Una chica de cabello amarillo con puntas rosadas, de apariencia brillante y encantadora, estaba sentada junto a otra chica de cabello gris. La segunda, aunque de semblante serio, desbordaba una belleza que superaba incluso a la de la primera. Ambas disfrutaban de un café en una tienda, cada una con su bebida, que reflejaba perfectamente su personalidad.
Marin Kitagawa sostenía un café latte, mientras su amiga Sora Osanai se aferraba a un café americano sin azúcar.
La conversación entre ellas era tensa, pues hablaban sobre el reciente fallecimiento de Izumi. Marin, siempre optimista y bondadosa, había intentado sacar a Sora de su depresión, pero lo que Marin no sabía era que la Sora que conoció, esa chica callada y melancólica, ya no era la misma.
Como bien dicen: "Las manzanas frescas pueden echarse a perder si están cerca de las podridas".
Sora había cambiado, no solo por la muerte de Izumi, sino por todo lo que había vivido. Había aprendido que oponerse a Haniel, el hombre en su vida, solo traía sufrimiento. Así que dejó de oponerse. Se liberó. Y lo que comenzó como un deseo de autonomía se transformó en una arrogancia peligrosa.
"La libertad, el poder... siempre creces más deseoso de lo que tienes."
Antes, Sora trataba a los demás con respeto, pero Haniel la había moldeado a su conveniencia. Ya no sentía necesidad de tratar igual a los demás. Sentía que, con todo lo que poseía, nadie la podía igualar.
Marin se daba cuenta de este cambio, pero, siendo la persona que era, no podía quedarse callada ante la actitud cada vez más grosera de su amiga.
- Está mal, las personas luchan por lo que tienen, y tú no puedes tratarlas de esa manera. - Marin se cruzó de brazos, mirándola molesta.
- No importa. La diferencia entre ellos y yo es que yo soy mejor. - Sora contestó, sin mover un músculo.
- ¡No te hablaré más!. - Marin infló sus mejillas y dio la espalda, ignorando a Sora.
Pero algo en la mirada fría de Sora cambió, la expresión se suavizó ligeramente.
El teléfono de Sora sonó, y al instante lo contestó.
- Sí, ya voy. Adiós. - Respondió, colgando rápidamente.
- ¿Tienes que irte?. - Preguntó Marin, algo renuente.
- Sí. - Sora asintió, levantándose de su silla.
Marin la observó triste, pero antes de irse, Sora se acercó y la abrazó.
El abrazo fue... extrañamente cercano.
Cuando se separaron, Marin sonrió, y por un breve momento, Sora mostró una pequeña, casi imperceptible sonrisa.
Cada una se fue por su lado.
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Haniel
Después de un par de horas descansando en mi glorioso sofá, sentí que nunca antes había conocido un mueble tan cómodo. Un día largo siempre parece tener su recompensa.
El médico que contrató Oko terminó su chequeo.
- Recuerde, señor, no coma demasiados dulces. Cuide más su salud. - El doctor recomendó con tono serio.
- Lo haré, doctor. Gracias. - Respondí con una sonrisa, asintiendo.
Oko despidió al doctor con una reverencia y, cuando la puerta se cerró, su mirada se fijó en mí.
- Haniel, ¿puedes explicarme cuántos como Akoya existen en el mundo?.
- Bueno, en Japón hay suficientes como para destruir un clan como el Shinomiya y salir impune... - Respondí tranquilamente, haciendo una mueca al recordar lo que había sucedido.
- ¿Pero... somos el pilar de Japón?. - Oko parecía sorprendido.
- ¿Pilar? Si fuéramos un pilar, no estarías aquí, ¿verdad? ¿O te crees tan importante?. - Contesté con desdén.
- La familia Shinomiya está condenada, o lo estaría si no estuviera aquí para arreglar las cosas.
Oko guardó silencio. Sabía que mi declaración era correcta.
- Lo que importa es que la familia Chijo no tome las riendas de nuestras acciones. Y para eso, necesitamos hacer algunos ajustes.
De repente, un pensamiento cruzó mi mente.
- Oko, ¿cuán plausible sería conseguir... armas?.
Oko se puso tenso.
: ¿Armas? No es un problema, pero ¿para qué?. - Su mirada mostraba inquietud.
- Para el futuro. En este tiempo, las armas no serán tan efectivas, pero las bombas nucleares... esas sí serán útiles."
- ¿Cuántas armas quieres?. - Oko preguntó, visiblemente nervioso.
- Unas 500. - Respondí con una sonrisa sádica. Oko no tuvo más opción que aceptar.
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De regreso a la casa Osanai:
De vuelta en la casa Osanai, Haniel estaba absorto jugando con su teléfono, cuando de repente se escuchó el sonido de la puerta.
"Click."
La puerta de la sala se abrió, y de ella emergió Sora.
- ¡Estoy aquí, padre!. - dijo con su habitual tono frío y adorable.
Haniel levantó la vista y sonrió con calidez.
