"Absolutum". El último que había portado ese título había caído en la locura. Se lo llamó un traidor y se lo catalogó como villano, un enemigo de todos. Al final, y a pesar de conseguir el poder totalitario, eligió el camino de la oscuridad, en lugar de utilizar esos dones para el bien y hacer del mundo un lugar mejor. La leyenda de este héroe definitivo se volvió muy popular en los últimos tiempos. El nombre era susurrado en el interior del campo de polvo cósmico en donde dos criaturas de naturaleza similar se miraban la una con la otra.
—Es una lástima que hayas terminado así, viejo amigo —dijo una voz galante y respetuosa.
—Ahí te equivocas; esto no ha terminado —le respondió una entonación profunda y reverberante.
—Pues me temo que para ti no hay más que este límite.
—¿Cómo crees poder desafiarme, habiendo dominado cada una de las artes de guerra?
—Porque no he venido a luchar —dijo el hombre caballeroso—. He venido a negociar.
La silueta de la criatura macabra de poder insondable se volvió más visible. Era una especie de glóbulo de humo rojo con dos orbes brillantes como ojos y un agujero negro como boca.
—¿Una oferta? —se sorprendió Absolutum—. ¿Y qué tienes tú para ofrecerme a mí? Si es que ya lo tengo todo.
—Nada material, por supuesto.
El hombre que hablaba controló las nieblas que intentaban envolverlo y se paró erguido en aquel telón de sombras. El escenario era lúgubre y parecían estar en algún lugar del inframundo. Quizás era precisamente ahí en donde se encontraban.
—No hay nada que me interese, a estas alturas —confesó el ser oscuro.
—Precisamente. —El caballero se mostró como un señor maduro muy alto y corpulento, con ropas elegantes de prócer y un espadón enjoyado—. Te ofrezco un concepto, algo simbólico.
Hubo silencio. La criatura maligna a la que se le atribuía el título de guerrero definitivo miraba a su viejo rival con curiosidad. Aunque en apariencia amenazante, lo cierto era que sabía controlarse muy bien y gozaba de gran racionalidad.
—Continúa.
—Verás, tú mismo lo has dicho: lo tienes todo. Cuando uno pierde la ambición, se vuelve un caparazón, un cascarón vacío. Has conquistado todos los males de esta tierra y conseguiste vencer a todos los monstruos míticos. En este caso, no hay nadie que se te compare, ni siquiera yo.
—¿A dónde quieres llegar?
—Por lo tanto, sería tonto de mi parte si quisiera entablar un combate a muerte. Porque no solo podrías matarme, sino también torturarme o condenarme a un destino peor.
—¿Y qué con eso?
—Para alguien que ha demostrado estar por encima de los mismos dioses, la riqueza no significa nada. Comprendo cómo te sientes, Debrah. Sé que resulta por demás decepcionante.
—Hacía mucho tiempo no me llamaban por mi nombre. De verdad vienes con artillería pesada, Rimblandt.
—Lo que me gusta de ti es que no rechazas tus orígenes ni intentas ocultar de dónde vienes. Si te mostraran un retrato de ti mismo cuando tenías diez años, de seguro que hasta sonreirías.
—No sería capaz de sonreír mientras sigas decorando tanto tus frases. ¿Por qué no me dices tu oferta de una vez?
—Cierto, discúlpame. A veces me dejo llevar. ¿Sabes? En verdad estoy muy emocionado por este encuentro.
—Empiezo a creer que solo viniste a jugar. —La voz de Absolutum se oía irritada e impaciente.
—Se acabaron los preámbulos —cortó el caballero Rimblandt—. Lo diré y será positiva la respuesta que tendré de tu lado. Escúchame, Debrah; quiero poner fin a este enfrentamiento sin sentido en el que verdaderamente no hay bando correcto y zanjar las diferencias entre ambos. Quiero que convivamos, que sepamos vivir en el mismo lugar. Necesito que entres en razón y observes más allá de tus fronteras. Míranos, somos caras de la misma moneda. Seríamos mucho más grandes si trabajáramos en conjunto.
—Un caballero honorable haciéndole propuestas astutas a un señor oscuro. Qué irónico, y creí que yo era el malo del cuento.
—¡Tonterías! No existen malos ni buenos aquí, muy bien lo sabemos. Eres algo más que un ser de pura maldad. Te imagino más bien como una representación de la anarquía y el descontrol. Pero no algo malo, no crueldad desatada. A lo largo de tu vida supiste aniquilar tanto héroes como villanos. No sabría en qué categoría ponerte, porque hay mucho caos en tu interior.
—Los demás no piensan como tú. —Esta vez la voz del ser oscuro adoptó un tono melancólico.
—Pero puedo cambiar sus puntos de vista. Ellos confían en mí, y aceptarán lo que sea que les diga. No esperan para nada mi plan, y lo que pretenden es que regrese al plano físico con tu corazón y tu alma para colocarlos de trofeo en la sala del trono. Eso no es lo que quiero, Debrah. Además, diría que no soy capaz de vencerte. No en este estado.
