Perdido en sus pensamientos, el Dragón Blanco se quedó observando el atardecer hasta que lentamente se hizo de noche.
El dragón estaba sumido en la quietud, pensativo y distante, mientras sus emociones parecían desbordarse internamente. Decidió no investigar más, dejando que sus pensamientos tomaran su propio curso.
A medida que pasaban las horas, se sentía más y más solo en su meditación, observando el amanecer como si fuera un sueño lejano.
—Buenos días, pequeño dragón… ¿Hambriento? —dijo en tono tranquilo, observando la actitud del joven dragón, aún sumido en sus pensamientos—. Hmm, ¿por qué sigue con esa misma actitud? ¡Oye! Si sigues deprimido serás presa fácil de los depredadores… (Suspiro) Ya no puedo más con la intriga… Veamos qué le sucede.
Dentro de la mente del Dragón Blanco, todo era un caos. Pensamientos negativos invadían su conciencia poco a poco.
—Hmm, comprendo la situación… Tengo que sacarte esas malas vibras a la fuerza, pequeño amigo… (Suspiro) Es hora de tomar un papel más importante.
La voz divina, profunda y tranquila, lo interrumpió, provocando que el dragón se levantara rápidamente del suelo, sorprendido.
—Todo camino tiene sus dificultades… Decisiones difíciles requieren voluntades fuertes —dijo la voz, como un suave recordatorio.
El joven dragón, completamente desconcertado, se puso de pie rápidamente, su cuerpo vibrando con la sensación de algo inmenso y trascendental.
—¡Dios dragón primordial! Me someto ante usted, dígame… ¿cuál es el motivo de su venida? —dijo, con un profundo respeto, pero también una sombra de incertidumbre.
La voz divina respondió sin prisa, calmada.
—Tu conciencia no está tranquila, Dragón Blanco. ¿Qué es lo que te aflige?
El dragón, visiblemente confundido y vulnerable, habló con humildad.
—Dios dragón, hace poco yo… no tuve las fuerzas ni la voluntad suficiente requeridas… En este momento estaría muerto de no ser por Voz de la Sabiduría… No creo ser un siervo que esté a la altura de sus expectativas, seguramente habrá alguien mejor que yo que esté mejor capacitado.
Con una firmeza que resonó en la mente del dragón, la voz divina respondió con aliento.
—¿Y qué? Aún eres joven, tendrás otras oportunidades para demostrarme tu valía. No dejes que situaciones como esta definan quién eres, sino quién podrás ser… Tú eliges tus límites, como tus ambiciones… Entonces, dime, ¿puedo confiar en que no me equivoqué al elegirte?
El Dragón Blanco, con lágrimas brotando de sus ojos, alzó la cabeza hacia los cielos, su voz temblando pero llena de determinación.
—¡Nadie evitará que cumpla con la misión divina que me fue encomendada!
Sintió como una nueva fuerza emergía de su interior, sin dudas, sin miedo.
Con una respiración profunda y un cambio de actitud, el Dragón Blanco decidió seguir adelante con su misión, determinando en su mente que no sería débil más.
—No puedo seguir siendo débil, necesito controlar mi nuevo poder a voluntad. Estoy seguro de que mi capacidad física y elemental puede aumentar mucho más en comparación cuando solo era un dragón de fuego normal… Voz de la Sabiduría, guíame a un lugar donde pueda entrenar con seguridad.
La voz respondió con precisión y seguridad.
—[Calculando ruta]
—[Ubicación encontrada]
—[El lugar idóneo que más se adapta a las necesidades del Dragón Blanco se encuentra a 3 kilómetros de distancia hacia el sur desde aquí]
—Perfecto —respondió el dragón con firmeza.
Se movió rápidamente por el suelo, sus patas impulsando su cuerpo con velocidad y destreza, evitando llamar la atención mientras avanzaba hacia el lugar que había indicado la voz.
—¿Esto es… una cueva? Supongo que aquí nadie logrará verme o sentirme —pensó, aliviado de encontrar un lugar donde podría estar seguro para continuar su entrenamiento.
Sin desconfianza, el dragón entró en la cueva oscura, la cual dificultaba la visibilidad.
—Esto es inconveniente… Voz de la Sabiduría, ¿hay alguna habilidad que me pueda servir?
—[Activando habilidad, Luz Resplandeciente Controlada]
El Dragón Blanco comenzó a brillar con una luz suficiente para poder observar claramente los alrededores de la cueva.
—Hmm, esta cueva es más grande de lo que parece… Lo mejor sería seguir adentrándome en la cueva, allí creo que estaría más seguro —decidió, confiado en que estaba tomando el camino correcto.
Mientras exploraba más profundamente, notó unas marcas de garras en las paredes y huellas en el suelo.
—Estos no son míos… ¿Por qué…?
Un rugido amenazador resonó en la cueva.
—¿¡Quién!? —se preparó para lo que pudiera venir.
Al girar la cabeza hacia el origen del sonido, vio una cola desgastada y herida de un color que reconocía.
—¿Será posible…?
Al acercarse más, el Dragón Blanco confirmó sus sospechas.
—Realmente eres tú… Cesin.
La dragona mayor observó al joven con una ligera sonrisa, aunque su mirada parecía desafiante.