- ¡Sora! ¿Cómo estás, mi pequeña?. - respondió con una sonrisa genuina.
- Estoy bien, padre. ¿Qué necesitas de mí?. - su voz se mantenía seria, como siempre.
Haniel la observó con una mirada calculadora y luego habló en tono suave, casi juguetón.
- Verás, mi princesa… he visto algunas… ¿cómo decirlo? Ah, sí, cosas sobre ti.
Al escuchar eso, la expresión de Sora se endureció, y su rostro se arrugó levemente. No dijo nada, simplemente lo miró en silencio, sin mostrar signos de sorpresa.
Parece que no le gustaba que su padre le hablara de esa manera.
Haniel, en su mente, hizo un pequeño puchero mientras lo pensaba.
- (Qué lástima, siempre quise hablarle así a mi hija. ¡Buu, hija mala, tu padre está triste!).
[ Debería decirle lo que quiere saber. Su hija tiene un carácter fuerte, después de todo. ]
- (¿Tú crees, Winry? ¿De quién más lo habrá sacado?).
[ Probablemente de usted, Masta. ]
- (¡Qué grosera eres, Winry! Yo soy muy accesible). refutó Haniel con humor.
[ Bueno… accesible con mujeres lindas. ]
- (¡Dices que soy un simp! ¡Hum, no te hablaré!). - Haniel hizo un puchero mental mientras dejaba de lado sus dramas internos.
Recuperando la compostura, miró a Sora con una ligera inclinación de cabeza.
- Bueno, parece que estás un poco apurada, Sora. ¿Tienes algo que hacer?. - preguntó, confundido pero curioso.
La atmósfera en la habitación era ligera, pero bajo la superficie, Haniel había lanzado una pregunta que podría ser el principio de una conversación más profunda.
- Saldré con mis amigos. - dijo Sora, y por un momento, su semblante se suavizó ligeramente, como si la idea de estar ocupada la relajara un poco.
Haniel, con una sonrisa divertida, no dejó pasar la oportunidad de hacer una broma.
- ¿Amigos, eh?. - dijo, mirando a Sora con una ligera sonrisa burlona.
- Ve directo a él grano, Papá.
Sora lo miró fijamente, su expresión fría como siempre, y respondió con una sonrisa afilada.
- ¿O es que solo quieres que te sirva con mi cuerpo? ¿Acaso madre no te satisface?
Haniel arqueó una ceja, sorprendido por la audacia de su hija, pero no perdió la compostura. Sora, implacable, continuó con su ataque.
- ¡Tal vez tu miembro no se levanta y esa apariencia no puede ocultar tu edad!. - dijo, burlándose con una sonrisa fría y desafiante.
Haniel, aunque sorprendido, no pudo evitar pensar en su respuesta.
- (Deberías estar feliz de que nunca te he tocado… Y darle gracias a mi gusto reciente por los animales felpudos). - Pensó para sí, sin dejar que esas palabras salieran.
- Sora… - dijo, fingiéndose herido.
- ¿Cuándo empezaste a hacer comentarios tan crueles?.
Luego, suspiró teatralmente, limpiándose una falsa lágrima.
- Parece que mi forma de crianza debe ser más pulida, después de todo. - comentó, dejando entrever una ligera sonrisa.
Esas palabras tuvieron un efecto inmediato. Sora, que hasta ese momento había sido implacable en su burla, vaciló, y su actitud se suavizó por un instante. Parecía que Haniel había dado en el clavo, alcanzando algo más profundo en su hija.
El ambiente se cargó de un silencio tenso, mientras Sora se quedaba pensativa, como si por un segundo, las bromas crueles y su fachada imperturbable se desmoronaran.
Ella sabía bien que cuando de verdad me enojaba, los castigos eran severos. No había espacio para bromas cuando mi tono de voz cambiaba.
- Bien, Sora, dejemos los juegos. - Mi voz se tornó seria, y con un gesto de firmeza, la miré directamente.
- Cállate, siéntate y escúchame. - Mi tono fue autoritario, y al escuchar esas palabras, Sora comprendió de inmediato que esta vez no era un simple juego. Ya no podía seguir con sus bromas, ni desafiarme como lo hacía antes.
Un leve destello de interés apareció en sus ojos, señal de que algo importante estaba por venir.
- Te tengo una pequeña misión, y como toda misión, habrá una recompensa. - El brillo en sus ojos se intensificó al escuchar la palabra recompensa.
- Ahora que te cambiaste de escuela, habrás notado a un chico llamado Ichijo Raku, ¿me equivoco?. - le pregunté, con el interés bien marcado en mi rostro.
- Sí, está en mi clase. Es el hijo de la familia Yakuza, ¿verdad?. - respondió, con un dejo de curiosidad.
- Exacto. - Asentí, sin perder la mirada. - Ese chico saldrá con una chica que llegará a tu clase. Su nombre es Chitoge Kirisaki.
La mención del nombre parecía despertar aún más su interés.
- La misión es simple... - hice una pausa para enfatizar.
