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Chapter 29 - Capitulo 29

*THYRA*

El referí relataba con emoción cada movimiento, destacando a los competidores que mostraban habilidad excepcional. Sin embargo, mi lucha parecía robarse la atención de todos. El narrador mencionaba cómo, entre el estruendo de la batalla y los gritos de los espectadores, yo, sola, enfrentaba a tres adversarios al mismo tiempo, esquivando sus ataques con una gracia que parecía sobrehumana.

"¡Y ahí va otra esquiva espectacular!" exclamó el referí, mientras mi cuerpo se deslizaba entre los ataques de los tres luchadores. A pesar de la situación aparentemente desesperada, yo mantenía la calma, mis sentidos agudizados, mi mente clara. El entrenamiento y las mejoras que la esencia del Cazador de las Sombras me había otorgado fluidez a través de mí, dándome un control perfecto sobre mis movimientos.

El primer atacante, un hombre de gran tamaño, me lanzó un golpe directo con un martillo pesado, pero ya lo esperaba. Moví mi cuerpo hacia un lado con una agilidad que no parecía pertenecer a un ser humano común, y sentí el viento de su ataque sobre mi rostro. Su movimiento dejó un vacío en su defensa, y sin perder tiempo, me lancé hacia él. Un golpe rápido a su costado, desestabilizándolo. No era lo suficientemente fuerte para derribarlo, pero lo suficiente para darle una ventaja momentánea.

El segundo oponente era más ágil, con una espada corta y afilada, intentando cortar mi torso. Mi cuerpo reaccionó casi sin pensarlo, me agaché en un movimiento fluido, esquivando su filo con apenas unos centímetros de margen. La esencia me brindaba velocidad, pero era mi propia habilidad la que me permitía leer sus intenciones y anticipar cada uno de sus movimientos.

El tercero, el más calculador, esperaba el momento adecuado para atacarme con un arco. Lo había notado desde el principio. Siempre había uno que prefería el combate a distancia. Mientras me enfrentaba a los dos luchadores cercanos, sentí la tensión en mi cuerpo, consciente de que él estaba preparando otra flecha. No podía dejar que su precisión arruinara mis planes.

"¡Y otra esquiva milagrosa de la misteriosa luchadora!" gritó el referí, mientras saltaba con la fuerza de un felino, hacia el costado de uno de los combatientes. Sin detenerme, utilicé el impulso para girar en el aire y caer en la dirección del arquero. Cuando sus ojos me encontraron, ya era demasiado tarde. El arco se rompió bajo mi impacto, y rápidamente lo inmovilicé con un golpe que lo dejó sin capacidad de seguir disparando.

Los tres enemigos se agruparon, dando espacio para que el más grande de ellos recuperara su posición y se preparara para un ataque en conjunto. Sabían que enfrentarse a mí individualmente era inútil. La presión aumentó. Sin embargo, no estaba dispuesta a ceder ni un centímetro.

De repente, tomé una decisión. La esencia que corría por mis venas, la mejoría que mi cuerpo había experimentado, me permitió reconocer un patrón en sus movimientos. Si los tres intentaban atacarme al mismo tiempo, no podría evitarlo para siempre. Necesitaba que cometieran un error.

Me retiré momentáneamente, dando un paso atrás y dejando que el aire pasara por mi rostro. Mientras lo hacía, escuché el sonido de pasos descoordinados, una oportunidad. Uno de ellos se apresuró demasiado, cayendo en una trampa invisible que yo había preparado: lo hice tropezar, desviando su peso en el momento perfecto. Con esa distracción, desarmé al segundo, despojándolo de su espada y utilizando el borde de mi pie para desestabilizar al tercero, dejándolos desbordados.

"¡Increíble! ¡Es un espectáculo ver a esta mujer enfrentar a tres competidores a la vez!" El referí exclamó, y los vítores de la multitud llenaron el aire.

En ese momento, sabía que había ganado, aunque no dejé de estar atenta al último movimiento. Después de todo, era solo una cuestión de tiempo antes de que ellos intentaran otra cosa. Moviéndome con una velocidad casi invisible para la mayoría, tomé la ventaja decisiva.

Finalmente, los tres fueron derribados, uno por uno. Mi cuerpo no había tenido que usar toda su fuerza. El Cazador de las Sombras había dejado una huella en mis habilidades, y eso me permitió ganar sin desbordar mi energía. Mientras los tres caían al suelo, exhaustos y derrotados, me quedé de pie, mirándolos, respirando con calma.

"Y ahí lo tienen, amigos," dijo el referí, su voz llena de asombro. "Una victoria impresionante, sin duda. ¡Esta luchadora ha demostrado que es una de las más formidables de todos los participantes!"

