(Momentos antes)
Señorita..."
–"¿Qué pasa ahora?"
–"Siento que algo no está bien. Mejor, manténgase atrás. ¡Nosotros nos encargaremos de protegerla!"
–"¡No! No necesito su protección. Mejor averigüen qué está pasando."
–"Lo siento, señorita, pero su seguridad es nuestra prioridad. Por favor, confíe en nosotros."
–"¿Seguridad? Pregunte con una sonrisa irónica No quiero que me protejan. Puedo manejarme perfectamente sola."
–"Lo siento, pero no podemos permitir que se ponga en peligro."
–"¡No! Es una orden, vayan y averigüen qué está pasando." Dije con firmeza
–"Lo siento, señorita, pero no podemos permitirnos separarnos de usted. ¿Podría retroceder, por favor?"
–"¡No!" respondí, con firmeza. "Esta vez no voy a retroceder. Estoy cansada de que siempre decidan por mí. No me hagas repetirlo: voy yo, o van ustedes." Dije, mi tono ligeramente irritado.
Entendido, confiaremos en su juicio y entraremos de inmediato, ¡muchachos, siganme!
La imagen de tres hombres siguiendo sus órdenes, vestidos con trajes negros y armados con bastones o espadas a la cintura o en la espalda, era algo completamente común para la joven. Para ella, no era más que otro de esos detalles que formaban parte de su rutina diaria, una escena tan habitual que ni siquiera lograba captar su atención.
***
¡Thum...!
El tren se detuvo bruscamente y sentí como mi corazón se aceleraba en mi pecho. Los pasajeros a mi alrededor se agitaron y algunos se tambalearon por el impacto. Un escalofrío recorrió mi espalda, mi sexto sentido me decía que algo no estaba bien, que algo había ocurrido.
¡Bang!
Un estallido se escuchó en el vagón contiguo, sumando más tensión al ambiente. La curiosidad me invadió, pero también una sensación de alerta que se intensificaba con cada segundo.
Creeeak...
Un hombre extraño entró al vagón, cubierto de pies a cabeza con ropa negra. Deslizó la puerta con una suavidad que, de no ser por la mirada que lanzó al entorno, habría pasado desapercibido. Su presencia era inquietante, casi divertida, como si disfrutara del desconcierto que causaba. Con una sonrisa torcida, sus ojos recorrieron a los pasajeros, evaluándonos uno por uno, como si buscara alguna reacción, algún indicio de miedo. Su risa baja y casi involuntaria hizo que el ambiente se volviera aún más tenso. La pistola oculta bajo su abrigo era apenas un detalle comparado con la forma en que se movía, como si todo fuera un juego para él.
La atmósfera se volvió densa, casi pegajosa, y aunque intenté mantenerme firme, no pude evitar sentirme expuesta bajo su mirada. Algo en el aire se volvía cada vez más insoportable, como si él estuviera disfrutando de mi incomodidad. Cuando sus ojos se clavaron en los míos, un escalofrío recorrió mi espalda, pero me negué a mostrarlo. Su mirada era desagradable. De una forma tan asquerosa que era imposible ignorarlo. Había algo en ella, un hambre sucia que me hizo sentir una profunda repulsion.
El hombre se lamió los labios con un movimiento lento y calculado, como si saboreara el control que pensaba tener sobre mí. Pero no iba a darle el gusto de mostrar que me afectaba. Me erguí, desafiante, y lo miré directamente. Podría acabar con él con un simple gesto, pero decidí esperar. Quería ver hasta dónde llegaba. No iba a ser parte de su juego.
El hombre seguía acercándose lentamente, su sonrisa torcida se mantenía en su rostro, mientras me lanzaba insinuaciones, cada palabra una daga afilada que desgarraba mi paciencia.
–"Muñeca, ven aquí, déjame verte. Déjame conocerte en profundidad..." sus palabras se arrastraban, como veneno en el aire.
–"¿Qué quieres?" respondí con voz tensa, pero manteniendo la calma, aunque por dentro una rabia creciente comenzaba a arder.
–"Nada... Solo quiero hacerte sentir mujer," dijo con una sonrisa perversa, acercándose aún más, su aliento caliente rozando mi rostro.
Me estremecí, pero no dejé que se notara. –"Cállate,"– murmuré, sin perder la compostura, mientras mis ojos se mantenían firmes, pero con una creciente sensación de asco.
El hombre continuó avanzando, cada paso más seguro, disfrutando de la incomodidad que me causaba. La incomodidad no solo era mía, sino de todos los demás, aunque solo unos pocos se atrevían a reaccionar.
–"Vas a ver lo que significa ser una mujer de verdad..." dijo mientras levantaba la mano, como si fuera a tocarme.