- Quiero que te hagas su amiga. Pero sé que no te será fácil, Sora. No eres precisamente una experta en hacer amistades.
Sora frunció el ceño y refutó rápidamente.
- Tengo varios amigos. - respondió, desafiante como siempre.
- Amigos que conseguiste gracias a la pequeña y encantadora Marin-chan, ¿no es así?. - sonreí, viendo cómo sus ojos se estrechaban ligeramente, molesta por la insinuación.
- Sora, sé todo sobre tus juegos. No te olvides que tengo gente que te vigila, para asegurarse de que no tomes decisiones sin consultarme primero. - La amenaza, aunque velada, era clara.
El ambiente se volvió más denso. Sora, normalmente tan confiada y segura de sí misma, sabía que esta vez no sería tan fácil.
- Trasladaré a Marin a tu escuela, y con su ayuda, se harán amigas de Chitoge.
Al ver la expresión en el rostro de Sora, pude notar que estaba claramente molesta.
- ¿Tienes algo que decir, Sora?
- ...
- Sora, me haras repetirlo. Esta vez, mi voz se tornó más seria, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
- No quiero.
- ¿Qué no quieres?
- No quiero que metas a Marin en tus juegos. Sora alzó la voz, visiblemente enfadada.
- Sora... déjame contarte un pequeño secreto. Me recosté más cómodamente en el sofá, disfrutando del pequeño instante de tensión que se estaba creando.
- Soy muy meticuloso con las cosas que no me gustan. - Pausé un momento, mirándola fijamente.
- Hay cosas que simplemente repudio, y en casos extremos... desearía que desaparecieran por completo.
Cuanto más hablaba, más la expresión de Sora se transformaba en confusión.
Con cada palabra que salía de mi boca, Sora comenzaba a entender que no le iba a gustar lo que estaba por venir.
O mejor dicho, no le iba a gustar nada de lo que iba a decir.
- Tus pequeños juegos con Marin no me interesaban lo suficiente como para involucrarme.
Pausé un momento, observándola fijamente.
- Pero estaba esperando un solo error tuyo... y lo aprovecharía.
Hice una breve pausa, como si lo estuviera evaluando mentalmente.
-O mejor aún, ir directamente al grano. - Mi tono se volvió aún más frío.
- Odio, repudio, detesto… las parejas del mismo género.
Cuando pronuncié esas palabras, los ojos de Sora se abrieron como platos, llenos de incredulidad.
- ¿Entiendes lo que quiero decir? Había un escalofrío palpable en mi voz.
- Si sigues con esa tonta fantasía de relación, destruiré lo que más te importa. - Mis ojos comenzaron a brillar con la inconfundible luz roja de mi especie.
- Sora, mírame a los ojos. - La amenaza era clara en cada sílaba, cada palabra impregnada de una intención asesina.
Sora levantó la cabeza lentamente, como si temiera enfrentarme.
Cuando finalmente nuestros ojos se encontraron, un temblor recorrió su cuerpo.
Ella estaba prácticamente condicionada para sentir miedo.
Dicen que es mejor ser temido que amado. El amor es volátil, desaparece con el tiempo.
Pero el temor… ah, el temor es eterno.
' Bien, la tarea está planteada. Ahora depende de ti si decides cumplirla o no. ' Mis palabras parecían otorgarle libertad de decisión, pero era solo una ilusión, una ilusión cuidadosamente tejida.
Sora permaneció en silencio por un rato, claramente pensando en lo que acababa de decir.
- ¡Acepto!. - Un suspiro de resignación escapó de sus labios.
- ¡Perfecto, Sora!. - Sonreí, y de inmediato saqué una caja de mi chaqueta.
- Como recompensa, te daré un pequeño obsequio. ' Sonreí internamente, sabiendo que lo que sucedería a continuación minaría aún más su fortaleza y le dejaría claro cuánto miedo realmente sentía hacia mí.
Desechando todos los pensamientos que comenzaban a revolotear en mi mente, volví a concentrarme en la caja.
La caja no era ni demasiado grande ni pequeña; su tamaño era el adecuado para una mano adulta, tal vez un poco más grande.
- ¡Ábrela!. - Mi tono estaba lleno de entusiasmo.
Sora, con calma, asintió y comenzó a desenvolver la caja. Dentro, encontró otra caja, pero esta era completamente negra.
Era un maletín pequeño, opaco, con dos broches metálicos para abrirlo.
Cuando Sora los desbloqueó y abrió el maletín, sus ojos se abrieron al encontrar una pistola semiautomática, una Glock 19. De tamaño medio, compacta y muy popular entre la policía y los civiles debido a su sistema de seguridad integrado, que evitaba disparos accidentales.
Al lado, reposaban tres cargadores y dos cajas: una con balas estándar FMJ y la otra con balas de punta hueca Hollow Point.
- E-Esto es… - Sora estaba confundida y un tanto desconcertada, pero sus dedos recorrieron el contorno del arma. Un pensamiento comenzó a rondar por su mente.
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