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Chapter 4 - Capítulo 4: La Prueba del Crepúsculo

La Entrada Sellada

El aire era denso, cargado de polvo y el olor penetrante de la piedra antigua. Kael, Lira y Halem se encontraban frente a la monumental puerta de las Ruinas de Sahael, una obra maestra de la arquitectura ancestral. A pesar de los siglos, los grabados que cubrían la puerta parecían casi vivos, pulsando con un resplandor que emitía una energía inquietante.

—Nunca había visto una estructura como esta —comentó Lira, inspeccionando los grabados. Su tono estaba cargado de asombro, pero también de cautela.

Halem bufó, apoyándose en su hacha mientras observaba los alrededores.

—Es una puerta. Si no podemos abrirla, simplemente la derribamos.

Kael ignoró el comentario. Sus ojos estaban fijos en el grabado central: una representación de un humano con cadenas rotas, similar a la marca en su brazo. La conexión era innegable.

—No creo que sea tan simple —respondió Kael, su voz baja pero firme. Tocó la superficie de la puerta, y la marca en su brazo comenzó a brillar con intensidad, como si respondiera al llamado de la estructura.

De repente, un temblor recorrió el suelo, y un mecanismo interno comenzó a resonar. Lira retrocedió instintivamente.

—¡Kael! Algo se está activando.

Antes de que pudieran reaccionar, las paredes circundantes cobraron vida. De los nichos ocultos emergieron guardianes de piedra, sus formas toscas pero imponentes. Cada uno sostenía un arma tallada, ya fueran espadas, mazas o escudos.

Halem soltó un rugido.

—¡Sabía que no sería tan fácil! —gritó mientras cargaba contra el guardián más cercano.

Kael desenvainó su espada en un movimiento fluido y se colocó junto a Halem, bloqueando un golpe descendente de una maza. El impacto hizo que su brazo vibrara, pero logró mantenerse firme.

Lira, manteniendo la distancia, disparó una flecha que voló directamente hacia la cabeza de uno de los guardianes. Aunque el proyectil se incrustó, apenas hizo mella en la estructura rocosa.

—¡Apunta a las grietas y juntas! —gritó Lira, mientras se desplazaba ágilmente por el perímetro, buscando un mejor ángulo.

Kael ajustó su postura, centrando su atención en las articulaciones de su enemigo. Con un golpe preciso, su espada atravesó la rodilla de uno de los guardianes, haciéndolo caer con un estruendo.

El combate fue feroz. Cada guardián parecía poseer una resistencia sobrehumana, y sus movimientos, aunque lentos, eran devastadores. Halem bloqueó un golpe con su hacha, pero el impacto lo obligó a retroceder varios pasos.

—¡Malditos bloques de piedra! —gruñó, girando su arma con fuerza para aplastar el torso de su oponente.

Kael, viendo una abertura, lanzó una estocada directa al pecho de otro guardián, perforándolo justo donde las runas brillaban con mayor intensidad. La criatura se desplomó, pero no antes de que una descarga de energía recorriera la espada, quemando ligeramente la mano de Kael.

Finalmente, cuando el último guardián cayó, un estruendo anunció que la puerta comenzaba a abrirse. Su movimiento lento y pesado reveló un pasaje oscuro que parecía descender hacia las profundidades.

Kael limpió el sudor de su frente, su respiración agitada.

—Esto fue solo una prueba —dijo, su tono lleno de determinación.

—Si esto es el recibimiento, no quiero imaginar lo que nos espera dentro —murmuró Lira, guardando su arco.

Halem sonrió, a pesar de las heridas en su cuerpo.

—Al menos esto está poniéndose interesante.

Los tres cruzaron la entrada con cautela, conscientes de que lo que yacía más allá sería aún más desafiante.

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Los Pasillos del Lamento

El interior de las ruinas era como entrar en otro mundo. Los pasillos estrechos y oscuros estaban decorados con inscripciones y murales que parecían contar una historia. Las antorchas en las paredes emitían una luz azulada, como si se hubieran encendido solas al sentir su presencia.

—Estas inscripciones… —Lira se detuvo frente a uno de los murales, pasando los dedos sobre las marcas—. Hablan de un pacto roto. De cómo esta civilización desafió a los dioses y pagó el precio.

