- ¿Qué tal? ¿No te gusta? La caja de balas FMJ para que practiques y las Hollow Point para... bueno, para cuando quieras deshacerte de quien te moleste.
Le sonreí, observando cada uno de sus movimientos. Si hacía algo fuera de lugar, su mano desaparecería en un instante.
Darle un arma a alguien a quien has hecho sufrir es como entrar en la jaula de un león al que estuviste atormentando.
Pero a diferencia del león, que te mataría sin dudar, Sora era solo un cachorro al que había inculcado el miedo.
Solo que este cachorro aprendió a sacar sus garras. Y ahora tenía la osadía de mostrarlas.
—¿Y bien? —dije, sin apartar la mirada mientras ella tomaba el arma, jugueteando con ella entre sus dedos.
Poco a poco, la apuntó hacia mí.
Sonreí, dejando que mis dientes se asomaran levemente.
Mi oído captó la aceleración de su corazón. Un tamborileo frenético que delataba su miedo, su adrenalina.
"Click".
El seguro se liberó.
Las gotas de sudor resbalaron por su mejilla. Sus ojos, inyectados en sangre, me decían lo que su boca no se atrevía.
Este pequeño cachorro quería probar sus garras.
Mis ojos se curvaron en una media luna y el rojo comenzó a teñirlos de nuevo.
- Dime, Sora, ¿el arma está cargada o no?
Apenas pronuncié esas palabras, su piel perdió color. Trató de tragar saliva, pero su garganta pareció cerrarse.
Me acerqué sin prisa, hasta que mi frente tocó el cañón de la pistola.
Sus ojos temblaron. Lágrimas diminutas comenzaron a formarse en las comisuras, atrapadas entre el miedo y la incertidumbre.
- Vamos, Sora. ¿De verdad puedes hacerlo?. - susurré, dejando que mis palabras se infiltraran en su mente, arañando cada resquicio de su valentía.
- ¿Qué crees que pasará si el arma tiene balas?
- ...
- ¿Y si de verdad me mata?
La duda se enredó en su mirada, clavada en la mía.
- ...
- ¿Y qué crees que pasará si esta arma no me mata?
Al escuchar esas palabras, las lágrimas de Sora finalmente cayeron, liberándose del peso que había estado reteniendo.
El arma resbaló de sus manos y cayó con un golpe sordo sobre la mesa. Ella se arrodilló, con la cabeza agachada, derrotada.
Tomé el arma con calma, el sonido metálico del cargador deslizándose fuera de su lugar llenó el aire. Con los ojos de Sora fijos en mí, me tomé mi tiempo para darle la vuelta a la pistola, sin prisa, pero con una calma que retumbaba en el silencio.
"Clic".
"Clic".
"Clic".
"Clic".
"Clic".
Bajo la mirada aterrada de Sora, las balas comenzaron a caer, rebotando ruidosamente sobre el suelo frente a ella.
- Ten cuidado, Sora. No juegues con armas. - dije, mientras terminaba de vaciar el cargador, el sonido metálico resonando en el aire.
- Después de todo, no sabes usarlas. - Volví a insertar el cargador vacío en la pistola, sin prisa, con una calma inquietante.
- ¿Entendido, Sora?
Mi mirada, densa y ominosa, cayó sobre ella como un peso imparable. Sora no pudo más que soltar un pequeño gemido, apenas audible, ahogado por el terror.
Su garganta estaba seca. La fuerza, que debería haber sido capaz de dominar a diez hombres, parecía haberse evaporado en ese instante.
- ¡Ah! Por cierto, Sora, lo de que me disgustan ese tipo de parejas era solo una broma.
- No me importa cómo te complazcas, mientras seas feliz, yo soy feliz. - dije, levantándola con facilidad y abrazándola sin soltarla.
Ella permaneció inmóvil, dejándose llevar por el gesto.
Era una imagen peculiar: una mujer imponente sentada sobre las piernas de un niño, un contraste extraño y tenso.
Levanté la mano lentamente y acaricié la cabeza de Sora, la frialdad de su expresión no cambiaba, pero el momento se llenaba de un silencio extraño entre ambos.
- Por cierto, Sora, ¿qué animal crees que es más suave y felpudo...?
