—Atenderé tus palabras —Ling Yixue se retiró a un lado.
—¡Bien! ¡Bien hecho! —Lin Ze miró a Ling Yixue y exclamó con admiración—. Qué impresionante fuerza para una dama tan joven. Si te unieras a la Mansión del General de la Ciudad, en verdad sería mi fortuna.
—El general me halaga. Si mi hermano menor se une, entonces yo me uniré —dijo Ling Yixue indiferentemente.
En ese momento, todas las miradas convergieron en Ling Xiao. Estas miradas estaban llenas de celos, admiración y envidia. Ling Yixue, que era como un hada de montaña hecha de hielo, en realidad escuchaba a alguien así, ¿cómo no iban a envidiarla?