Kael se acercó, su atención dividida entre las palabras y las figuras representadas. Humanos encadenados se arrodillaban ante tronos vacíos, mientras figuras divinas los observaban desde arriba con ojos llenos de juicio.

—No es solo una advertencia. Es un grito de desesperación —murmuró Kael.

Halem, que se mantenía unos pasos más atrás, inspeccionaba el suelo con desconfianza.

—Sea lo que sea, no me gusta. Estos lugares siempre están llenos de trampas y cosas que quieren matarte.

Como para confirmar sus palabras, un clic resonó en el suelo. Antes de que pudieran reaccionar, una sección del pasillo comenzó a derrumbarse, revelando un abismo debajo.

—¡Cuidado! —gritó Kael, empujando a Lira fuera del alcance de una losa que caía.

El grupo avanzó con precaución renovada, esquivando las trampas que parecían activarse con cada paso. Las antorchas parpadeaban, y en el aire resonaban sonidos de susurros, como si las paredes mismas estuvieran hablando.

Llegaron a una cámara más amplia donde un pedestal en el centro brillaba con intensidad. Sobre él descansaba una gema de un azul profundo, rodeada por runas que pulsaban con energía.

—¿Ese es el siguiente fragmento? —preguntó Halem, acercándose lentamente.

Kael negó con la cabeza.

—No. Pero algo me dice que esto es importante.

Cuando Kael tocó la gema, el sistema reaccionó al instante, proyectando un mensaje frente a él:

"Artefacto obtenido: Gema de Luz Estelar"

Descripción: Puede iluminar los caminos más oscuros y revelar verdades ocultas.

—Esto será útil —dijo Kael mientras guardaba la gema.

El temblor de las paredes y el ruido de pasos apresurados les hizo saber que no estaban solos.

—¡Preparémonos! —ordenó Kael, mientras el sonido de enemigos acercándose llenaba la cámara.

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Los Custodios de la Sombra

El temblor se intensificó, y del pasillo principal comenzaron a emerger figuras que parecían hechas de humo sólido. Eran humanoides, con ojos como brasas ardientes y armas formadas por la misma oscuridad que los envolvía. Cada movimiento suyo era rápido y letal, casi como si fueran sombras vivas.

—¿Qué demonios son esas cosas? —preguntó Halem, ajustando el agarre en su hacha.

Lira retrocedió hacia una posición más segura, mientras tensaba su arco.

—No sé qué son, pero no parece que vengan en son de paz.

Kael desenvainó su espada, que todavía emitía un tenue resplandor de su último encuentro.

—No pierdan la calma. Si tienen una forma física, pueden ser derrotados.

Uno de los seres se lanzó contra Kael con una rapidez alarmante, pero Kael logró esquivar el golpe en el último momento, contraatacando con un corte horizontal que desintegró parcialmente el brazo de su enemigo. Sin embargo, el humo comenzó a regenerarse casi de inmediato.

—¡No se regeneran fácilmente! Aprovechen cuando estén debilitados —gritó Kael.

Halem soltó un rugido mientras golpeaba a otro enemigo, dividiéndolo en dos. Aunque el ser comenzó a reconstituirse, el tiempo que le tomó regenerarse le permitió a Halem aplastarlo completamente con un segundo golpe devastador.

Lira, observando el patrón de movimiento de las sombras, disparó una flecha directa al núcleo brillante en el pecho de una de ellas. La criatura se desintegró al instante.

—¡Apunten a sus núcleos! —alertó, disparando otra flecha con precisión mortal.

Kael siguió el consejo de Lira, ajustando su estrategia. Con un movimiento calculado, esquivó el ataque de otro guardián de sombras y hundió su espada en el núcleo del ser, destruyéndolo por completo.

El combate se prolongó mientras los enemigos seguían apareciendo. Sin embargo, con cada victoria, el grupo se volvía más eficiente, aprendiendo a coordinar sus ataques y a explotar las debilidades de sus adversarios.

Finalmente, cuando el último de los guardianes cayó, el silencio volvió a reinar en la sala. Kael respiraba con dificultad, pero sus ojos estaban llenos de determinación.

—Esto no es todo. Algo más nos espera —dijo, mirando hacia un portal que había comenzado a formarse en la pared opuesta.