—Nos encontramos otra vez, pequeño... aunque me gustaría que fuera en otras condiciones —dijo, mientras evaluaba al joven.
El dragón blanco, sorprendido y algo tenso, no esperaba encontrarse nuevamente con ella. Se quedó en silencio por un momento, cuestionándose su situación.
Al sentir una ligera incomodidad, pensó que la Voz de la Sabiduría no le había mencionado que ella estaba cerca.
La voz de la dragona interrumpió sus pensamientos, manteniendo un tono firme.
—No tienes por qué seguir en guardia, pequeño. Si hubiera querido matarte, ya estarías muerto. Aun en estas condiciones no eres rival para mí.
El dragón blanco no pudo evitar sentir frustración, pero comprendió que lo que decía era cierto.
—Así que existe una gran brecha entre yo y los dragones mayores... Era de esperarse —respondió, resignado.
La dragona, al notar su tono derrotista, suavizó su actitud. Su mirada se volvió más comprensiva.
—No te deprimas por eso. Con el tiempo, te fortalecerás. Serás tan fuerte como yo o incluso más. Recuerda que eres una especie única. Aún desconocemos tu verdadero potencial.
El dragón blanco, con algo de esperanza, se sintió aliviado por sus palabras.
—Gracias por las palabras alentadoras —respondió, alzando la mirada.
La dragona mayor, aparentemente curiosa, lo observó detenidamente.
—Por cierto, ¿cómo fue que llegaste a este lugar? Recuerdo que estabas junto a mí, y luego… simplemente desapareciste. Por un momento, creí que habías muerto por los daños colaterales. Afortunadamente te encuentras bien.
El dragón blanco titubeó antes de responder, aún no estaba seguro de cómo contar su experiencia.
—Yo… —empezó, pero no pudo continuar.
La dragona, reconociendo su incomodidad, asintió.
—Comprendo, no tienes que decirme si no quieres.
El joven dragón, después de pensarlo un momento, respondió con una leve tristeza en su tono.
—No es que no quiera decirte, simplemente no puedo.
La dragona, al notar la lucha interna del dragón blanco, sonrió con amabilidad.
—Entiendo, pequeño... ¿Cómo debería llamarte?
El dragón blanco, con una mezcla de timidez y determinación, pronunció su nombre.
—Mi nombre es "Dragón Blanco".
La dragona soltó una ligera risa.
—"Dragón Blanco"… Jajaja, es un nombre peculiar, pequeño Blanco. Puedes llamarme Cesin a secas.
El dragón blanco asintió, sin saber exactamente cómo responder.
—Haré eso entonces… Hm...
De repente, una sensación extraña en sus patas lo hizo detenerse. Miró hacia abajo y vio con alarma una escena que no esperaba.
—¡Cesin!... Tú estás...
Cesin, viendo la alarma en su rostro, respondió con calma.
—No te preocupes por eso... no es gran cosa.
Pero el dragón blanco no se contuvo.
—¡No digas tonterías! ¡Estás desangrándote! A este ritmo tú...
Cesin, con una calma que solo los años podían darle, soltó un suspiro.
—Este es mi castigo... No pude concretar mi misión... Tampoco tengo las fuerzas para sanarme yo misma... Mi vida ya fue reclamada por la muerte.
El dragón blanco, sin pensarlo dos veces, se abalanzó hacia ella.
—¡No! ¡Yo no lo permitiré!
Antes de que Cesin pudiera seguir hablando, el dragón blanco la interrumpió con su grito.
—¡Tú no morirás aquí!
Un destello de luz salió disparado de su cuerpo, alcanzando a Cesin directamente. La dragona, sorprendida por la acción, se recuperó rápidamente y se levantó.
Este dragón... tiene más poder de lo que creía — decía Cesin en su mente mientras veía con asombro a Blanco
—Blanco… tú… Gracias —dijo Cesin, tocando suavemente su cuerpo mientras se recuperaba.
El dragón blanco, exhausto por el esfuerzo, cayó al suelo a descansar, durmiendo plácidamente.
Cesin, con una sonrisa triste, se acercó y murmuró.
—Descansa... yo te protegeré.
De vuelta con el Ser...
(El Ser): Interesante, ¿verdad? No fue la gran cosa, la verdad. Después de todo, los eventos que acabaron de ocurrir van según el plan... Hahaha... ¡Cof, cof! Al parecer el Dragón Blanco realmente quería salvarla. Recuerda que le mencioné que se ganara el favor de la dragona mayor. Todo tiene un porqué... y tú podrás verlo muy pronto... Ahora, si te preguntas cómo el Dragón Blanco pudo realizar el acto de curar a Cesin, es porque es algo que yo le di. Así es. En este mundo no existen habilidades como tal... más bien, existe el control elemental, los cuales se dividen en etapas de evolución. Mientras más etapas de evolución se obtengan, más fuertes serán... Su mundo se rige por la fuerza. Los débiles mueren, los fuertes gobiernan.
Fin del comunicado del Ser.
En el campamento del clan de la Tierra, Brock, el líder militar, caminaba inquieto alrededor de su tienda de mando. Su semblante mostraba preocupación mientras reflexionaba sobre la situación.
—Esto es muy extraño… El clan vencedor ya debería haber pasado con el objetivo —comentó, más para sí mismo que para los demás.
