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Las palabras de Ling Xiao finalmente trajeron un destello de espíritu a los inicialmente opacos ojos del Maestro Baiyun.
Su hija no había muerto, y eso podría ser su última esperanza de supervivencia.
—¡Ling Xiao! —Tras un largo silencio, el Maestro Baiyun de repente tomó los hombros de Ling Xiao y dijo—. ¡Ayúdame!
—¡Ayúdame a rescatar a mi hija, estoy dispuesto a intercambiar todo lo que tengo por ello! —Su voz llevaba el sentido de un juego de azar desesperado.
Ya no era capaz, nunca más capaz de reclamar su Hueso de Sabiduría o de rescatar a su propia hija.
Porque su talento natural había alcanzado su pico, y su corazón ya no era tan fuerte como antes.
Necesitaba a alguien más joven, más talentoso e inteligente para ayudarlo.
—Maestro, mi potencial no es alto, dejando de lado Demonflame Celestial, puede que ni siquiera pueda competir con Ming Tian —Ling Xiao dijo con indiferencia.