—¡Felicidades, Hermana Yu Ling! —Ling Xiao deseó sinceramente lo mejor a Dai Yuling, pues no podía ayudarla con el talento, pero podía esperar que ella encontrara un milagro.
Y hoy, un milagro había aparecido de verdad, y él también estaba feliz por Dai Yuling.
—Gracias, tú también tienes que seguir esforzándote —respondió ella.
—¡Por supuesto!
Mientras los dos charlaban, algunas personas más se sometieron a la prueba y, naturalmente, hubo una mezcla de alegría y tristeza entre ellos.
—¡Número diez, Leng Hao! —Ling Xiao notó que este Leng Hao no era otro que el chico que había usado un dispositivo mecánico para subir las escaleras antes.
Solo tenía doce o trece años, pero su cuerpo inferior estaba claramente paralizado, y había obtenido cero puntos en la primera evaluación.
Ling Xiao estaba muy concentrado en este joven.
Porque cuando el chico se enteró de que había obtenido cero en la primera evaluación, sorprendentemente no mostró pánico; en cambio, solo sonrió levemente.