Saturn, su comandante, entró apresurado a la tienda con noticias urgentes.
—General, ya viene el explorador —anunció con seriedad.
Brock asintió con un leve gesto. —Perfecto, ya era hora.
Ambos se dirigieron a la tienda de reuniones donde el explorador ya esperaba. Brock, con su tono autoritario, no perdió tiempo en abordar el tema.
—Entonces, dime qué pasó. ¿Por qué no hay avistamiento de ningún clan?
El explorador, aún agitado por el viaje, habló con rapidez.
—General, en aquel lugar solo había cadáveres putrefactos de dragones del clan del Vacío y del Fuego.
Saturn, que había permanecido en silencio, frunció el ceño ante aquella revelación. —Es extraño que solo hayan enviado soldados comunes. ¿No había ningún dragón mayor? —preguntó con incredulidad.
El explorador negó con la cabeza. —No, comandante. Solo encontré grandes cráteres que se extendían por kilómetros.
Brock entrecerró los ojos, intentando atar cabos. —Lo más probable es que en aquel lugar dos dragones mayores se hayan enfrentado… El resto es historia.
Saturn miró a su líder con una mezcla de preocupación y urgencia. —Eso quiere decir que…
—Sí… Pelearon hasta la muerte. Es porque el tesoro que encontraron era muy valioso —interrumpió Brock. Luego, girándose hacia el explorador, añadió: —¿No observaste algo más, además de los cadáveres?
El explorador titubeó antes de responder. —Sí, general. Observé a la distancia lo que parecían dragones del clan del Vacío. Podría afirmar que, al igual que yo, eran exploradores.
Brock asintió lentamente. —Entiendo… Puedes retirarte.
Tras la salida del explorador, Brock y Saturn quedaron solos en la tienda. Un pesado silencio se apoderó del lugar antes de que Brock rompiera la tensión.
—Si no había nada más allí, eso significa que…
Saturn completó su pensamiento con firmeza. —El objetivo ya fue tomado… o logró escapar. Considerando que ningún dragón pasó por esta única ruta de salida, solo queda la segunda opción.
Brock asintió, tomando una decisión rápida. —Saturn, nos pondremos en movimiento. Necesitamos llegar a la zona de conflicto y rastrear al objetivo antes de que los clanes del Vacío y el Fuego se enteren de lo sucedido.
—Sí, general. Aunque tomará un poco de tiempo coordinar el movimiento —respondió Saturn con diligencia.
En el territorio del clan del Vacío, un explorador se presentó ante Gradad, la líder del clan. Su tono era respetuoso pero cargado de urgencia.
—Como usted previó, todos están muertos —informó, inclinando levemente la cabeza.
Gradad se giró hacia él, con los ojos centelleando de furia. —¿Qué hay de Cesin? —preguntó con un tono helado.
El explorador bajó la mirada antes de responder. —No pude encontrar su cuerpo.
Gradad golpeó el suelo con fuerza, haciendo temblar la sala. —¡Esos malditos! Dime, ¿quién fue el culpable? ¿Quién entorpeció mi camino y asesinó a mi subordinada?
—Mi señora, junto a los cadáveres de los dragones de nuestro clan se encontraban los del clan del Fuego —respondió el explorador con cautela.
Gradad apretó los dientes, su furia creciendo. —Sabía que esto pasaría algún día… —Girándose hacia Cron, su segundo general, ordenó: —Prepara a los soldados. Eliminaremos al clan del Fuego de una vez por todas.
Cron, sin dudarlo, inclinó la cabeza en señal de obediencia. —Como usted diga.
Mientras tanto, en la sede del clan del Fuego, Calico, su líder, paseaba inquieta por la sala de consejo.
—Esto es extraño… Ernes ya debería haber regresado con el objetivo. ¿Por qué está demorando tanto? —se preguntó en voz alta.
Un soldado entró apresurado, deteniéndose en la entrada. —Mi señora, el mensajero insiste en que tiene algo urgente que reportar.
—Que pase —ordenó Calico, volviendo a su asiento.
El mensajero entró al lugar con evidente agitación. —Mi señora, esto es algo muy grave… —dijo, entregándole un documento.
Calico tomó el papel y comenzó a leerlo, su expresión cambiando a una mezcla de incredulidad y rabia. —Así que por fin muestras tu verdadera cara, Gradad… —murmuró, dejando escapar una risa cargada de desprecio.
El mensajero esperó nervioso. —¿Cómo responderá al documento, mi señora?
—Acepto el reto. Infórmales que reuniré a los dragones de la capital para un discurso. Nos prepararemos para esta guerra.
El mensajero asintió y salió rápidamente. Calico se quedó un momento reflexionando antes de convocar al consejo.
Mientras Calico aguardaba la llegada de los miembros del consejo, se encontraba reflexionando sobre los recientes eventos. La noticia de la guerra declarada por Gradad le pesaba en la mente. Su mirada estaba fija en los mapas estratégicos esparcidos sobre la mesa central, cada línea y marca representando una posibilidad de conflicto.
—Es imperativo que mantengamos la calma, pero no podemos ignorar esta amenaza… —murmuró para sí misma.
