Dentro de su residencia, Kent terminó de vestir a Amelia y la acostó en la suave cama. Justo cuando colocaba almohadas debajo de su cabeza, Sofía empujó la puerta y entró con una expresión seria.
—Ahhh... Llegaste a tiempo. Ven, cuida de Amelia hasta que vuelva —Kent respondió, preparándose para dejar la habitación.
—¿A dónde vas? —Sofía preguntó con una mirada seria.
—Voy a encontrarme con el maestro del pico. Voy a tardar, así que cuídala bien hasta que regrese. ¿Entendido? —Kent dijo mientras le acariciaba la cabeza.
—Kent, puedo cuidarme sola. Por favor, no la sobrecargues —Amelia dijo en un tono débil.
Amelia frunció el ceño al escuchar la dulce voz de Amelia. Con una cara de sorpresa, se giró hacia Amelia. —¿Cómo?! —Sofía murmuró con la boca bien abierta.
—No tengo tiempo para explicar. Pregunta a Amelia cómo sucedió. Por cierto, Amelia, ella es tu hermana, cuéntale todo sobre nuestra relación —Kent dijo en un tono apresurado y se fue como el viento.