Prólogo
El sonido de las olas chocando suavemente contra la orilla era lo único que rompía el silencio a mi alrededor. La brisa salada acariciaba mi piel mientras el sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Por primera vez en meses, sentía paz. Una paz real, como si el mundo finalmente hubiera decidido detenerse un momento para que yo pudiera respirar.
Tenía el collar entre mis manos; sus pequeños detalles brillaban con los últimos rayos del sol. Lo giré entre mis dedos, recordando la primera vez que lo vi. "Es un recordatorio", había dicho Ethan. "De que incluso las cosas más pequeñas pueden cargar grandes significados". En ese momento, no lo entendí del todo. Ahora lo hacía.
Pensé en todo lo que había pasado desde que firmé ese contrato. Mi vida, tan estructurada y predecible, había dado un giro que nunca imaginé. Perdí cosas, claro, pero también gané otras que jamás creí posibles. Ethan…
Ethan Harper. Su nombre apareció en mi mente, acompañado de su sonrisa arrogante y esas malditas frases que siempre lograban descolocarme. Era el hombre más irritante que había conocido y, sin embargo, de alguna manera, también se convirtió en alguien indispensable. Amar a Ethan no había sido fácil. El amor, como aprendí a su lado, era mucho más complicado que los cuentos que me contaban de niña. No era perfecto ni sencillo. Era dolor, dudas, caos… pero también era real.
Cerré los ojos un momento, dejando que los recuerdos fluyeran: sus palabras, nuestras discusiones, los momentos de risa, los secretos compartidos bajo la oscuridad de la noche. Todo lo que él significaba para mí estaba encapsulado en esos meses.
Abrí los ojos y miré el horizonte. ¿Valió la pena? me pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Cada mentira, cada lágrima, cada sonrisa, todo había valido la pena. Porque, en el fondo, a pesar de los errores y las cicatrices, él me había cambiado. Había cambiado lo que yo pensaba del amor y, más importante aún, lo que pensaba de mí misma.
Apreté el collar contra mi pecho y sonreí, dejando que la brisa llevara mis pensamientos hacia donde él estuviera. Ethan había sido mi caos, pero también mi calma. Y mientras el sol desaparecía en el horizonte, supe que, pase lo que pase, nunca lo olvidaría.
Escuché unos pasos detrás de mí, pero no me volví. Sabía perfectamente quién era. Ethan se sentó a mi lado y permanecimos en silencio por un momento. Yo miraba al frente, tratando de alejar mis pensamientos de todo lo que había pasado. Fue él quien rompió el silencio.
—¿Qué haces aquí, Emma? —su voz sonó tranquila, pero con una preocupación que apenas podía disimular.
Lo miré de reojo antes de responder, sin apartar los ojos del collar que tenía entre mis manos, algo que me había acompañado tanto tiempo.
—Salí a distraerme un rato —contesté sin más.
Ethan miró el collar, y su mirada se detuvo en él por un momento, como si el objeto tuviera un significado más allá de lo evidente. Luego, sin apartar los ojos de mis manos, me preguntó:
—¿Aún conservas ese collar?
Lo miré un segundo antes de encogerme de hombros.
—No podía tirar algo tan bonito —respondí, tratando de no pensar en el peso de lo que realmente representaba.
Hubo un instante de silencio en el que pude sentir su mirada en mí. Fue una de esas miradas en las que las palabras se quedan a medio camino, como si ambos estuviéramos pensando lo mismo, pero ninguno se atrevía a decirlo.
Entonces, Ethan suspiró y su tono cambió, como si tomara aire antes de algo importante.
—Emma... —empezó, y por un momento dudó, como si buscara la manera correcta de decir lo siguiente—. Quiero que sepas algo. Estos meses han sido los mejores de mi vida. A pesar de todo, a pesar de las reglas, de los contratos, de todo lo que nos separaba… Yo siempre he querido estar contigo. He aprendido a ver más allá de lo que nos hicieron creer, y lo que vivimos juntos es lo más real que tengo.
Me quedé en silencio, con el corazón latiendo más rápido de lo normal. Ethan sacó algo de su bolsillo, y por un momento no entendí qué era. Cuando lo vi, supe que no era algo que pudiera ignorar: una cajita pequeña que abrió frente a mis ojos.
Dentro de la caja brillaba un anillo. Me quedé sin palabras, mirando el objeto que parecía casi un sueño: un anillo tan sencillo, pero tan cargado de significado.
Ethan me miró fijamente, con esa mirada intensa que siempre me había desconcertado, y me dijo:
—Emma… quiero que seas mi esposa. Pero esta vez, sin reglas, sin contratos, sin nada que nos separe. Solo nosotros. ¿Qué dices?
Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Mi mente comenzó a procesar todo lo que había dicho, pero mi cuerpo estaba congelado en el momento, sin poder emitir ni un solo sonido. No sabía qué decir, ni si estaba lista para esto. La pregunta flotaba en el aire, pero yo seguía sin poder pronunciar una palabra.