Poco a poco, los consejeros fueron entrando al salón. Entre ellos estaban Sanu y Suna, sus hijas, junto con los estrategas más confiables del clan. Una vez todos estuvieron presentes, Calico se puso de pie, irradiando autoridad y confianza.
—Compañeros, hemos sido convocados por una razón de suma importancia. Como ya saben, el clan del Vacío nos ha declarado la guerra —dijo, su voz firme pero cargada de gravedad.
El murmullo comenzó a extenderse por la sala. Algunos consejeros parecían indignados, otros preocupados. Sanu fue la primera en hablar, alzando la voz para captar la atención de todos.
—¿Esto tiene algo que ver con la desaparición de Ernes? —preguntó, con el ceño fruncido.
Calico asintió, aunque con una expresión pensativa. —Probablemente… Sin embargo, no podemos permitir que esta guerra sea únicamente una reacción a una pérdida personal. Necesitamos actuar con cabeza fría y planificación estratégica.
Suna, que había permanecido callada, se incorporó para añadir su punto de vista. —Si el clan del Vacío ha hecho este movimiento, debe ser porque consideran que tienen la ventaja. Pero no debemos olvidar que nuestra fuerza radica en nuestra unión. Quienes se meten con los nuestros, se enfrentan a todos nosotros.
Estas palabras parecieron llenar de determinación a los presentes. Algunos asintieron, murmurando su aprobación. Calico, al ver el espíritu combativo de sus hijas y del consejo, sonrió ligeramente.
—Me alegra escuchar su determinación. Pero recuerden, el clan del Vacío no es un enemigo fácil. Necesitamos actuar con cautela. Este no es un combate que podamos ganar con simple fuerza bruta.
Sanu, con el rostro lleno de convicción, se dirigió directamente a su madre. —Madre, permíteme liderar a los soldados que se enfrentarán en el frente. Estoy segura de que podré detener el avance de los enemigos.
Calico la miró con orgullo, pero también con preocupación. —Confío en tus capacidades, Sanu. Pero enviarte directamente al frente... ¿No sería demasiado arriesgado?
Antes de que Sanu pudiera responder, Suna intervino. —Madre, esta oportunidad es única para nosotras. Ambas queremos demostrarte nuestra valía. Si temes que algo le pase a Sanu, yo iré con ella. Juntas nos protegeremos mutuamente. Además, no hay muchos dragones capaces de enfrentarse a nosotras.
Calico suspiró, dándose cuenta de que no podía detenerlas. —Está bien, confiaré en ustedes. Pero les ordeno algo: si sienten que sus vidas corren peligro, retrocedan. No duden en dar un paso atrás para poder avanzar dos después.
Las dos hermanas inclinaron la cabeza en señal de respeto. —Sí, madre. No te defraudaremos.
El consejo concluyó con una atmósfera de determinación, y Calico permaneció unos momentos en la sala, contemplando el próximo discurso que daría a los dragones de la capital. Sabía que cada palabra que pronunciara podría ser el catalizador que definiera el rumbo de la guerra.
Ubicación: Clan del Aire
Gaspar irrumpió en la sala principal con un pergamino en sus garras. —Líder, mire esto —dijo, extendiéndoselo a Humte.
El líder del clan, sentado en un trono de mármol pulido, lo recibió con calma, aunque su mirada se tornó más afilada al leer. —Hmm… Así que Gradad hizo el primer movimiento… Perfecto.
—Señor, ¿cómo deberíamos reaccionar a esta situación? —preguntó Gaspar, expectante.
Humte cerró el pergamino y se levantó, caminando lentamente hacia un gran mapa del territorio. —Mantengámonos neutrales… Aún debemos guardar las apariencias.
Gaspar asintió. —Como usted diga, líder.
Ubicación: Clan del Agua
Alicia entró corriendo al gran salón del consejo del clan, su respiración agitada. —¡Freda! Esto es malo. Muy pronto el clan del Vacío y del Fuego van a...
Freda, líder del clan, permanecía sentada junto a una gran ventana, contemplando la calma de los ríos cercanos. —Lo sé, Alicia… Supuse que algo como esto sucedería. Lánzale un hueso a una jauría de perros hambrientos y se matarán por él.
—Entonces, ¿qué haremos? —preguntó Alicia, con evidente inquietud.
Freda se giró hacia ella, su mirada firme. —Nada. Si la muerte es lo que quieren, muerte es lo que tendrán. Su disputa no nos concierne.
Alicia parecía aliviada por la claridad de las palabras de Freda, pero se tensó al escuchar la advertencia que seguía. —Sin embargo… si dragones rezagados vienen por refugio, ofréceles toda la hospitalidad del clan del Agua. Pero adviérteles que, si incumplen nuestras leyes, su castigo variará desde la expulsión hasta la pena de muerte.
Alicia inclinó la cabeza. —Comprendo, Freda.
Ubicación: Clan de la Tierra
Seia observaba desde la cima de una colina, sus pensamientos sombríos. —(Suspiro)… Así que se mataron mutuamente.
Brock, uno de sus estrategas, asintió mientras se acercaba. —Sí, señor. Si nuestras sospechas son ciertas… el objetivo valdrá el sacrificio con creces.
Seia giró levemente la cabeza hacia él. —Comprendo… No llamen mucho la atención. Al parecer, una guerra acaba de estallar entre el clan del Vacío y el del Fuego.
