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—Yo... ¡mierda santa! —Wang Ling examinó detenidamente el cheque, asegurándose de que era auténtico y que podría cobrarse en el banco. No pudo evitar soltar un juramento.
—Rayos, todo el mundo habla de 10 millones, y tú sacas mil millones para darle a un mendigo, ¿se puede seguir jugando feliz así?
—Si Ding Yuxi no estuviera ahí, Wang Ling hasta habría pensado en convertirse en mendigo él mismo —¡estamos hablando de mil millones!
—¿Dónde se supone que voy a encontrar un mendigo a estas horas de la noche? —La cara de Wang Ling estaba llena de amargura, ser amigo de alguien como Zhang Menglong, que tira el dinero con tanta facilidad, realmente pone a prueba la resistencia mental de uno.
—¡Es verdad! Ciudad de Jiangnan ahora no tiene nada que envidiar a las ciudades de primer nivel en términos de impulso en el desarrollo; probablemente por el bien de la estética de la ciudad, ya es difícil encontrar mendigos o personas sin hogar.