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"Una semana depues"
¡Bueno, regresando a la realidad, estos días he estado analizando mi crianza!
Sí, lo sé, puede sonar raro. ¿Quién en su sano juicio se pone a cuestionar si sus acciones fueron correctas, especialmente cuando has matado a tantas personas con solo 12 años?
Claramente no estoy bien de la cabeza. ¡Pero eso está bien! Todos somos diferentes, ¿no?
Después de lo de Sora, después de la prueba que le puse, siento que nuestra relación cambió... de una manera extraña.
¿Tal vez heredó el trastorno de su madre?
No lo sé. ¿Es tan malo? Digo, ¿qué tan grave es haberle causado estrés a mi hija menor de edad?
¿No es raro meterse con menores? ¡Pero, espera, tengo 12 años!
- Es completamente normal. De hecho, Miyuki debería ser la villana aquí, por meterse conmigo. - dije, mientras la sexy psicóloga de pelo negro y gafas me miraba con una expresión de puro horror.
Su mirada lo decía todo: estaba sufriendo, y si no fuera por la llamada de la secretaria de Oko, ya habría llamado a la policía.
O al menos eso parecía. Aunque, claro, podría estar equivocado.
¿Qué está pasando conmigo? Porque Haniel, alguien que normalmente no se preocupa por lo que piensan los demás, ahora está dudando de sus propias acciones.
Todo comenzó con un simple comentario…
- ¡Papá, lo que intentaste hacer con Mochi es un trastorno mental!. - La familia de tres estaba sentada alrededor de la mesa, y Sora decidió sacar a relucir un tema incómodo.
Recientemente adopté una mascota, y bueno... ya saben cómo terminó todo.
No llegué muy lejos en mis intentos de darme confianza, hasta que Sora entró en la habitación y me encontró... en paños menores.
Después de eso, nos sentamos los tres en la mesa.
Realmente no debería sentir vergüenza, pero no es algo con lo que haya nacido. Es una maldición que me persigue.
Es como defender a tu amigo a costa de denigrarte a ti mismo. No es algo que haya pasado, pero a veces lo dices arriesgando tu reputación.
- Está bien, Sora, tu padre tiene gustos diferentes a los de otras personas, no es nada malo. - Miyuki sonrió y me tomó de la mano, dándome su apoyo.
- Mamá, tú... - Sora la miró, completamente desconcertada.
- Eres una buena persona. - Sora soltó un suspiro, claramente sorprendida por la amabilidad de su madre.
- Miyuki... eres un ángel. - La abracé y restregué mi cara en su pecho.
"Sniff, sniff."
- Miyuki, Sora no entiende mis gustos. - Comencé a acusar a Sora, esperando que Miyuki la regañara.
- Papá... - La mirada de Sora lo decía todo.
Ella era consciente de que probablemente tenía la misma edad que yo, y le resultaba extraño ver cómo actuaba tan infantilmente. Aunque claro, hay que recordar que tengo 12 años.
- Deberías ir con un psicólogo. - Sora murmuró y volvió su atención a la comida en la mesa.
El temor que había mostrado antes parecía haberse desvanecido. Y cuando mencionó el psicólogo, me hizo pensar.
Si era amable con ella, tal vez ella se sentiría más cómoda conmigo.
- ¿Psicólogo, eh...?
- Está bien, esposo, no necesitas un psicólogo. - Miyuki me dio palmaditas en la cabeza y me sonrió con su típica sonrisa maternal.
- Miyuki... - Levanté la cabeza y miré su linda cara.
- Sora tiene razón, mis peculiares gustos no son un impedimento para corresponder a mi esposa. - Lo dije en voz alta, y tanto Miyuki como Sora me miraron con shock.
Haniel, el tipo más loco que han conocido, aceptó una sugerencia para rehabilitar su psique.
- ¿Quién eres y qué le hiciste a mi papá?. - Sora dijo con incredulidad, dejando caer sus palillos.
- ¿Esposo?. - Miyuki estaba completamente desconcertada. Después de todo, ella fue la que más tiempo pasó conociendo la verdadera personalidad de Haniel.
- Vamos. - La arrastré de la mano.
- ¿Eh, a-adónde?. - Miyuki preguntó, confundida pero dejándose llevar.