Brock cruzó los brazos, reflexionando. —Era de esperarse.
El líder del clan lo miró directamente. —Te encargo el resto, Brock. No me falles.
—Sí, líder.
En ese momento, Selfi, una de las consejeras del clan, se aproximó con una expresión de preocupación. —Entonces… ¿Qué harás?
Seia respondió sin dudar. —Clarck, prepara al ejército de la Tierra. El rumbo que estamos siguiendo es de doble filo… necesitamos estar preparados para cualquier situación.
Clarck inclinó la cabeza en señal de respeto. —Como diga, líder.
—¿Planeas pelear? —preguntó Selfi, todavía indecisa.
—Pronto descubrirán que estoy en busca de aquel destello. Una vez que lo hagan, el peligro estará acechándonos… —murmuró Seia, con determinación.
Ubicación: Clan del Fuego
Los dragones de la capital se reunieron en la plaza central, como había ordenado su líder. Confundidos y nerviosos, muchos murmuraban entre ellos, desde rumores infantiles hasta temores más serios. El aire era pesado, cargado de incertidumbre, hasta que un rugido resonó por el lugar, silenciando las voces al instante.
Calico, la anciana líder del clan, se elevó en un pedestal natural, sus ojos brillando como carbones encendidos. Con una voz firme y poderosa, comenzó su discurso:
—Hoy nos reunimos bajo la sombra de un desafío inminente, una amenaza que pone a prueba nuestra fuerza, nuestra unidad y nuestro coraje. El clan de Dragones del Vacío ha declarado la guerra, y se acerca un conflicto que definirá nuestro destino.
La multitud escuchaba en completo silencio, atrapada por la intensidad de sus palabras.
—Desde tiempos inmemoriales, nosotros, los dragones de Fuego, hemos sido los guardianes de estas tierras. Nuestras llamas han forjado montañas, y nuestros rugidos han resonado en los valles. Somos un clan forjado en el calor del combate, en la determinación y en la pasión que arde en nuestros corazones.
Calico hizo una pausa, su mirada recorriendo a cada dragón presente.
—El clan del Vacío, con su frialdad y oscuridad, busca arrebatarnos lo que es nuestro por derecho. Pero no debemos temer. En cada uno de nosotros arde una llama que no puede ser extinguida. En nuestros corazones habita un fuego eterno que ilumina incluso la noche más oscura.
La pasión en su voz hizo que algunos dragones apretaran sus garras y otros levantaran sus cabezas con orgullo.
—Prepárense, mis valientes dragones. Afinen sus garras, eleven sus alas y dejen que el fuego en su interior se desate. Esta guerra no es solo por la tierra que defendemos, sino por nuestra identidad, nuestra libertad y nuestro legado.
Con un rugido final que estremeció el suelo bajo ellos, proclamó: —¡Por el honor del clan del Fuego, a la victoria!
Los dragones respondieron al unísono, rugiendo con determinación. —¡Sí! ¡Jamás nos rendiremos ante ellos!
Satisfecha por la reacción de sus guerreros, Calico regresó al interior de su castillo, donde aguardaban sus hijas y el consejo del clan. Sabía que la planificación estratégica sería clave en los días venideros. Pero esa historia sería contada en otra ocasión.
Siguiente ubicación: devuelta con el dragón blanco y Cesin
La noche se cernía con su pesada oscuridad, un recordatorio de lo que solía traer consigo: miedo, sufrimiento y rastros de muerte que nunca parecían desaparecer del todo. A pesar de ello, el Dragón Blanco dormía tranquilo, confiando en la presencia de Cesin, cuya fuerza y determinación se convertían en un refugio silencioso.
El joven dragón despertó lentamente, sacudiéndose el letargo con un suave gruñido.
—Hmmm... ¿Ah? ¡Lo lamento, Cesin! —dijo, sobresaltado.
La dragona mayor, que observaba con calma, esbozó una leve sonrisa.
—No te preocupes, pequeño. Fue un placer cuidarte mientras descansabas.
Con preocupación, el Dragón Blanco inclinó la cabeza hacia ella.
—¿Cómo está tu cuerpo? ¿Te sientes mejor?
Cesin negó ligeramente con la cabeza, pero su voz transmitía serenidad.
—Agradezco tu preocupación, Blanco, pero aún no estoy del todo recuperada. Sin embargo, gracias a tu ayuda, estoy mucho mejor que antes.
El ambiente se volvió tenso por un momento, ambos conscientes del extraño giro que los había convertido en aliados temporales. Cesin rompió el silencio con una mirada seria.
—Escúchame, pequeño... Este no es un lugar seguro para ti. De hecho, no sé si existe un lugar donde puedas descansar tranquilamente. Es probable que los otros clanes ya conozcan tu existencia. Los estragos de la batalla con esos dos dragones mayores debieron alertarlos.
El Dragón Blanco la miró fijamente, sin rastros de temor.
—Aunque digas eso, no tengo miedo de lo que me depare el futuro. Tengo una misión que cumplir, y pienso hacerlo.
Cesin arqueó una ceja, intrigada.
—¿Misión? ¿A qué te refieres?
La voz del Dragón Blanco se endureció, pero mantuvo el respeto en sus palabras.
