A medida que se acercaba la tarde, la estatua comenzó a perder su brillo. Maya ya había dejado de absorber las revelaciones de la estatua y se enfocaba en recordar lo que aprendió.
Mientras tanto, Kent abrió los ojos dentro del espacio del alma. Ante él, un joven alto, guapo y maduro estaba parado con una sonrisa misteriosa. El joven parecía exactamente como la persona en la estatua, el Dios del Veneno.
Kent se preguntó si estaba soñando o alucinando. Pero la marca de un ancestro fénix dentro de su espacio del alma le permitió a Kent reconocer dónde estaba ahora.
—¿Eres el dios del veneno? —Kent preguntó con una mirada vacilante.
El joven ante Kent sonrió de forma ambigua. —Solo soy una consciencia dejada por el dios del veneno. Aparecí ante ti para entregar una advertencia.
De repente, la sonrisa en el rostro del joven desapareció mientras miraba fijamente a los ojos de Kent con una mirada seria.