Xu Hao ya había reunido su fuerza en secreto, preparándose para la defensa.
Long Chen, sosteniendo la Espada del Dios Dragón, avanzó hacia Xu Hao con pasos deliberados.
Con cada paso adelante, la luz de la espada ondulaba en olas, el aura asesina crecía más y más intensa.
Era como una antigua montaña sagrada presionando hacia abajo, colapsando las defensas psicológicas de Xu Hao con cada paso que avanzaba.
El rostro de Xu Hao se volvió pálido, su frente perlada con denso sudor.
A medida que la distancia se cerraba, Xu Hao ya no podía soportar la terrible presión.
—Tú, dámelo —él gritó furiosamente mientras corría locamente hacia Long Chen.
Long Chen, sin una palabra, alzó su espada, y con un golpe sin adornos, cortó hacia abajo.
Con ese corte, el cuerpo de Xu Hao quedó partido en dos.
Pero ni una sola gota de sangre salió.