora: no mostrar todo mi potencial, sino solo lo suficiente para destacar sin convertir mi nombre en una amenaza inmediata.
Finalmente, cuando el referí anunció que la primera fase había concluido, sentí una mezcla de alivio y satisfacción. Los aplausos de la multitud resonaron en las gradas mientras me dirigía hacia la zona de descanso. La mayoría de los luchadores parecían exhaustos, algunos con moretones visibles, otros simplemente caídos de cansancio. Yo, por mi parte, estaba igualmente agotada, aunque mi cuerpo había aguantado mejor de lo que esperaba.
Miré hacia las gradas y, aunque el ruido y la celebración de la multitud seguían presentes, mi atención se centró en mis compañeros de viaje. Estaban animados, y eso me dio un pequeño impulso de energía. No pude evitar sonreír para mí misma, sabiendo que todo esto me acercaba más a la siguiente fase.
"¡Lo lograste!" gritó una de ellas desde las gradas, levantando el puño en señal de victoria. Mientras mi rival— el dueño del negocio— le siguió, animándome de la misma manera. El resto del grupo también estaba ahí, todos mostrando su apoyo.
No pude evitar sentirme agradecida por su presencia, aún estando lejos de casa. Mientras mis compañeros celebraban, me dirigí hacia la salida de la arena para descansar un poco antes de la segunda fase, que comenzaría al día siguiente.
El ambiente se volvió más tenso conforme se anunciaba la fecha de la siguiente fase. Ya no era solo un torneo para ganar, sino una prueba de resistencia, habilidad y estrategia. La segunda fase sería diferente. Sabía que aquellos que quedaban en pie no eran competidores cualquiera; todos ellos tenían algo especial, algo que los había traído hasta aquí.
En el campamento improvisado donde los participantes descansaban, me senté en silencio, observando los demás. La mayoría de ellos estaba ocupada celebrando su victoria, otros limpiándose las heridas y preparando sus cuerpos para lo que venía. No podía permitir que mi guardia bajara.
Mañana, la competencia sería aún más difícil. Pero ya estaba lista para enfrentarlo.
***
El amanecer de la segunda fase llegó rápido, y con él, una nueva oleada de tensión que se sentía en el aire. El Coliseo estaba más lleno que nunca, y la emoción entre los espectadores era palpable. Los competidores, muchos de ellos ya exhaustos por la primera fase, ahora se enfrentaban a un nuevo desafío: el trabajo en equipo.
Nos reunimos en el área designada para formar los equipos, y al instante pude ver la diferencia. En la primera fase, la lucha había sido individual, donde las habilidades personales habían sido la clave. Ahora, sin embargo, necesitábamos depender de otros para avanzar. Pero al mirar a mis nuevos compañeros de equipo, supe que no sería sencillo.
Cuando me uní al grupo, observé a los demás con una mezcla de cautela y curiosidad. Uno de ellos, un hombre de aspecto rudo, no dejaba de revisar sus armas y no me miró ni una sola vez. Una mujer alta y de mirada intensa permanecía de pie, cruzada de brazos, como si no tuviera ningún interés en interactuar con los demás. Un joven, aparentemente nervioso, se mantenía alejado, tocando inconscientemente el collar que llevaba en su cuello.
"Bueno, supongo que tendremos que hacerlo funcionar," pensé para mis adentros, ya que había aprendido lo suficiente sobre este continente para saber que no siempre las cosas eran tan sencillas como parecían. Esta fase no solo pondría a prueba nuestras habilidades, sino también nuestra capacidad de trabajar juntos, aunque en este caso, no parecía haber mucho interés en la cooperación.
El líder del grupo, un hombre de mediana edad con una cicatriz en el rostro, nos observó por un momento antes de hablar con voz grave.
"No esperen que me detenga a ayudar a ninguno de ustedes. Mi objetivo es ganar, y si ustedes no sirven para eso, simplemente estaré en mi propio camino."
Su declaración hizo que el resto del equipo asintiera, y lo que sentí fue un claro aviso de que nadie iba a arriesgarse por el otro. Cada uno de nosotros estaba allí por sus propios motivos, y eso dejaba claro que no podíamos confiar demasiado en los demás.
"Entonces, hagámoslo a nuestra manera," murmuré para mí misma, sabiendo que no tenía otra opción. Si quería salir de esta fase, tendría que confiar en mis habilidades y, tal vez, adaptarme a la situación. El trabajo en equipo podría ser útil, pero en este caso, era mejor estar preparada para actuar sola si era necesario.
El referí comenzó a anunciar las reglas de la segunda fase, indicando que el objetivo principal sería capturar una bandera ubicada en el centro de un enorme campo de batalla dentro de la arena. Sin embargo, el camino hacia esa bandera estaba lleno de obstáculos, trampas y enemigos. No habría lugar para errores.