La adrenalina comenzó a fluir en mis venas cuando sentí una vibración sutil en el aire, una sensación de que algo estaba por suceder. Mis sentidos, afilados por la esencia del Cazador de las Sombras, captaron la ligera fluctuación del mana a mis espaldas antes de que el ataque llegara. Sin dudar, mi cuerpo reaccionó en un abrir y cerrar de ojos. Me moví con una velocidad que desbordaba todo límite humano, la esencia del Dragón corriendo por mis venas, propulsándome hacia adelante en un destello.

El golpe que había anticipado pasó a un lado, cortando el aire con un silbido agudo, y de inmediato el referí continuó narrando, ajeno a lo que realmente estaba ocurriendo. "¡Parece que la luchadora ha esquivado otro ataque con gran destreza!", exclamó. Pero lo que no sabía era que esa no era una esquiva común.

Mientras me deslizaba por la arena con una fluidez aterradora, sentí cómo varios magos comenzaron a recitar sus hechizos. Las palabras flotaban en el aire, pesadas y cargadas de magia. En ese momento, invocar la espada fue casi instintivo. Desde la empuñadura, una oleada de mana recorrió mi cuerpo, llevándose todo el desgaste de la batalla. Mi espada brilló con runas que comenzaron a iluminarse intensamente, como si reconocieran el poder que les otorgaba. Un giro rápido, cortando el aire con una precisión mortal.

Los hechizos fueron destruidos en el mismo instante en que entraron en contacto con mi espada. Los hilos mágicos se disolvieron, las energías se disiparon en el aire como polvo. Pero no se detuvo allí. Al liberar una porción de mi mana de manera instintiva, sin pensarlo, una presión palpable se desató. La arena tembló, como si la propia tierra sintiera el peso de mi poder. La multitud en las gradas se calló de golpe, la atmósfera densa, pesada, como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Algo había cambiado. Una tensión había nacido, algo en el aire que inquietaba a todos.

Había liberado sin querer una parte de mi intencionalidad asesina, una parte que había estado suprimida durante tanto tiempo. Mi alma, tan cargada de energía y deseos reprimidos, había desbordado, y el ambiente lo había sentido. La tensión en el aire se sentía como una cortina afilada de energía, algo que nadie en ese momento podría ignorar.

Mis ojos, ahora completamente enfocados, se desplazaron hacia los magos que se encontraban en la distancia. No había tiempo para dudar. En un parpadeo, me lancé hacia ellos. No pude evitar un leve destello de velocidad que desdibujó mi figura a sus ojos. Los dos magos intentaron reaccionar, lanzando otro hechizo, pero ya era tarde. Con un solo paso, me acerqué, y con un giro de muñeca, mi espada atravesó el aire, cortando sus hechizos antes de que pudieran siquiera decir una palabra más. La magia no era rival para la pureza del filo encantado, y cuando mi espada tocó sus cuerpos, el impacto fue devastador.

El primero cayó de rodillas, su rostro contorsionado por el dolor, mientras el segundo retrocedió, intentando levantarse. No tuve piedad. Los había derrotado con un solo movimiento. La espada brilló aún más intensamente por la magia liberada, y cuando se detuvo, ambos magos cayeron al suelo, heridos, incapaces de seguir luchando.

El silencio fue absoluto. Nadie se atrevió a moverse. La arena tembló bajo mis pies, y la sensación de mi poder fluyó con más intensidad que antes. Mi cuerpo aún estaba cargado, mi mana en ebullición, y sin pensar, liberé otra porción para que mi presión física pudiera dispersarse.

La multitud había quedado paralizada, los luchadores en la arena temblaban, no solo por el impacto de la lucha, sino por el aura de peligro que ahora envolvía el combate. Nadie había visto algo así antes. Ni siquiera los luchadores experimentados que me habían enfrentado se atrevían a acercarse.

El referí, consciente de lo sucedido, no sabía qué decir. La tensión era tal que las palabras se le escapaban. "¡Y parece que la luchadora ha... terminado el combate de manera contundente!" dijo con voz vacilante, aunque su tono denotaba la sorpresa que todos compartían.

Con una mirada fría y calculadora, dejé atrás a los luchadores caídos y a mi propio equipo, que aún procesaba la magnitud de lo ocurrido. No estaba allí para ganar aplausos ni para detenerme a observar los rostros confundidos de mis oponentes. El objetivo estaba claro: obtener la bandera. Sin detenerme, mis piernas tomaron impulso, y con un salto natural, usando la energía acumulada en mi cuerpo, me lancé hacia la sima.

