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Chapter 2 - el peso del legado

En un lugar distante de la batalla, el general Armand observaba desde la cima de una colina, su mirada fija en la fortaleza que había sido el campo de batalla de su hijo. La noticia de la traición había llegado a sus oídos como un susurro en la brisa, y su corazón se hundió al escuchar que Lucas había apuñalado a Diego. Pero en su interior, un sentimiento de resignación lo envolvía. "Lo sabía", pensó, sintiendo cómo una sombra se cernía sobre su corazón.

Armand había sido un hombre de guerra durante toda su vida, y aunque el amor por su hijo era profundo, la estrategia siempre había primado en su mente. Usar a Diego como cebo en esta guerra era un sacrificio que había considerado inevitable. "Es una vida", se decía a sí mismo, "una vida que puede salvar muchas más". Pero la culpa lo consumía, y los recuerdos de su difunta esposa llenaban su mente.

Recordaba su risa, su luz, y cómo siempre había creído que su hijo podía ser más que un guerrero. "Diego es el futuro", había dicho ella, y Armand había prometido protegerlo. Ahora, enfrentaba la realidad de haberlo puesto en peligro. La traición de Lucas era un recordatorio de que la guerra no solo se libraba con espadas, sino también con corazones rotos.

Mientras observaba la fortaleza, las imágenes de Diego en su infancia llenaban su mente. Su primer paso, su sonrisa inocente, las noches en que se sentaban juntos a hablar de sueños y aventuras. "¿Qué tipo de hombre se convierte en un villano?", se preguntaba, sintiendo que su corazón se partía en mil pedazos al pensar en el sufrimiento de su hijo.

La batalla continuaba, y la desesperación lo envolvía. "¿Cuántas vidas se pueden salvar con una sola vida?", se cuestionaba, mientras sentía que su propia humanidad se desvanecía. Pero a pesar de su aparente estoicismo, las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. Sabía que había fallado como padre.

En ese momento, un grito resonó en el viento, un grito de batalla que pareció atravesar la distancia. Era Diego, luchando con la ferocidad de un guerrero, pero también con el dolor de una traición. Armand cerró los ojos, sintiendo que el destino lo había atrapado en una red de decisiones difíciles. La guerra lo había transformado, y ahora, su hijo estaba pagando el precio.

Cuando la batalla llegó a su clímax, Armand pudo ver la figura de Diego, desafiando la muerte. A medida que su hijo se enfrentaba al líder enemigo, el general sintió que su corazón latía con fuerza. Y en un instante, cuando Diego apuñaló a su enemigo, la escena que se desarrolló fue un reflejo de todo lo que él había querido evitar.

Con el eco de la batalla resonando a su alrededor, Armand comenzó a descender por la colina. Sabía que este era su momento, que debía estar allí para su hijo. Cuando llegó al campo de batalla, vio a Diego en el suelo, su cuerpo magullado pero su espíritu aún ardiente.

Armand se acercó lentamente, sintiendo la mezcla de orgullo y tristeza en su pecho. Diego, a pesar de su estado, levantó la vista y, en un gesto de honor, hizo un movimiento con la cabeza, reconociendo la presencia de su padre. Fue un intercambio silencioso, pero cargado de significado. En ese instante, Armand supo que su hijo había encontrado su lugar en el mundo, que había luchado con valentía y honor.

Con lágrimas en los ojos, Armand se agachó junto a él. "Estoy aquí, hijo", susurró, mientras las sombras de la guerra comenzaban a rodearlos. En ese momento, ambos comprendieron que el sacrificio y el amor eran más poderosos que cualquier traición. Y mientras el eco de la batalla se desvanecía, el legado de Diego viviría, iluminando el camino para aquellos que vendrían después.