La gema que Kael había obtenido antes comenzó a brillar intensamente, como si reaccionara al portal.

—Creo que esta gema es la clave —dijo Lira, acercándose al portal. La energía de la gema parecía resonar con la del portal, estabilizándolo.

Kael, Halem y Lira intercambiaron miradas. El cansancio era evidente, pero también lo era su resolución.

—No vinimos hasta aquí para retroceder —dijo Halem, avanzando hacia el portal con una sonrisa desafiante.

Kael asintió, tomando la gema y sosteniéndola frente al portal. La energía que emitía se intensificó, y una luz cegadora llenó la sala mientras el portal se activaba completamente.

—Prepárense. Esto apenas comienza —dijo Kael, dando el primer paso hacia lo desconocido.

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El Santuario de los Ecos

El portal los transportó a un espacio completamente diferente. Era un vasto salón lleno de columnas quebradas que parecían extenderse hacia un cielo inexistente. Ecos de voces susurraban en el aire, como si las almas de quienes habían perecido allí todavía estuvieran atrapadas en ese lugar. El ambiente era pesado, y el frío calaba hasta los huesos.

Kael sostuvo la gema firmemente mientras esta emitía un leve brillo, indicando la dirección en la que debían avanzar.

—Esto no parece un lugar común —dijo Lira, estudiando las inscripciones en una de las columnas. Estaban escritas en una lengua antigua, pero las palabras parecían cambiar y deformarse cuando trataba de enfocarse.

Halem se cruzó de brazos, observando el espacio con cautela.

—Un santuario de los dioses. Probablemente uno que no quieren que nadie encuentre.

Kael avanzó con pasos firmes, guiado por la gema. Cada vez que daba un paso, las voces parecían intensificarse, susurrando palabras incomprensibles pero que transmitían una sensación de advertencia.

—Están tratando de desmoralizarnos —dijo Kael, sin detenerse—. No caigan en su juego.

Tras unos minutos de marcha, el grupo llegó al centro del santuario, donde un pedestal se alzaba entre un círculo de columnas. Sobre el pedestal descansaba un objeto extraño: una máscara de metal negro, con líneas intrincadas que parecían formar un patrón de cadenas entrelazadas.

Notificación del Sistema:

Has encontrado: Máscara del Anacoreta

Descripción: Un objeto imbuido con el poder de resistir la influencia divina. Reduce el impacto de habilidades mentales y permite a su portador comunicarse con ecos del pasado.

Misión actualizada: Activa el Santuario.

—Así que esta es nuestra recompensa —dijo Halem, acercándose al pedestal—. Pero, ¿qué significa "activar el santuario"?

Antes de que pudieran responder, las columnas comenzaron a brillar con una luz pálida, y las voces en el aire se convirtieron en gritos. La sala entera tembló, y una figura etérea apareció frente a ellos. Era alta, envuelta en un manto de energía oscura, y portaba una espada que parecía hecha de sombras.

—Intrusos —dijo la figura, su voz resonando como un trueno—. Este lugar está prohibido para los mortales.

Kael se plantó frente a sus compañeros, sosteniendo la gema en una mano y su espada en la otra.

—No somos intrusos. Hemos venido a reclamar lo que los dioses nunca debieron robar: nuestra libertad.

La figura levantó su espada, y el aire alrededor de ella pareció solidificarse. Con un movimiento rápido, lanzó un golpe que Kael apenas logró bloquear. La fuerza del impacto lo empujó hacia atrás, mientras Halem y Lira se preparaban para unirse al combate.

—¡No podemos fallar aquí! —gritó Kael, apretando los dientes mientras sentía cómo la gema en su mano reaccionaba al poder de la figura.

El combate comenzó. Halem atacó con su hacha, pero la espada etérea de la figura bloqueaba cada golpe con facilidad. Lira disparaba flechas desde la distancia, buscando una apertura, pero la figura parecía anticipar cada uno de sus movimientos.

Kael, sintiendo que el tiempo se agotaba, sostuvo la gema con ambas manos. Una notificación apareció ante sus ojos:

Habilidad vinculada al objeto: Memoria del Anacoreta

Descripción: Permite canalizar la energía del santuario para debilitar entidades etéreas.

