Miré las nubes negras realmente frustrada, mi suerte hoy iba de mal en peor. La lluvia había empezado a caer de manera incesante, las palmeras estaban a punto de ser arrancadas de raíz por el fuerte viento y las olas del mar estaban realmente alborotadas. Una tormenta se había acercado impidiendo que James pudiese ir a casa, mejor dicho, mi mamá impidió que se vaya, por mí no había problema.
— Ya casi son las 6 de la tarde, cariño, es demasiado tarde y además el clima no es el mejor para que viajes, quédate.
— No creo que sea lo mejor -—James me lanzó una mirada rápida, él sabía que esto no me agradaba en lo absoluto—.
— No dejaré que te vayas en estas condiciones ¿bien?
Sin más que decir él asintió aceptando la propuesta.
— Dormirás en la habitación de Grace.
— ¿Disculpa?
Mi hermano y yo nos miramos fastidiados luego de decir la palabra al unísono. No, yo no iba a dormir con aquel dios griego, era demasiado para mi.
— Bueno, no tengo esperanza de que sigas siendo virgen — habló mamá—.
— ¡Mamá!
— No señora nosotros no —dijo nervioso Clarke—.
¿Realmente se ponía nervioso por esto?
— ¡Sólo bromeaba! —empezó a reírse—. Gracias a Dios, sus reacciones me hacen estar muy segura de que no ha pasado nada entre ustedes; lo que realmente sucede es que la habitación de huéspedes está en remodelación, tenía goteras, y la cama de ahí la movimos a tu habitación, así que ahora hay dos, dormirán juntos pero no revueltos.
— No puedo creer que vayas a dejar que duerman en la misma habitación —bufó Nathan—.
— Confío en tu hermana.
Ay mamá, pero ni yo confío en mi.
— Ve y enseñale tu habitación, ya puse sábanas limpias.
Rodé los ojos y empecé a subir los escalones con James detrás de mi.
— Que buena vista —susurró pero lo escuché—.
— Te escuché, deja de ver mi trasero.
— Lo siento pero es que literalmente lo tengo en mi cara, no es sencillo que pase desapercibido.
— Eres un idiota.
— Si me dieran un dólar por cada vez que me lo dices sería rico.
— Aún más.
— Exacto.
Entramos a mi cuarto, todo estaba tal como lo recordaba, aún tenía libros en mi estantería, y un poco de ropa en el armario, las paredes blancas cubiertas de fotos en blanco y negro y la pared negra en el fondo con un montón de pósters y stickers, me acerqué al balcón con vista al mar y suspiré.
— Así que ¿Te gusta Big Time Rush?
— Sí, aún sigo obsesionada con James.
— ¿Conmigo?
— No tarado, James Maslow, él si es guapo —le guiñé el ojo—.
— No puedo creer que hayas dicho eso.
— Es la verdad.
Miré al mar alborotado sin evitar pensar en mis emociones, prácticamente estaban iguales.
Perdidos, revueltos y destrozando todo a su paso.
— Deja de pensar Grace.
Me estremecí al sentir sus labios justo debajo de mi oreja.
— No puedo dejar de hacerlo, así soy yo.
— Deberías dejarte llevar al menos una vez.
Sentí su mano pasar por mi cintura hacia mi estómago.
— Sólo para de darle vueltas a todo, deja que tus emociones tomen las riendas, has lo que quieres hacer —siguió—.
Su otra mano se movió hasta encontrarse frente a mi vientre y entrelazar los dedos, abrazándome finalmente.
Me recargué sobre su pecho sintiéndome extrañamente conforme, en un rápido movimiento me giró dejándome frente a él, tomó mi barbilla y se acercó lentamente.
Por un momento, sí, dejé que mi cerebro se apague y mi cuerpo se deje llevar por el cosquilleo en mis labios, anticipándose a un roce que hasta ahora no sabía cuánto lo deseaba.
— Quita tus sucias manos de mi hermana.
Nos separamos rápidamente para ver a mi hermano apoyado en el marco de la puerta, espero que no haya estado ahí por mucho tiempo.
— Vamos a tomar chocolate caliente y ver películas, apresurense.
Una vez que mi hermano desapareció por el pasillo tragué saliva y me encaminé tras él.
Mierda.
— Grace
Su mano tomó la mía impidiendo que avance.
— Aquí no pasó nada ¿está bien?
Me solté de su agarre y retomé mi camino hacia la sala donde mi familia ya estaba reunida frente a la luz del televisor, había chocolate caliente y palomitas de maíz.
— Tomen asiento chicos —nos dijo mamá con una sonrisa en el rostro—.
Me senté en el sofá para dos y Clarke se acomodó a mi lado, tapándonos con las frazadas porque la noche era muy fría.
Una película de Adam Sandler y Jennifer Aniston empezó a reproducirse, tragué saliva al ver como la trama era muy parecida a lo que James y yo estábamos pasando.
Suspiré un poco cansada de todo este tema, quería que le dieran la maldita visa de residente y que los tres meses pasen volando para poder continuar con mi vida normal.
Aburrida y segura vida —opinó mi subconsciente—.
Una vida en la que alguien me ame de verdad y no por interés.
A la mitad de la película sentí una mano tomando la mía, miré al imbécil enamora suegros quien me dedicó una pequeña sonrisa. Gusanos con alas empezaron a moverse por mi estómago.
No, Grace.
Abrí mis ojos adaptándome a la falta de luz y sentí mi cabeza balancearse suavemente.
No sabía en qué momento me había llevado Morfeo ni como terminé sobre el estómago de James. Sentí mi espalda entumecida porque no estaba en una posición muy cómoda, así que empecé a levantarme lentamente para no despertarlo.
No sé ni por qué me interesa.
Opté por caminar a mi cama y terminar la noche en un lugar suave pero cuando pasé a lado del dios griego algo —o alguien— me empujó hacia abajo dejándome completamente sobre él.
— ¿Por qué escapas de mi?
— Sólo quería dormir en un lugar mas cómodo.
— No, no me refiero a eso, hablo sobre todo lo que estamos pasando.
— No sé qué quieres decir —fruncí las cejas—.
Sus ojos brillaron tenues por los rayos que aún existían y traspasaban las ventanas.
— Estás volviendome loco Grace, loco.
Mis labios se abrieron para decir algo pero todas las palabras se quedaron en sus labios cuando se juntaron con los míos.
Suaves y dulces como algodón de azúcar.
Suspiré dejándome llevar en medio de la oscuridad, tomando su consejo y dejando de pensar, siendo sólo sensaciones, sus manos en mi cintura acercándome más a él como si eso fuera posible. Mis dedos se enterraron en su cabello, jalandolo a medida que los besos subían de intensidad.
De pronto un click se activó en mi cabeza.
Esto no está bien.
— Para —abandoné sus labios—. Creo que
— Grace
Sus labios volvieron a buscar los míos cerré los ojos y lo miré intensamente.
— Por favor, James.
Sentí como apretó mi cintura pensando si dejarme ir o no, finalmente me soltó, permitiendo que me aleje de él, y las cosas adictivas que provocaba en mi.