Gar'Dal había tenido que desplegar sus alas demoniacas, como arrancadas de un murciélago de proporciones gigantes, su cuerpo, que era pequeño e infantil, también se había tornado vil, dos cuernos se habían extendido desde arriba de su frente, su cabello blanco y largo, greñudo y descuidado, se proyectaba hacía sus pies, o más bien ahora pezuñas de algún humanoide cabrío y velludo. Su musculatura era ahora exagerada, sus elegantes ropas verdes se habían desgarrado, al igual que espacio que le circundaba, como un aura que no podía ser resistida por la realidad. Numerosos tatuajes con formas pictográficas plagaban su cuerpo hasta sus manos bestiales y sobre su rostro que aún conservaba algo de atractivo. Aún con esa apariencia Faryza le habría amado, pero todo otro mortal se habría aterrado y huido a gritos, pero, ¿era mortal el ser que tenía al frente? O era una proyección de la mismísima muerte.
Gar'Dal había esperado, calculado, que RedHand se hubiese vuelto fuerte en el transcurso de sus desventuras en Xera, pero, estaba acercándose peligrosamente a su vasto poder.
RedHand era su semejante, su propio yo de una línea alterna del tiempo, que Gar'Dal mismo había hecho converger con la suya, arrancándole de su ciclo de reencarnaciones, pues un Dark Dreams no podía morir si no por las manos de otro Soñador Oscuro, y eso era lo que era RedHand, un Gar'Dal Dark Dreams que había renegado de su nombre para llamarse Puño Rojo, el aspecto de la Muerte. Sin embargo, había una crucial diferencia entre ambos, Gar'Dal era 6000 años mayor que Red, y nunca se había detenido de juntar poder e influencias para sí, tal vez incluso había sufrido peor que el asesino humano, pero este le estaba pisando los talones. No, si él quisiera podría suprimir a RedHand, pero no tenía ni la más mínima gana de aquello. Le necesitaba, Xera, no, también la Tierra y todo el cosmos y su extensión tempero-espacialidad convergente dependía de que RedHand y Gar'Dal se aliaran, y aún quedaban más, necesitaba más campeones y héroes para su ejército, y pagaría cualquier costo para formarlo.
Se escucharon terribles truenos, y relámpagos cruzaron el cielo nocturno. En el monte Olimpo, en el Castillo de Ébano, hogar ancestral de los dioses malignos, ahora habitado por Gar'Dal, se sentían el cruce de golpes y hechizos en una imagen difícil de ver, pero toda la vileza y los elementos consumían enormes secciones del cielo nuboso, y entre estas nubes se veían el gigante de metro noventa, fornido en músculos, cabellos cortos y blancos, igual que los de Gar'Dal y un rostro Euroasiático, con ojos del más aterrador rojo sanguinolento. Él batiéndose con todo su odio al Rey Demonio de Xera, y todo el poder desatado de Noche Sangrienta. Cientos, Miles de ojos dementes plagaban por el cielo oscuro. La compañía de cazadores no los veía, nada se veía en el laberinto bajo la montaña ardiente, más que el mismo magma brillante que escurría peligrosamente de las paredes de sus cavernas intrincadas y mortales.