¿Activar? [Sí/No]

Kael seleccionó "Sí" sin dudarlo. La gema emitió una explosión de energía que llenó el salón, debilitando a la figura etérea. Sus movimientos se volvieron más lentos, y su forma comenzó a desestabilizarse.

—¡Ahora! —gritó Kael.

Halem lanzó un golpe final, rompiendo la espada de sombras de la figura. Lira disparó una flecha directamente al núcleo de energía en su pecho, desintegrándola por completo.

El santuario se quedó en silencio, y las luces en las columnas comenzaron a apagarse lentamente. La Máscara del Anacoreta flotó hacia Kael, quien la tomó con cuidado.

Notificación del Sistema:

Misión completada: Activa el Santuario.

Recompensa obtenida: Máscara del Anacoreta.

Nueva misión: Investiga los orígenes del Anacoreta.

Kael miró a sus compañeros, todavía recuperándose de la batalla.

—Esto no es solo un objeto. Es una pista, una puerta a algo más grande.

Lira asintió, con una mezcla de alivio y preocupación en su rostro.

—Y una advertencia de que no estamos solos en este camino.

Halem se rió entre dientes, levantando su hacha.

—Si vienen más desafíos como este, que vengan. Estamos listos.

Kael guardó la máscara con cuidado y observó cómo el portal volvía a abrirse frente a ellos. Sabía que el camino apenas comenzaba, pero cada paso que daban los acercaba más a la verdad que los dioses habían ocultado durante tanto tiempo.

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El Legado del Anacoreta

El portal los devolvió al mundo exterior, un páramo cubierto por un cielo gris oscuro y nubes que parecían agitarse con vida propia. Alrededor, el terreno estaba desolado, con árboles muertos que se alzaban como sombras retorcidas y un viento que traía un murmullo casi incesante, similar al eco del santuario que acababan de abandonar.

Kael ajustó la máscara recién adquirida en su mochila, observando a su alrededor con cautela. La notificación del sistema seguía visible, recordándole la misión pendiente:

Nueva misión: Investiga los orígenes del Anacoreta.

Pista: Viaja al Bastión de Ceniza, donde el eco del pasado aún persiste.

—Bastión de Ceniza… —musitó Lira, rompiendo el silencio—. He oído de ese lugar. Una fortaleza en ruinas al norte, rodeada por un desierto que nadie en su sano juicio cruzaría.

—Parece que no estamos en nuestro sano juicio entonces —respondió Halem con una sonrisa torcida, aunque su tono intentaba enmascarar la preocupación.

Kael asintió, mirando la brújula que había aparecido en su interfaz tras aceptar la misión. Una luz débil parpadeaba hacia el norte, marcando la dirección del Bastión.

—No hay tiempo que perder. Cada paso que damos nos acerca más a lo que los dioses nos han robado.

Comenzaron su travesía. El terreno era traicionero, con grietas ocultas y un suelo que cedía al menor peso. El aire se sentía más pesado con cada kilómetro, como si algo o alguien intentara detenerlos.

Tras varias horas de marcha, Lira levantó la mano, indicando que se detuvieran. Señaló un conjunto de rocas en la distancia. Había algo extraño en ellas: parecían moverse ligeramente, como si respiraran.

—Eso no es natural —dijo en voz baja, mientras cargaba su arco con una flecha.

Halem entrecerró los ojos, observando con atención. Sus instintos le decían que algo no estaba bien.

—¿Creen que es una criatura? —preguntó.

Antes de que Kael pudiera responder, las rocas comenzaron a transformarse. Una figura colosal emergió, formada por piedra y ceniza. Sus ojos eran dos esferas brillantes, y su cuerpo parecía estar alimentado por un fuego interno.

—Guardiana del Bastión detectada —anunció el sistema en un tono monótono.

Advertencia: Nivel de amenaza alto.

El Guardián rugió, y el suelo tembló bajo sus pies. Con un movimiento sorprendentemente rápido, levantó uno de sus brazos, que era más bien un mazo de roca, y lo estrelló contra el suelo. La onda expansiva los lanzó hacia atrás.

Kael se levantó rápidamente, sintiendo el peso del combate que se avecinaba. Sostuvo su espada y miró a sus compañeros.

