—La arrogancia de Gao Jinlan era indiscutible —miraba con desprecio a Long Chen.
—El rostro de Long Chen estaba frío. Si no fuera por preocuparse por Li Yuechan, habría querido abofetear a esta mujer hasta tirarla al suelo.
—Li Yuechan vio que Long Chen estaba enojado. En el pasado, quizás hubiera hecho la vista gorda, pero ahora, no podía.
—Tía, no estoy de acuerdo con lo que dices. Es cierto que ustedes son ricos, pero Long Chen y yo no hemos tomado ni un centavo de su familia. ¿No te parece que lo que dices es un poco hiriente? —Li Yuechan habló con voz profunda.
—Yuechan, no es que quiera ser desagradable, pero Long Chen no sabe hablar como es debido. Ya que es tan maleducado, no me culpes por enseñarle algunas maneras —Gao Jinlan dijo con desdén.
—Voy a descansar —Long Chen quería dejar la sala; discutir aquí no tenía sentido.