"Recuerden," dijo el referí con voz firme, "solo uno de los equipos avanzará a la siguiente ronda. La cooperación será clave, pero también lo será su habilidad para sobrevivir."
Miré a los miembros de mi equipo una última vez antes de entrar al campo. Nadie parecía dispuesto a ceder o hacer un esfuerzo por trabajar en conjunto. "Será interesante," pensé, con una sonrisa sutil. "Solo será cuestión de tiempo para ver quién realmente sabe luchar por su cuenta."
El gong resonó con un sonido profundo que reverberó en mis huesos. El suelo tembló ligeramente bajo mis pies mientras la multitud estallaba en vítores. Sin más advertencia, todos los competidores se lanzaron al campo, y yo seguí a mi equipo con cautela, observando cada movimiento, cada cambio de expresión en los rostros de mis compañeros.
El campo de batalla era una extensión vasta, rodeada de muros altos, con la bandera enemiga en el centro, resguardada por varias estructuras de piedra y barricadas improvisadas. Había trampas dispuestas a lo largo del terreno y pequeños grupos de enemigos armados, dispuestos a defender su bandera a toda costa. Los obstáculos eran muchos, pero lo que más me preocupaba era la dinámica de mi equipo. Sabía que no podía depender de ellos, y eso me obligó a estar aún más alerta.
Apenas dimos unos pasos, el hombre de la cicatriz, que parecía ser el líder, se adelantó con rapidez, tomando una dirección diferente a la mía. Los otros dos miembros del equipo lo siguieron sin decir palabra, dejándome atrás. Mientras tanto, observé a los otros equipos que también comenzaban a moverse en todas direcciones. Parecía que todos tenían el mismo objetivo: la bandera, pero cada uno con su propio enfoque.
"Bien," murmuró para mí misma. "Es hora de ver qué tan rápido puedo moverme por este terreno."
Mi plan era simple. No podía confiar en ellos, pero eso no significaba que no pudiera avanzar con rapidez. Observé los posibles caminos hacia la bandera, buscando puntos débiles en las defensas enemigas, sabiendo que mis habilidades de evasión y mi rapidez serían mis mejores aliados. Mientras me deslizaba por los pasillos de rocas y estructuras improvisadas, mi mente no dejaba de analizar cada situación.
De repente, un ruido detrás de mí. Me giré rápidamente, y vi al joven del equipo, el que parecía más nervioso, corriendo hacia mí. Su rostro estaba pálido, y podía ver el miedo en sus ojos. Estaba siendo perseguido por un grupo de tres competidores de otro equipo.
"¡Ayúdame!" gritó, su voz llena de desesperación.
No tenía tiempo para pensar. Podía oír las risas burlonas de los otros competidores acercándose. Sin pensarlo, activé rápidamente una pequeña barrera de energía alrededor de mi cuerpo, proyectándola hacia los perseguidores. Los tres se detuvieron abruptamente, sorprendidos por mi repentina reacción, pero no tardaron en recuperarse. Tenían algo más de experiencia, y sabía que no duraría mucho si se unían para atacarme.
El joven, al ver mi acción, intentó disculparse, pero antes de que pudiera decir algo más, uno de los competidores rivales lanzó una flecha en nuestra dirección. La esquivé con facilidad, pero al hacerlo, vi cómo el joven tropezaba, cayendo al suelo y dejándome solo frente a mis oponentes.
"Vamos a ver si eres tan buena como dicen," gritó uno de los atacantes con una sonrisa desafiante.
Sin perder tiempo, activé mi magia. Sin runas ni cánticos, simplemente concentrándome en la energía que recorría mi cuerpo, me lancé hacia ellos, desarmando al primero con un rápido golpe a su muñeca. El segundo intentó bloquearme con un escudo, pero lo desestabilicé con un empujón que lo hizo caer al suelo. El tercero, más experimentado, desenvainó una espada con velocidad, pero no fue suficiente. Usé su impulso en mi favor, esquivando su ataque y haciéndolo tropezar hacia el borde de una trampa oculta en el suelo.
Los tres competidores cayeron, uno tras otro, pero no tuve tiempo para descansar. Miré rápidamente al joven que había caído antes, ahora levantándose con una expresión de gratitud en su rostro, y señalé hacia la bandera, instándole a que se moviera.
"Vamos," dije con determinación. "Si realmente quieres ganar, corre hacia allá. Yo me encargaré de esto."
No me importaba que el equipo no cooperara. Esto era un juego, y para mí, la prioridad era avanzar a la siguiente fase, sin importar lo que sucediera con ellos.
El joven asintió y corrió hacia la bandera, mientras yo me giraba rápidamente para enfrentar a otro equipo que se acercaba, esta vez con mayor cautela. No había vuelta atrás, y mientras avanzaba, sentí la adrenalina corriendo por mis venas, sabiendo que solo uno de nosotros saldría victorioso.