El viento azotó mi rostro, pero no me distraje. El suelo dejó de ser un factor en mi mente mientras mi cuerpo tomaba velocidad. El salto parecía durar una eternidad, la adrenalina corriendo por mis venas, el pulso acelerado y la visión fija en la cima. En el último momento, cuando parecía que la gravedad comenzaba a reclamarme, mis dedos alcanzaron la bandera, firmemente enraizada en el suelo de la cima.

La sensación de triunfo fue inmediata, pero lo que más resonó en mí fue la satisfacción de haber completado el objetivo. Con la bandera en mano, me giré, mirando el campo de batalla que dejaba atrás. El eco de la multitud aún resonaba, y las miradas se clavaron en mí, algunas de sorpresa, otras de admiración. Pero no me importaba. El combate había terminado para mí. Mi propósito ya estaba cumplido.

Con agilidad, salté hacia el suelo, aterrizando con la misma facilidad con la que había ascendido. Mis pasos resonaron sobre la arena mientras me dirigía hacia el centro del campo, donde los organizadores del evento esperaban. Alzando la bandera ante ellos, la entregué, mi rostro impasible, pero mi mirada lo decía todo. Había ganado esa ronda, sin duda, y les había mostrado lo que significaba enfrentarse a alguien que no solo tenía poder, sino también la voluntad de ser imparable.

El referí, aún visiblemente impactado por la rapidez del combate, asintió con respeto, y la multitud comenzó a aplaudir con fuerza. No fue una ovación ruidosa ni frenética, pero sí era una muestra de respeto. Mientras la atención se desplazaba hacia los otros equipos y sus próximos enfrentamientos, yo me retiré del centro de la arena, sin más que decir.

No me quedé para ver las luchas restantes. Mi mente ya estaba en otro lugar, enfocada en el próximo objetivo. Lo que había logrado aquí no era más que una pieza en el rompecabezas de mi viaje. Y mientras las luchas de los demás equipos se desenvolvían, yo ya pensaba en los pasos siguientes, en los lugares por explorar y en cómo el destino me llevaba una vez más hacia lo desconocido.

****

*EN LOS PALCOS*

Desde lo alto de los palcos, donde las gradas vibraban con los gritos del público y las peleas continuaban con furia, no pude evitar que mis ojos se desviaran hacia ella. Allí estaba, fuera de la arena, con una presencia que hacía que todo a su alrededor pareciera desvanecerse. Su cabello oscuro caía con naturalidad sobre su espalda, sus ojos azules brillaban con una intensidad que desafiaba la luz del sol, y su piel pálida contrastaba con la multitud llena de sudor y polvo.

Era hermosa, sin lugar a dudas, pero había algo mucho más fascinante que su apariencia. Era su presencia. No solo era una joven de buen cuerpo, no solo una guerrera. No, había algo mucho más profundo. Su poder, su fuerza... no podía entender de dónde venía. No era una magia común, ni era una habilidad que se pudiera explicar con simples palabras. Su aura irradiaba fuerza, pero no era algo tangible, como una magia elemental o un hechizo. Era algo más, una destreza natural, una habilidad que parecía ir más allá de las limitaciones del cuerpo humano. Algo casi irreal.

Estaba observando la arena cuando de repente me vi atrapado en su mirada. No sé cómo, pero sentí su presencia intensamente, como si de alguna forma me estuviera observando también. No se inmutó, no cambió de postura, pero sabía que me había notado. Un leve escalofrío recorrió mi espalda. No era miedo, sino respeto. Algo dentro de mí me decía que no era alguien con quien debía subestimarme.

Volví a centrar mi atención en ella, y de forma casi inconsciente, mi mano levantó la copa de vino que tenía frente a mí, pero el gesto fue automático, mientras mi mente no dejaba de pensar en ella. Sin darme cuenta, murmuré en voz baja a uno de mis asistentes, un hombre que había estado de pie cerca de mí, observando el evento con el mismo interés que yo.

"Investígala," le dije, manteniendo la mirada fija en la joven, sin apartar los ojos de su figura. "Esa mujer... no es común. Algo en ella me llama la atención. No sé quién es ni de dónde viene, pero necesito saberlo. Y hazlo rápido. Antes de que alguno de los 'otros' también se interese por ella."

Mi voz fue firme, casi con un dejo de urgencia. No podía permitir que alguien más se adelantase a mis propios movimientos. Si ella realmente poseía lo que parecía, no era algo que debía pasarse por alto. Cualquier persona que tuviera la capacidad de llamar la atención de alguien como yo merecía ser investigada a fondo. Y si había algo que debía aprender de esta situación, era que las oportunidades no esperaban, ni mucho menos dejaban de ser aprovechadas por quienes podían ver más allá de lo evidente.