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Chapter 3 - Capítulo 3: El Precio de la Rebelión

El eco de las pisadas resonaba en los corredores del santuario mientras Kael, Lira y Halem avanzaban hacia la salida. Aunque habían logrado escapar de las garras del Elegido y reclamar el Fragmento del Crepúsculo, el precio había sido alto. El brillo constante de la marca en el brazo de Kael era un recordatorio de la energía que había consumido, y su cuerpo aún sentía el peso del sacrificio.

El aire fuera del santuario era frío y cortante. La niebla seguía presente, pero había perdido su densidad ominosa. Lira, con su arco en la mano, observaba los alrededores mientras Halem mantenía su hacha lista. Kael, con el Fragmento del Crepúsculo envuelto en un paño, dirigió una última mirada al lugar que casi los había consumido.

—No podemos quedarnos aquí —dijo Lira, rompiendo el silencio. Sus ojos reflejaban cansancio, pero su voz era firme—. Si los dioses saben que lo tenemos, no dudarán en enviar algo peor que un Elegido.

—Tiene razón —respondió Halem, girando su mirada hacia Kael—. Pero necesitamos un plan. No podemos enfrentarlos en este estado.

Kael asintió, sintiendo el peso de sus decisiones. De repente, una nueva notificación del sistema apareció ante él:

Nueva Misión: La Red de Resistencia

Descripción: Encuentra un refugio seguro donde puedas preparar tu próximo movimiento. Conéctate con la red de rebeldes que luchan contra los dioses.

Recompensa: Información clave sobre los próximos movimientos de los dioses y un objeto estratégico.

Advertencia: El tiempo es limitado.

—¿Refugio? —preguntó Halem, alzando una ceja—. No sabía que había otros como nosotros.

—Ni yo —respondió Kael, cerrando la ventana del sistema—. Pero si hay una red de resistencia, debemos encontrarla. Será nuestra mejor oportunidad de planificar y fortalecernos.

El Camino al Refugio

El grupo avanzó por el desfiladero, sus sentidos alertas ante cualquier señal de peligro. A medida que se alejaban del santuario, las sombras parecían alargarse, como si el propio mundo los estuviera vigilando.

—¿Cómo sabemos a dónde ir? —preguntó Lira mientras escalaban un terreno rocoso.

Kael revisó el sistema. Una marca brillaba en el mapa, señalando un punto en una región al norte, más allá de un bosque oscuro.

—Está al norte —respondió—. Un bosque que los dioses evitan por razones desconocidas.

—¿Y eso no te preocupa? —Halem bufó, ajustando su hacha en el hombro.

—Todo esto me preocupa —replicó Kael con una mirada seria—. Pero no tenemos opción.

El camino hacia el bosque estuvo plagado de desafíos. Desde criaturas menores, corrompidas por la influencia divina, hasta terrenos traicioneros que ponían a prueba su resistencia. En una ocasión, casi fueron emboscados por un grupo de bandidos que parecían haber caído bajo el control de una fuerza superior.

Fue Kael quien lideró al grupo a través de estas adversidades, cada decisión calculada pero cargada de tensión. Halem y Lira confiaban en él, pero las cicatrices de las batallas anteriores seguían presentes, tanto físicas como emocionales.

 

 

Encuentro en el Bosque

Al caer la noche, llegaron al límite del bosque. Los árboles eran altos y retorcidos, sus ramas parecían susurrar con el viento. Una sensación de inquietud llenó el aire.

—Aquí es —dijo Kael, mirando el mapa.

Lira se arrodilló junto a un árbol, tocando el suelo con la punta de sus dedos.

—Hay algo… antiguo en este lugar —murmuró—. Como si el bosque mismo estuviera vivo.

De repente, una figura salió de entre las sombras. Era un hombre encapuchado, con una máscara de madera que cubría la mitad de su rostro. Sus movimientos eran fluidos, casi felinos.

—Han traído el fragmento —dijo con voz baja pero autoritaria—. Siganme.

—¿Quién eres? —preguntó Halem, alzando su hacha en un gesto defensivo.

—Un aliado —respondió el hombre, sin inmutarse—. Y si desean sobrevivir, deberían confiar en mí.

Kael asintió. No había tiempo para discutir. Siguieron al hombre por senderos ocultos en el bosque, hasta llegar a una pequeña aldea camuflada por la vegetación. Allí, otras figuras emergieron, todas cubiertas con túnicas oscuras.

Revelaciones

En el centro de la aldea, el encapuchado los llevó a una sala iluminada por un fuego tenue. Un mapa del continente cubría una pared, marcado con símbolos y rutas.

—Somos la Red de Resistencia —dijo, quitándose la capucha y revelando un rostro marcado por cicatrices—. Llevamos años planeando este momento, esperando que alguien reclamara el Fragmento del Crepúsculo.

Kael se adelantó, colocando el fragmento sobre una mesa.

—Lo tenemos, pero necesitamos respuestas. ¿Qué viene ahora?