- ¿A dónde va a ser? Nos vamos a la habitación. Tengo que cumplir con mis deberes como cónyuge. No creas que no he notado esas leves miradas e insinuaciones tuyas. - Le restregué en la cara sus sutiles (o no tan sutiles) seducciones.
- Me siento mal por dejar a mi adorable esposa tirada. - Cuando dije esto, la cara de Miyuki se sonrojó. Después de todo, Sora seguía ahí, y más aún porque la habían atrapado en flagrante.
- Está bien, esposo, si es lo que tú quieres, no hay opción. - Una pequeña pero creciente sonrisa lujuriosa apareció en el rostro de Miyuki.
Ella es una esposa muy... Echii~.
"Azotar."
La puerta de la habitación al final del pasillo se cerró de golpe.
" ... "
- Y eso fue lo que pasó, por eso estoy aquí. - Terminé de contarle un poco de mi historia a la doctora, quien hacía tiempo había dejado de escribir.
- ¡Eh, um, OK! ¿Podrías decirme la primera vez que cometiste el acto de... asesinar?. - La doctora lucía un poco atónita y confundida, pero siguió con su trabajo, tratando de mantener la compostura.
- Bueno, la primera vez fue en un callejón. La recuerdo bastante bien, fue una de mis primeras experiencias.
- Todo sucedió cuando...
.
.
.
.
- Y al final lancé el cuchillo al aire para que, en los últimos momentos de su vida, pudiera ver cómo caía lentamente hacia él. - Terminé de relatar la vez en que un tipo intentó aprovecharse de mí, y, por supuesto, tomé represalias.
La doctora permaneció en silencio, y en la habitación silenciosa, se podía oír cómo tragaba saliva, claramente perturbada.
- ¡Eh! Bueno, puedo preguntar... ¿cómo era tu vida en familia?. - Se ajustó los lentes, tratando de parecer intelectual, pero las pequeñas gotas de sudor en su frente delataban su creciente miedo al estar junto a un loco.
- Bueno, mi vida en familia era normal.
- Tenía a mi madre, mi padre y mis hermanos y hermanas.
- Éramos numerosos, un poco egoístas. ¡La vida era normal! Aunque... en el ámbito sexual, las cosas eran más amplias.
- O, en pocas palabras, no éramos muy reservados. Mi primera vez fue con mi hermana mayor. Ella dijo que era muy lindo, que había nacido bendecido.
- Después de eso, todo siguió normal, cada uno por su lado.
- Y... mmm... - Me detuve en mis pensamientos, intentando recordar algo, pero sin éxito.
- ¿No recuerdas?. - La doctora habló con calma, su mirada analítica fijada en mí.
- No recuerdo mucho... ¡Ah! Ya recuerdo a una chica. ¿Cómo se llamaba...? No recuerdo su nombre, pero recuerdo que la quería mucho.
- Mis hermanos intentaron aprovecharse de ella cuando la invité a casa.
- En ese entonces, era muy posesivo. Los ataqué. Después de eso, no recuerdo mucho... ¿Tal vez... TNT?
- Mmm... recuerdo a un tipo que me la vendió. Bueno, volé todo por los aires, a toda la familia.
- Nada demasiado trágico, solo lo normal, ¿no?. - Me senté y volví a mirar a la doctora.
- Ehhh, sí... lo normal es relativo. - Soltó una sonrisa nerviosa, claramente desconcertada.
- Bien, cambiando de tema, ¿puedo preguntarte algo, si no te incomoda?. - La doctora preguntó, con un tono cauteloso pero curioso.
- Sí, claro. Usted es la doctora. - Respondí tranquilamente.
- Si tu familia es Miyuki y Sora, ¿de dónde salió la otra familia?. - Preguntó, ahora con más cautela en su voz.
La doctora probablemente tenía una teoría: tal vez tenía personalidad múltiple y me había inventado todo esto.
- Eh... ¿de dónde salió...? Mmm... recuerdo que era mi familia original, pero realmente no les tenía mucho aprecio. Prefiero más a mis padres de ahora. - Hablé lentamente, refiriéndome a mis padres en Konosuba.
Es curioso que ame más a mis "padres 2" que a los primeros, cuando debería ser al revés.
