En la distancia, alejado de la bulliciosa reunión de discípulos, se erguía un imponente conjunto de edificios cónicos dispuestos en formación circular.
En el centro de este círculo, un gran castillo se alzaba con esplendor deslumbrante, sus altas torres y diseño ornamentado eran un testimonio del poder y prestigio de la persona que residía dentro del castillo central. Cada estructura llevaba orgullosamente la bandera de la Secta del Árbol Demoníaco, cuyos emblemas oscuros y retorcidos ondeaban en el viento.
Dentro del castillo central, la Princesa Maya de la Secta del Árbol Demoníaco se sentaba regiamente en una silla similar a un trono. Su presencia exudaba autoridad y gracia, su mirada penetrante se fijaba en dos individuos que estaban de pie ante ella.
Uno era una anciana, su espalda encorvada bajo la carga de la edad, y el otro un joven con cabello largo y físico robusto, ambos de pie con el máximo respeto.