El hombre sonrió levemente, aunque sus ojos permanecían serios.

—Ahora viene lo difícil. Prepararnos para la guerra. Pero primero, hay algo que debes entender: los dioses ya no subestiman a los humanos. Vendrán por nosotros con todo lo que tienen.

Kael asintió, sabiendo que las palabras del hombre eran verdad. Mientras las llamas parpadeaban, la resolución en su interior creció.

La Tregua Antes de la Tormenta

El grupo fue conducido a un refugio subterráneo bajo la aldea, un laberinto de túneles y cámaras reforzadas con magia antigua. Allí, la Red de Resistencia almacenaba armas, provisiones y documentos estratégicos que detallaban los movimientos de los dioses y sus emisarios.

Kael, Halem y Lira se reunieron en una sala junto al líder encapuchado, quien se presentó como Darion. Su voz era firme y sus palabras llevaban el peso de alguien que había enfrentado las injusticias divinas durante décadas.

—Los dioses han gobernado durante milenios, creyendo que nadie podría desafiarlos. Pero el Fragmento del Crepúsculo es nuestra clave. Cada fragmento contiene un secreto que ellos no quieren que descubramos —explicó Darion, señalando el mapa en la pared—. El que poseen es solo el primero de muchos.

Kael frunció el ceño.

—¿Cuántos más hay?

Darion lo miró directamente a los ojos.

—Nadie lo sabe con certeza, pero las leyendas hablan de siete. Cada uno tiene el poder de alterar el equilibrio del mundo, y juntos podrían destruir el dominio de los dioses para siempre.

Halem dejó escapar un silbido bajo.

—Siete fragmentos. Como si con uno no hubiéramos tenido suficiente problema.

—Cada fragmento está protegido por pruebas y guardianes más letales que el Elegido que enfrentaron —continuó Darion, ignorando el comentario—. Pero también hay aliados en las sombras, aquellos que han sufrido bajo el yugo divino y están dispuestos a unirse a nuestra causa.

Kael asintió lentamente, procesando la información.

—¿Dónde está el próximo fragmento?

Darion señaló un punto en el mapa, ubicado en un desierto vasto al este.

—Aquí. Las Ruinas de Sahael. Un lugar donde la arena consume todo, y los vientos cantan canciones de los condenados. El segundo fragmento está enterrado en sus profundidades. Pero para llegar allí, primero deberán atravesar las Llanuras de Tormentas, un territorio controlado por los apóstoles de Zairos, el dios de la guerra.

Lira alzó una ceja.

—¿Y cómo se supone que llegaremos allí sin ser detectados?

Darion sonrió levemente, como si hubiera anticipado la pregunta.

—Ahí es donde entra esto.

De una caja cuidadosamente sellada, sacó un objeto envuelto en un paño de seda negra. Al descubrirlo, reveló un amuleto de obsidiana que brillaba con una luz tenue en su interior, como si un fuego estuviera atrapado en su núcleo.

—El Amuleto de las Sombras —dijo Darion—. Con esto, podrán ocultar su presencia de los sentidos divinos. Pero úselo con cuidado. Su poder es limitado, y cada uso atrae una fracción de atención hacia su portador.

Kael tomó el amuleto con reverencia, sintiendo un escalofrío recorrer su brazo.

—No lo desperdiciaremos —prometió.

Preparativos y Partida

Pasaron la noche en el refugio, recuperando fuerzas y preparando provisiones. Halem reforzó su armadura con placas metálicas adicionales que encontró en el almacén, mientras Lira ajustaba su arco con cuerdas encantadas. Kael, por su parte, estudió el mapa y habló con Darion sobre las posibles rutas y amenazas.

Antes del amanecer, el grupo estaba listo para partir. La aldea los despidió en silencio, sus habitantes observando desde las sombras. Algunos ofrecieron bendiciones, otros simplemente inclinaban la cabeza en señal de respeto.

Darion los acompañó hasta el límite del bosque.

—Recuerden esto: no están solos. Cada paso que den en esta lucha es un paso para liberar a todos los que hemos sufrido bajo la opresión de los dioses.

Kael estrechó la mano del líder.

—Lo recordaremos.

Con el amuleto guardado y el Fragmento del Crepúsculo bien protegido, el grupo se adentró en las llanuras que se extendían más allá del bosque, listos para enfrentar el próximo desafío.

Ecos de los Perdidos (Parte Extendida)

El viento aullaba como un lamento ancestral mientras Kael, Halem y Lira avanzaban por las Llanuras de Tormentas. Las nubes oscuras giraban en espirales caóticas sobre sus cabezas, y ocasionales relámpagos iluminaban el terreno baldío con destellos fantasmales. Cada paso parecía una batalla contra la naturaleza misma.

—Esto no es normal —murmuró Lira, deteniéndose un momento para mirar el horizonte cubierto de una bruma eléctrica—. Estas tormentas… no deberían durar tanto tiempo.