—No puedo hablar de ello a la ligera... Pero es algo que me fue encomendado por alguien muy importante para mí.
La dragona mayor asintió lentamente, comprendiendo la determinación en sus ojos.
—De ser así, espero que logres completarla, pequeño. Supongo que eso tiene algo que ver con tu peculiaridad.
—Así es. Y espero que estés ahí cuando lo consiga —respondió él, con una inesperada sinceridad.
—Lo mismo digo, pequeño —afirmó Cesin con un deje de ternura en su voz.
De repente, un sonido proveniente del estómago del Dragón Blanco rompió la tensión.
—Hmm... Tengo hambre. ¡Ah! Cesin, ¿tú ya te alimentaste?
—No te preocupes por eso, aún tengo energías de sobra —respondió ella, restándole importancia.
El joven dragón frunció el ceño y agitó la cola con decisión.
—Nada de eso. Iré a cazar algo de comer.
—No tienes que hacerlo, Blanco —insistió Cesin, pero su tono ya mostraba que sabía que no lo detendría.
—Por favor, déjame cuidarte esta vez —pidió él, con una determinación que no admitía réplica.
Cesin suspiró y agachó la cabeza en señal de aprobación.
—De acuerdo. Ten cuidado.
Sin perder tiempo, el Dragón Blanco salió de la cueva, llevándose con él la luz que la iluminaba. Cesin lo observó partir y luego se acomodó para descansar un poco más.
Pasado de Cesin: cincuenta años atrás
El sol iluminaba el territorio del Clan del Vacío, donde jóvenes dragones jugueteaban alegremente. Entre ellos, una pequeña figura destacaba por su energía desbordante.
—Hija, no te alejes mucho de mí. Quédate donde pueda verte —advirtió Cesin con firmeza, aunque su voz reflejaba cariño.
—¡Sí, mamá! —respondió la pequeña, sin dejar de moverse.
Desde una distancia cercana, Gradad, líder del clan, observó la escena con una sonrisa.
—Tu hija es muy animada, Cesin.
—Es así desde que nació. Su alegría es mi luz —respondió Cesin con orgullo.
Gradad asintió, pensativa.
—Eres muy afortunada de tener a una niña tan encantadora. Estoy un poco celosa... Mi hijo es demasiado serio y reservado. Bueno, diviértete, Cesin.
La dragona asintió y volvió su atención a su hija, pero no por mucho tiempo.
—¡General Cesin! ¡General Cesin! —gritó un mensajero que llegaba apresuradamente.
Cesin giró bruscamente, su rostro endureciéndose al percibir la urgencia en el tono del recién llegado.
—¿Qué ocurre? ¡Habla!
—Es su esposo... Su salud decayó repentinamente. Ahora mismo está con los sanadores.
El corazón de Cesin se aceleró, pero mantuvo la compostura.
—¡Criada!
—Aquí estoy, señora. ¿En qué puedo servirle?
Cesin se inclinó hacia su hija, acariciándole suavemente la cabeza.
—Pequeña, mamá tiene algo urgente que atender. Mientras tanto, te quedarás con la criada. Hazle caso en todo, ¿de acuerdo?
La niña la miró con preocupación, pero asintió.
—Sí, mamá.
Con un último vistazo, Cesin se alejó rápidamente hacia el lugar donde se encontraba su esposo. La criada observó cómo desaparecía en la distancia y luego miró a la pequeña dragona con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—Hmmm... Es ahora o nunca. Pequeña, ¿recuerdas que tu madre te dijo que debías obedecerme?
La pequeña dragona asintió con entusiasmo infantil, sin notar el peligro que se cernía sobre ella.
—Sí… lo recuerdo —respondió con una voz confiada, llena de inocencia.
La criada esbozó una sonrisa cargada de falsa tranquilidad, que escondía oscuros propósitos. Con un tono dulce, pero firme, le dijo:
—Perfecto… Iremos a dar un paseo a las afueras del clan.
La pequeña frunció el ceño, dudando por un momento mientras recordaba las palabras de su madre.
—¿Estás segura?... Mamá siempre dice que está prohibido ir fuera de la protección del clan —murmuró, temerosa.
La criada la tomó suavemente de la mano, apretándola un poco más de lo necesario.
—No tienes de qué preocuparte —respondió, manteniendo su tono calmado—. Estarás conmigo, y no dejaremos que nada malo pase.
Tras un breve silencio, la pequeña cedió. Confiaba en la criada, quien siempre había estado a su lado y cuidaba de ella como una segunda madre. Las dos caminaron hacia los límites del clan, pasando junto a los guardias sin levantar sospechas. El aire en las afueras era frío y silencioso, y una sensación de inquietud parecía flotar en el ambiente.
Mientras avanzaban, la pequeña dragona divisó un grupo de figuras que emergían entre las sombras. Sus ojos brillaban con curiosidad, y, sin detenerse, preguntó:
—Oye… ¿Quiénes son ellos?
La criada se detuvo abruptamente, como si ese momento hubiera llegado demasiado rápido. Tomó aire y, girándose hacia las figuras, dijo:
—La traje como pediste… Ahora, entrégame la medicina.
Uno de los dragones oscuros dio un paso al frente, dejando que su imponente figura se revelara a la luz tenue. Una sonrisa cruel curvó sus labios.
