—¿Ese destructor nos lo prestó mi abuela? ¿Y te lo está regalando? —La cara de Harrison estaba llena de asombro. Construir un buque de esta magnitud requería mucho más que solo unos pocos miles de millones de dólares estadounidenses.
Astilleros, personal de mantenimiento, equipos y facilidades de apoyo, todos estos detalles menores juntos se acercaban a casi diez mil millones de dólares estadounidenses, incluso para un país desarrollado como Inglaterra, no era una cantidad de dinero disponible fácilmente.
En el tiempo que tomó construir estos pocos destructores, la nación se había apretado el cinturón, utilizando una cantidad grande de recursos y mano de obra para construir este único destructor. Aunque su valor podría no rivalizar con el de un portaaviones, todavía era extremadamente importante, incluso indispensable para la fuerza marítima territorial.