Antes de que pudiera hacer nada, un pasajero en el fondo del vagón no aguantó más. "¡Imbécil! " pense, cuando lo vi abalanzarse hacia el hombre. Intenté detenerlo, gritarle que no lo hiciera
¡Bang!
Llegué un paso tarde. La bala se incrustó en su hombro izquierdo, enviándolo hacia atrás con un grito ahogado. La herida parecía ser solo una advertencia, una señal de que no habría una próxima vez.
"!Entonces donde nos quedamos, preciosa!"
Sus palabras eran como cuchillos afilados, cada una cortando un poco más mi paciencia, mi resistencia. Pero sabía que no podía perder el control, aunque en ese momento podría terminar con él. No quería que los pasajeros se involucraran, no quería que mi lucha se convirtiera en un espectáculo.
Él lo sabía, sus ojos brillaban con malicia, disfrutando de mi incomodidad, de esa vulnerabilidad aparente que estaba tan lejos de la verdad. Lo veía claramente: se alimentaba de mi incomodidad, de mi aparente debilidad. Pero no iba a darle ese gusto. No iba a permitir que me viera débil, que pensara que podía quebrarme tan fácilmente.
Me concentré en mi interior, cerrando los ojos por un segundo mientras dejaba que el mana se acomulara . Podía sentirlo, potente, vibrando con fuerza, esperando salir. Estaba lista para estallar, pero sabía que no era el momento. Aún tenía que esperar, debía encontrar la oportunidad exacta. Solo una, y todo se acabaría.
Fue entonces, como si el cielo hubiese escuchado mis plegarias, cuando...
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
El estruendo de los disparos retumbó en el vagón, seguido por los ecos de gritos ahogados y el sonido de balas atravesando el aire. Un instante de tensión se coló en la atmósfera, pesada y densa, mientras todos quedábamos paralizados por el caos que nos rodeaba.
El hombre, momentáneamente desconcertado por el estruendo, dio la espalda y comenzó a retroceder. Una sombra oscura cruzó su rostro, las venas de su frente se abultaron, como si estuviera conteniendo una ira creciente. Su sonrisa, esa sonrisa asquerosa, se desvaneció, dejando al descubierto una seriedad que no había mostrado antes, como si el misterio detrás de los disparos mereciera su atención. Ese breve segundo, cargado de tensión, no pasó desapercibido.
Sin pensarlo, extendí la mano hacia adelante, dejando que la energía fluyera a través de mí. Sentí el mana arder en mis venas, un calor abrasador recorriendo cada fibra de mi ser, cada pulso convirtiendose en fuego. Mi respiración se volvió pesada.
Cerré los ojos brevemente, visualizando cómo el mana que descendía desde mi cuerpo se posaba detras mi, donde comenzaba a moldearse rápidamente. Se comprimió, tomando forma, y luego volvió a reconfigurarse con rapidez. En un parpadeo, el mana, antes inestable, comenzó a compactarse y a adquirir una forma más definida. En un segundo, se condensaron tres torbellinos de fuego, semejantes a proyectiles alargados y afilados que flotaban suspendidos a mi alrededor.
Las llamas danzaban con una fuerza feroz, desbordando una energía tan amenazante que podía sentirse en la piel.
Tal vez dándose cuenta de lo que estaba a punto de suceder, el hombre me miró desconcertado e intentó matarme.
"βέλος πυρός" (flecha de fuego)
Pero ya era demasiado tarde. El hechizo ya estaba terminado.
En el instante en que las palabras salieron de mis labios, realicé un rápido movimiento con mi muñeca, enviando la llamarada hacia adelante. Su poder fue inmediato, desatando una ola de calor y energía tan intensa que obligó al hombre a soltar el arma. El aire a su alrededor se distorsionó, como si estuviera siendo derretido por la fuerza de las llamas.
"¡¿Qué...?!" su expresión de victoria se transformó en horror. Su cuerpo comenzó a arder, las llamas que se clavaron en su pecho; hombro y frente, consumiéndolo mientras yo lo observaba. No sentí ni piedad ni remordimiento; solo satisfacción al ver cómo se desvanecía su miserable vida.
"Finalmente… terminó. Ya terminé."
Volviendo mi mirada, vi que la gente aún seguía asustada, sus ojos se desviaban rápidamente cada vez que me acercaba. Podía sentir cómo sus cuerpos se tensaban, algunos retrocedían instintivamente. El miedo era evidente, y aunque trataba de ignorarlo, no podía dejar de notar cómo me evitaban. No soportaba la tensión en el aire, así que, sin pensarlo demasiado, deslicé suavemente la puerta y me metí en el vagón de adelante...