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Chapter 5 - capitulo 5 : Amelia hart parte 2

"¡Qué montón de basura!" Se fueron hace horas y todavía no han dado señales de regresar."

Cuando salí del vagón, lo primero que vi fueron unos ojos azules tan intensos, tan profundos, que parecían reflejar todo el cielo nocturno, como si en ellos se escondieran las estrellas de la Vía Láctea.

...

Como una pintura desgastada por el tiempo, la sangre se escurría de su pálido rostro, mientras sus ojos azules contenian una tristeza que trataba de ocultarse tras una expresión indiferente. En el suelo yacían dos cadáveres, y un anciano, postrado, derramaba un mar de lágrimas que parecían absorber la luz del entorno. La escena era impactante, pero, en su tragedia, guardaba una extraña belleza que dejaba sin aliento, como si el dolor y la fragilidad de la vida se entrelazaran en un delicado liezo.

"Loco..."

***

"¿Qué hace Amelia Hart aquí?" , mientras mis pensamientos se deslizaban sin rumbo. No lograba concentrarme, la confusión me invadía por completo.

Muchas especulaciones se agolpaban en mi mente, cada una tratando de tomar forma y sentido. Era como si estuviera atrapado en un torbellino de dudas y posibles escenarios, ninguno de los cuales lograba despejar completamente la confusión que me envolvía. Pero, de repente, algo cambió. Fue como si, en medio de ese caos, las piezas comenzaran a alinearse de manera inesperada. De un momento a otro, las respuestas empezaron a tomar forma, y todo parecía apuntar que los mercenarios no eran más que asesinos, enviados para emboscar a esta chica que, a simple vista, parecía débil. Pero en realidad, era la hija única de uno de los tres gremios más poderosos del mundo: Amanecer.

lo más problable es que, sin darnos cuenta, fuimos simples peones en una guerra de poder. Una ira creciente se apodero de mi que como una pelicula, revivía una y otra vez las mismas escenas: el anciano llorando la pérdida de su esposa, una promesa rota, una vida marcada por el impacto de lo que nunca pudo cumplir. Estaba enfadado, furioso con esta chica, no tenía la culpa, lo sabía, pero aún así me sentía furioso con ella. No era racional, lo entendía, pero la tristeza y la frustración seguían arrastrándome

¡Tring!

[Notificacion del sistema]

-[Misión]

*Sobrevivir (completa)

[felicidades! Has adquirido el rasgo mestro de mil armas]

Haha...

Se termino...

Tres hombres entraron en la sala. Llevaban trajes negros desgastados, Algunos de ellos tenían marcas visibles en sus rostros y manos, cicatrices que no podían ocultar. Sus movimientos eran firmes, pero se notaba que habían sido forzados por la fatiga. Estaban armados, no con armas modernas, sino con bastones o espadas que llevaban en la cintura o colgadas en la espalda.

"Señorita, todo está resuelto", dijo uno de ellos, con un tono firme, aunque marcado por una leve sombra de cansancio.

Ella lo miró brevemente, sin decir nada, y con un leve movimiento de cabeza, asintió.

Me quedé mirándola fijamente, y, después de unos segundos, Amelia se acercó lentamente hacia mí.

...

"¿Qué pasó aquí?", preguntó con voz autoritaria, sin siquiera mirar a los demás, centrándose únicamente en mí, como si esperara una respuesta inmediata y sin concesiones.

Ignorandola, pasé de largo y me acerqué al anciano, que se había desmayado. Traté de ayudarlo, buscando una forma de reanimarlo, sin ganas de decir una sola palabra. No me importaba lo que ella pudiera decir en ese momento.

"Tú...!"

Como sintiendo mi clara negativa alguien se acerco hacien ella y comenzo a contarle todo

Como percibiendo mi clara negativa, alguien se acercó a ella y empezó a explicarle todo.

***

Poco después, las fuerzas de seguridad llegaron al lugar, y su presencia generó un cambio inmediato en el ambiente. La tensión que se había acumulado comenzó a disiparse, pero solo para dar paso a una nueva autoridad. El comandante, con rapidez y determinación, se puso a organizar la evidencia y a tomar declaraciones de los testigos, dirigiendo todo con precisión, como si cada paso estuviera cuidadosamente planeado. Mientras tanto, el caos que había reinado hasta ese momento empezaba a transformarse en un proceso más metódico.

Después de una exhaustiva inspección de antecedentes y tras indagar sobre el motivo de mi viaje, finalmente me dieron permiso para irme. Pasaron lo que parecieron horas revisando mis documentos, interrogándome con una serie de preguntas que iban desde lo más básico hasta lo más detallado. Cada respuesta que daba era analizada minuciosamente, y el ambiente se tornaba cada vez más tenso. Sin embargo, al final, después de lo que parecía una eternidad, me informaron que no había motivos para retenerme más. Con un último vistazo a mis papeles, Me soltaron, dejándome marchar, pero la sensación de haber pasado por una prueba más allá de lo que imaginaba me persiguió. Aunque había salido, algo en mi interior dejo marca mucho más profunda.