—Lira, apunta a sus ojos. Halem, mantén su atención en ti. Yo buscaré una abertura.

El plan se puso en marcha. Halem cargó contra el Guardián con un rugido, su hacha golpeando las piernas de roca de la criatura. Aunque el impacto apenas dejó una grieta, logró atraer la atención del coloso. Lira disparó una flecha que voló directamente hacia uno de sus ojos brillantes. La flecha se incrustó, causando que el Guardián retrocediera con un gruñido de dolor.

Kael aprovechó la distracción. Activó una habilidad que le permitió moverse con mayor velocidad, esquivando los golpes del Guardián mientras buscaba un punto débil en su estructura. Finalmente, notó una grieta en el pecho de la criatura, donde el fuego interno parecía arder con más intensidad.

—¡Cubre su flanco izquierdo! —gritó Kael.

Halem obedeció sin dudar, lanzando un golpe con toda su fuerza al brazo izquierdo del Guardián, que se fracturó parcialmente. Lira continuó disparando flechas, apuntando al ojo restante, hasta que logró cegarlo completamente.

Kael aprovechó el caos y saltó hacia el pecho de la criatura, clavando su espada en la grieta. La espada vibró al entrar en contacto con la energía del Guardián, y una explosión de luz los envolvió a todos.

Cuando el resplandor se desvaneció, el Guardián yacía en el suelo, reducido a un montón de rocas inertes. En el centro de los restos, algo brillaba tenuemente. Kael se acercó y encontró un fragmento de cristal oscuro, que parecía palpitar con energía.

Notificación del Sistema:

Has obtenido: Fragmento del Núcleo del Guardián.

Descripción: Un fragmento que contiene la memoria de un Guardián. Puede ser utilizado para desbloquear información sobre lugares protegidos por los dioses.

Kael guardó el fragmento, sintiendo que este sería clave para entender los secretos del Bastión de Ceniza.

—Esto es solo el comienzo —dijo, su voz firme a pesar del agotamiento.

Lira y Halem lo miraron, ambos conscientes de que el camino que seguían solo se volvería más difícil.

—Entonces sigamos adelante —respondió Halem, levantando su hacha con determinación.

El grupo reanudó su marcha hacia el norte, dejando atrás los restos del Guardián. Aunque las heridas del combate eran visibles, la esperanza de avanzar hacia la verdad los impulsaba.

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Epílogo del Capítulo 4: El Último Umbral

El grupo se detuvo al borde de un vasto precipicio. Ante ellos se extendía un abismo insondable, con plataformas flotantes conectadas por caminos inestables de roca y energía chispeante. En el horizonte, una torre negra se alzaba imponente, rodeada por un remolino de nubes tormentosas.

Kael sostuvo el "Fragmento del Núcleo del Guardián" en su mano, sintiendo cómo este pulsaba débilmente, como si respondiera a la energía del lugar. La voz del sistema resonó en su mente:

Nueva Misión Principal Desbloqueada: 'El Bastión de Ceniza'

Objetivo: Alcanzar la Torre del Bastión y activar el Círculo de Reclamación.Recompensa: Habilidad desconocida, fragmento adicional del Crepúsculo.Peligro: Nivel extremo.

Kael miró a sus compañeros. Lira se inclinaba sobre su arco, vigilante, mientras Halem afilaba su hacha con movimientos lentos y metódicos.

—¿Están listos? —preguntó Kael, su voz firme aunque su mente pesaba con la incertidumbre.

—Listos no es la palabra correcta, pero no nos detendremos aquí —respondió Halem, con una sonrisa desafiante.

—Esta vez hay que ser más cuidadosos. Algo me dice que los dioses no solo están observando… —agregó Lira, su mirada fija en la torre.

Mientras daban el primer paso hacia el precario camino, el cielo se iluminó con un rayo, y un rugido ensordecedor resonó en la distancia. La batalla aún no había comenzado, pero el campo de guerra ya los esperaba.

Kael apretó la empuñadura de su espada, sus ojos brillando con determinación. Sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.

"Si este es el umbral hacia nuestra libertad, entonces lo cruzaremos, sin importar el costo."

Con esa promesa, el grupo desapareció en la penumbra, mientras la torre los observaba, como un guardián que esperaba a los intrusos.