—Perfecto —gruñó con una voz grave—. Pero ya no me eres útil.
La criada, al escuchar esas palabras, abrió los ojos con pánico. Dio un paso atrás, tratando de entender la situación.
—¡¿Qué estás diciendo?! —gritó, mientras una garra oscura se abalanzaba sobre ella.
La pequeña dragona miró con horror cómo el dragón oscuro sujetaba a la criada entre sus dientes, perforando su garganta con brutalidad. Un grito desgarrador escapó de los labios de la niña, mientras veía la sangre teñir el suelo.
—¡Huaaaa! ¡Huaaaa!
En el interior del clan, Cesin llegó finalmente al recinto donde reinaba el caos. Voces agitadas y órdenes desesperadas resonaban en el aire.
—¡No dejen que su presión baje! —gritó un sanador, con el rostro perlado de sudor—. ¡Eleven la energía al máximo!
Otro dragón auxiliar negó con la cabeza, sus ojos llenos de tristeza y resignación.
—Es inútil, señor… Él ya…
La puerta se abrió de golpe, dejando entrar una ráfaga de viento frío. Todos los presentes giraron la vista hacia la figura que había irrumpido con tal fuerza. Era Cesin, cuya mirada ardía de dolor y desesperación.
—¿Por qué? —susurró, mientras las lágrimas surcaban su rostro—. ¿Por qué tuviste que irte tan pronto?
Se acercó lentamente al cuerpo sin vida de su esposo. Su silueta se veía pequeña y vulnerable, pero en su interior, una tormenta de emociones amenazaba con desbordarse. Los sanadores, entendiendo su dolor, se retiraron en silencio, dejando que Cesin se enfrentara a su pérdida en soledad.
Unos minutos después, un mensajero irrumpió en el lugar, jadeando por la prisa.
—¡General Cesin! —gritó, con la voz cargada de urgencia—. ¡Su hija!
Cesin levantó la cabeza de inmediato, y un aura de poder comenzó a emanar de su cuerpo, sacudiendo el aire a su alrededor.
—¿Qué ocurre? —preguntó, su voz grave y temblorosa.
El mensajero tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Ella… fue llevada… fuera del clan.
Antes de que pudiera dar más explicaciones, Cesin desapareció, dejando tras de sí un rastro de energía que hizo vibrar el suelo.
En el Lago Carnal, los exploradores del clan habían encontrado la escena que el mensajero temía describir.
—Oye… ¿Quién crees que fue capaz de hacer algo como esto? —preguntó uno de los dragones, con la voz apenas un susurro.
El otro negó con la cabeza, observando los restos dispersos en el suelo.
—Probablemente alguien que buscaba aprovecharse de la energía de la pequeña. La criada fue su peón desde el principio.
De repente, un rugido ensordecedor resonó por el lugar, y ambos exploradores se giraron alarmados. Una figura imponente apareció frente a ellos. Era Cesin, cuya presencia emanaba una fuerza que parecía aplastar el aire.
—General Cesin… —empezó uno de los exploradores, con voz temblorosa—. Los restos están por…
Cesin no dijo nada. Caminó hacia adelante, deteniéndose frente a los miembros desmembrados de la criada. Observó la escena con una calma que helaba la sangre, pero sus ojos brillaban con una furia contenida.
—¿Por qué lo hiciste? —murmuró, dirigiéndose al cuerpo sin vida de la criada—. Yo te di todo… confié en ti… y me pagaste con esto.
No muy lejos, un olor familiar captó su atención. Se giró lentamente, siguiendo el rastro hasta encontrar lo que había temido desde el principio.
—Hija mía… —susurró, mientras sus ojos se llenaban nuevamente de lágrimas.
Allí, rodeada de insectos, estaba una de las patas de su hija, junto con vísceras que yacían desparramadas por el suelo.
Un rugido desgarrador salió de lo más profundo de su ser. Era un sonido cargado de dolor, desesperación y furia, que resonó hasta llegar a los confines del clan.
En la distancia, Gradad cerró los ojos con pesar.
—Cesin… lo lamento.
De vuelta en el presente
El ambiente de la cueva estaba envuelto en una penumbra que solo se rompía por los débiles rayos de luz que entraban a través de las grietas. El dragón blanco caminaba con pasos firmes, sujetando en su mandíbula una presa que había cazado. Se detuvo frente a Cesin, quien descansaba con los ojos cerrados, su cuerpo aún mostrando rastros de las heridas pasadas.
—Cesin… despierta… traje comida —dijo el joven dragón, depositando la criatura frente a ella.
La dragona mayor abrió lentamente los ojos, parpadeando un par de veces antes de centrar su mirada en él.
—Hmmm… Ah, pequeño, parece que me quedé dormida —respondió con una sonrisa débil.
—Te traje esta criatura. Espero que sea de tu agrado —respondió él, orgulloso de su esfuerzo.
Cesin asintió, aceptando la ofrenda.
—Gracias, pequeño. Lo aceptaré con gusto.
Se acomodaron juntos, disfrutando de la comida en un silencio cómodo. De vez en cuando, intercambiaban comentarios triviales sobre el sabor de la presa y las dificultades del día, hasta que, poco a poco, el cielo se oscureció y la cueva se sumió en la quietud de la noche.