Kael apretó los dientes. Las Llanuras de Tormentas siempre habían sido peligrosas, pero la intensidad de los fenómenos recientes era inusual incluso para este lugar maldito.

—Probablemente los dioses están jugando con nosotros otra vez —respondió con amargura—. Intentando hacernos retroceder.

Halem bufó, ajustando su hacha sobre su hombro.

—Pues que sigan intentándolo. No nos detendrán.

De repente, una figura emergió entre la bruma. Un hombre delgado, cubierto con una capa raída, caminaba hacia ellos con pasos vacilantes. Tenía el rostro demacrado y los ojos hundidos, como si hubiera vagado por días sin descanso. Al ver al grupo, levantó las manos en señal de paz.

—Por favor, no ataquen. No soy un enemigo —dijo con una voz rasposa.

Kael intercambió una mirada con Halem y Lira antes de dar un paso adelante.

—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

El hombre tragó saliva, visiblemente nervioso.

—Soy… soy un buscador. Mi nombre es Therris. Vine a las ruinas de Sahael en busca de respuestas, pero… —su voz tembló, y sus ojos se llenaron de terror—. Hay algo allí. Algo que no debería existir.

Lira frunció el ceño, dando un paso al frente.

—¿Qué viste? Habla claro.

Therris miró alrededor, como si temiera que alguien lo estuviera escuchando. Finalmente, murmuró:

—Sombras que toman forma. Espíritus que susurran tus peores miedos. No son humanos, pero tampoco son monstruos normales. Están… vigilando algo. Algo antiguo.

Kael sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de Therris encajaban demasiado bien con lo que el sistema había advertido. Las Ruinas de Sahael no serían solo un desafío físico; también pondrían a prueba su voluntad.

—Necesitamos llegar allí —dijo Kael con firmeza—. Si sabes algo que pueda ayudarnos, será mejor que lo compartas ahora.

Therris asintió lentamente, sacando un pequeño pergamino de su capa. Lo extendió hacia Kael.

—Este mapa señala un camino más seguro para llegar a las ruinas. Pero les advierto… incluso con esto, no será fácil. Yo… no puedo acompañarlos. Lo siento.

—No te pedimos que lo hicieras —respondió Halem con brusquedad—. Gracias por el mapa. Ahora sigue tu camino.

Mientras Therris desaparecía en la bruma, el grupo estudió el mapa. Kael no podía evitar preguntarse si el hombre estaba siendo completamente honesto. Había algo en su mirada que no terminaba de convencerlo.

El Camino Oculto

Siguiendo el mapa, encontraron un sendero estrecho que serpenteaba por un desfiladero. Aunque el terreno era difícil, las tormentas parecían menos intensas en este lugar. Sin embargo, la sensación de ser observados no desaparecía.

Lira, que caminaba unos pasos por delante, se detuvo de repente.

—Hay algo aquí —susurró.

Kael desenfundó su espada, y Halem preparó su hacha. Un segundo después, unas criaturas emergieron de entre las rocas. Eran humanoides, pero sus cuerpos estaban cubiertos de un brillo metálico oscuro. Sus ojos vacíos emitían un resplandor rojo.

—¡Sombras animadas! —gritó Lira mientras disparaba una flecha directamente a la cabeza de una de las criaturas. La flecha atravesó el cráneo, pero la criatura no cayó.

—¡Apunten a los núcleos en el pecho! —ordenó Kael, recordando algo que había leído en el sistema.

El combate fue intenso. Las criaturas eran rápidas y coordinadas, obligando al grupo a trabajar en perfecta sincronía. Kael logró cortar el núcleo de una, mientras Halem derribaba a otra con un golpe brutal. Lira cubría sus flancos, disparando flechas con precisión mortal.

Finalmente, cuando la última sombra cayó, el grupo se dejó caer al suelo, exhausto.

—Si esto es lo que nos espera antes de llegar a las ruinas, no quiero imaginar lo que encontraremos dentro —murmuró Halem.

Kael miró hacia el horizonte, donde la silueta de las Ruinas de Sahael comenzaba a ser visible. Su mandíbula se tensó.

—No importa lo que enfrentemos. Llegaremos al corazón de esas ruinas y tomaremos lo que nos pertenece.

Epílogo del Capítulo 3

Mientras el grupo continuaba su marcha, un mensaje del sistema apareció frente a Kael:

Misión actualizada: Herencia de los Perdidos.

Objetivo: Penetra en el santuario interior de las Ruinas de Sahael y recupera la Reliquia de la Aurora.

Advertencia: La influencia de los dioses es más fuerte aquí. Prepárate para pruebas de cuerpo, mente y alma.

Kael cerró el mensaje y apretó la empuñadura de su espada. Las cadenas rotas en su brazo brillaron débilmente, recordándole que su lucha no era solo contra los dioses, sino contra la desesperación que ellos sembraban.

Las Ruinas de Sahael estaban cerca, y con ellas, una nueva prueba que decidiría no solo su destino, sino también el de todos los que creían en su causa.