- Ok, bien, te ayudaré como pueda, Haniel. - La mirada de la doctora reflejaba seguridad, pero también reflexión; ella estaba convencida de que tenía una doble personalidad, una buena y otra mala, y se debatía internamente.
- Puedo ver que estás enfrentando una dualidad moral.
- Como todo ser humano, estamos atados a las cadenas de la ética que se nos inculcan, en el alma y en los huesos.
- Es una forma de controlar la sociedad, para que no haya una regresión civilizacional.
- Pero tú ya sabes eso... quieres disfrutar de los sentimientos que te traen estos actos inmorales, pero la moral y el "qué dirán" te afectan de alguna manera.
- Tienes lo que comúnmente llamamos TAS, o si prefieres algo más directo, ansiedad social.
- Pero en tu caso, debido a tus deseos y pensamientos poco comunes...
- Entiendo, creo que tiene razón. No he cometido actos atroces como si no tuviera moral. - Cuestioné mis acciones y pensamientos en voz alta.
- Me siento mejor sabiendo que no me juzgas. Es muy placentero para mí.
- (Aunque mi familia no me juzga, no se puede comparar con una persona completamente desconocida). - Suspiré mentalmente, impresionado por lo buena que es esta doctora.
- Muchas gracias, doctora. Es usted muy buena en su trabajo. - Le sonreí mientras me levantaba para abrazarla.
Ella aceptó el abrazo, pero aún se notaba tensa, rígida, como si estuviera cautelosa.
- Hasta pronto, señor Shinomiya. - Dijo, sonriendo, aunque de manera forzada.
Me presenté como Shinomiya, y dado que fue la secretaria de Oko quien la reservó, no hay dudas sobre mi identidad.
Si fuera otra persona, estoy seguro de que ya habría llamado a la policía. Pero bueno, todos temen a quienes no siguen el camino recto.
" ... "
"Bipp, Bipp."
- ¡Hola, ¿qué pasa?!. - La voz al otro lado del teléfono era la de Oko Shinomiya, el corrupto (aunque ahora algo menos) hermanastro mayor de Kaguya.
- Sí, Oko, ya terminé mi sesión con la doctora y fue excelente. Realmente quiero felicitarla. - Una sonrisa tranquila apareció en mi rostro.
En la limusina negra mate, hablaba mientras la chófer escuchaba atentamente.
- Quiero que la rapten y la dejen envuelta en una caja en mi casa. Quiero que sea un regalo para Sora. - La luz roja sangre en mis ojos brillaba con un aire maquiavélico.
La chófer, al escuchar eso, tragó saliva. Sabía que se había metido en un lío, que había sido curiosa cuando no debía. Ahora no le quedaba más que comportarse con normalidad.
- ¿Te gustó tanto?. - Oko preguntó, confundido. Su expresión era una mezcla de sorpresa y curiosidad por la mujer que había llamado la atención de Haniel, un tipo mucho más perverso que él, algo que había descubierto al ver las personas que intentaron "aprovecharse" de Haniel.
- Sí, me gustó. - Respondí y colgué.
- Lili, no temas. No vales mi tiempo mientras no me moleste. Si sigues así, no pasará nada. - Cerré los ojos, manteniendo mi sonrisa tranquila.
- ¡Gracias, señor!. - Lili tartamudeó, sintiendo un alivio profundo en su corazón.
Nunca se había sentido tan feliz de ser insignificante y poco atractiva.
- (Creo que estoy un poco mejor y tengo más claro el borde de mi moral y mis propios sentimientos).
- (La esencia de la libertad es no hacer lo que no quieres hacer).
- No hago lo que no me gusta hacer, y no me importa lo que a otros no les guste que yo haga. - Dije estas palabras al aire, mientras una sonrisa florecía en mi rostro.
- No es una buena frase, Lili. - Sonreí emocionado, y Lili asintió de manera afirmativa, aunque su voz seguía algo rígida; quizás necesitaba tomar agua para humedecer su garganta.
- (Es simple, pero a veces lo olvidamos por las reglas y órdenes de la sociedad).
Y así, Haniel encontró su camino para satisfacer sus deseos: vivir a su manera, sin importar lo que otros digan. No dejes que nadie te marque un límite. ¡PLUS ULTRA!
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