Cesin levantó la mirada hacia la abertura superior, donde el brillo de las estrellas comenzaba a hacerse visible.
—Mira la hora, pequeño blanco. Ya es momento de dormir —dijo con una voz suave, casi maternal.
El dragón blanco la miró con cierta preocupación.
—¿Y tú, Cesin? ¿No dormirás también?
La dragona mayor dejó escapar una leve risa.
—Lo haré, no te preocupes. Pero primero quiero asegurarme de que tú te acomodes. Duerme tú primero.
El joven dragón dudó un momento, pero finalmente accedió.
—Está bien.
Se recostó junto al cuerpo de Cesin, buscando el calor reconfortante de su presencia. Cerró los ojos lentamente, sintiendo una seguridad que había olvidado hacía tiempo.
—Buenas noches, pequeño —murmuró Cesin, mientras observaba cómo se sumía en el sueño.
El sueño del dragón blanco
La oscuridad del sueño no ofrecía consuelo. En su mente, imágenes borrosas y voces del pasado cobraban vida, arrastrándolo a un recuerdo que aún dolía como una herida abierta.
—¡No… no! ¡Aléjate de mí! —gritaba en su sueño, su voz cargada de miedo y angustia.
Frente a él, una sombra gigantesca parecía arrebatarle lo que más amaba.
Una voz cálida y firme resonó en su mente. Era la de su madre.
—Hijo, corre… No mires atrás.
—¡No! —protestó él, con lágrimas llenando sus ojos—. No quiero perderte.
La figura de su madre se acercó, envolviéndolo en un abrazo lleno de ternura.
—Mientras yo viva en tus recuerdos… jamás me iré de ti.
Un grito desgarrador rompió la tranquilidad de la noche.
—¡Mamáááá! —exclamó el dragón blanco, despertando de golpe, su pecho subiendo y bajando rápidamente por la agitación.
Cesin, alarmada por el grito, se inclinó hacia él con preocupación.
—¿Qué pasa, pequeño? ¿Tuviste una pesadilla? —preguntó, su voz suave pero firme.
El dragón blanco bajó la mirada, avergonzado.
—Ah… lamento que hayas tenido que escuchar eso, Cesin.
La dragona negó con la cabeza, su expresión cálida y comprensiva.
—No te preocupes por pequeñeces como esas. ¿Quieres hablar de tu sueño?
El joven dragón dudó, sus ojos reflejaban una lucha interna. Finalmente, respiró hondo.
—Te lo diré. Confío en ti, Cesin.
Ella asintió, acomodándose para escucharlo mejor. —Está bien, pequeño. Te escucho.—
Con voz temblorosa, comenzó a relatar su historia.
—Antes vivía con mi madre… ella siempre cuidaba de mí. Todo cambió cuando fuimos expulsados de nuestro clan.
Cesin arqueó una ceja, intrigada.
—¿Fueron expulsados? ¿Por qué harían algo así?
El dragón blanco sacudió la cabeza lentamente.
—No lo sé. Era muy pequeño cuando ocurrió, y solo tengo vagos recuerdos de lo sucedido.
Cesin asintió, dejando que continuara.
—Vivimos cerca de un río por un tiempo, pero la vida era difícil. La comida empezaba a escasear… Hasta que un dragón se acercó a nosotros, ofreciéndonos ayuda.
La curiosidad se reflejó en los ojos de la dragona mayor.
—¿Un dragón? ¿Cómo era él?
La expresión del joven cambió, endureciéndose.
—Es la criatura más horrible que he visto en mi vida. Tenía una personalidad psicopática. Logró engañarnos… nos prometió refugio y alimento, pero a cambio, debíamos ayudarlo.
Cesin frunció el ceño, inquieta.
—¿Qué tipo de ayuda?
El dragón blanco apretó las garras contra el suelo, recordando la amarga verdad.
—Nos pidió que lleváramos a crías de dragón perdidas a su guarida… Decía que las ayudaría, igual que a nosotros. Pero un día, mi madre descubrió lo que realmente hacía con ellas.
Cesin inclinó ligeramente la cabeza, temiendo la respuesta.
—¿Qué hacía?
—Se alimentaba de ellas —murmuró él, su voz apenas audible—. Era un monstruo.
La dragona mayor cerró los ojos, reprimiendo una mezcla de ira y tristeza.
—¿Y qué ocurrió después?
—Mi madre corrió hacia donde yo estaba durmiendo. Me despertó y me llevó lejos, intentando ponerme a salvo. Antes de huir, me dijo que ese dragón oscuro nunca debía atraparme.
El silencio se hizo pesado en la cueva. Cesin, con el corazón cargado de empatía, extendió un ala, envolviendo al joven dragón en un gesto protector.
—No tienes que contarme más, pequeño. Sé que debe ser difícil para ti hacerlo. Pero te prometo algo: mientras yo esté aquí, nadie te lastimará.
El dragón blanco levantó la mirada, encontrándose con los ojos cálidos de Cesin. No pudo evitar liberar el peso que llevaba dentro, llorando en silencio mientras se acurrucaba a su lado. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba en un lugar seguro. Un lugar que podía llamar hogar.
FIN DEL CAPÍTULO 2