—Acertaste con eso. No podrías acabar conmigo por mucho que lo intentases. Y hay algo en tu valentía de ingresar a mis dominios que respeto bastante. Por esa razón sigues con vida, Rimblandt. Por esa razón todavía te dejo hablar. Pues no niego que tu sugerencia despertó interés en mí. Adelante, cuéntame más.
—Si uniéramos fuerzas, no solo eliminaríamos los conflictos para siempre y viviríamos siempre en paz, cada uno con lo suyo. Sino que además podríamos volvernos tan poderosos como Los Creadores, y alcanzar un estado de elevación divina sin precedentes.
—¿Cómo piensas que sería nuestra convivencia?
—Ya lo he pensado todo. —Rimblandt sonrió con orgullo—. Los eruditos han estado estudiando las antiguas artes arcanas del tiempo y el espacio. Ellos ahora desarrollaron un nuevo tipo de magia y dominaron nuevas técnicas que se habían perdido en las ruinas. Estos descubrimientos nos han llevado a la deducción de que es posible crear un nuevo plano, así como el espiritual o el Más Allá. El mismo inframundo en donde nos encontramos ahora mismo es otra de esas manifestaciones producto de la voluntad de Los Creadores. Ellos construyen para nosotros. ¿Y si te dijera que podemos hacer lo mismo?
—Eso es un poco ambicioso, ¿no crees?
—Claro que lo es, y ahí está la gracia. Si ofreces tu corazón y tu alma a la obra maestra del escultor Orom, lograremos darle vida a un mundo paralelo en sí mismo, con todo lo bueno de nosotros dos.
—¿Por qué yo sacrificaría mi corazón y mi alma? ¿Y de qué obra maestra me hablas?
—El escultor Orom ha iniciado la construcción de la torre más grande que se haya visto jamás. Tanto es así, que se la está comparando con una ciudad en sí misma, o un pequeño país. Todos los artesanos del reino están manos a la obra y la velocidad a la que avanza es sorprendente. Al principio estaba pensada como un refugio y un símbolo, pero cuando los eruditos se unieron al desarrollo, al escultor Orom se le iluminaron los ojos. Él dijo que era posible separar el tiempo de un lugar del de otro, y que, una vez terminada la obra, mucha gente podría huir adentro de la torre para transportarse a un mundo con otras leyes y reglas. ¡Piénsalo! Cuando un plebeyo cruza esa puerta, ya no se encontrará en Drelodys, sino en algo distinto. Los experimentos fueron la prueba, ¡esto va a funcionar!
—Creo que ahora entiendo a lo que te refieres. ¿Pretendes que esa torre sea donde yo gobierne? ¿Desterrarme de este mundo en donde soy una molestia y exiliarme a una dimensión paralela? Pues admito que es un plan bien pensado, amigo. ¿De qué forma puedo saber que no es una trampa?
—El poder de Absolutum no tiene desafiante. Nadie puede tenderle una trampa. Si fuéramos capaces de jugarle una mala pasada, no habríamos llegado a este punto. Mírame, Debrah, he cruzado los precipicios del olvido para llegar aquí. He sacrificado mi integridad con el único fin de tener una audiencia contigo. Si tu deseo es la libertad, lo tendrás cumplido tal y como lo quieres. Porque la torre será tu propio mundo aparte, y allí se hará todo como a ti te plazca. ¿Acaso crees que hemos encontrado una manera para sellarte? De ningún modo, viejo amigo. Por un lado, jamás lo haría. Y por el otro, no tenemos esa capacidad. Lo que es seguro es que, si lo rechazas, la verdadera guerra iniciará. Y, aunque seas más poderoso que todos nosotros, jamás te has enfrentado a todos al mismo tiempo. Tu ascensión no fue hace tanto, y aún no te has acostumbrado a tus poderes. De querer atacarte, este es el momento exacto, y yo te estoy ofreciendo todo lo contrario; la paz.
—Cuánta arrogancia —dijo Absolutum—. Pero tus palabras tienen lógica y fundamentos. Domino todas las artes de la hechicería y el combate cuerpo a cuerpo. Soy maestro de todos los elementos, y conocedor de todas las técnicas practicadas. Sin embargo, ninguna de mis fibras demoniacas me indica que esto puede ser un terrible engaño. No, Rimblandt, tú dices la verdad. Lo cual me sorprende mucho, he de decir. Si yo aceptara tu oferta, ¿cómo deberíamos iniciar?
—Una vez que la torre esté terminada, el escultor Orom colocará un cristal de alma en su base. Allí es donde se podrá entrar y salir. Fundirás tu misma esencia con la del cristal, y se corromperá para que tome tus propias características. De esa forma, ese mundo será todo tuyo, y el que desee entrar deberá conocer antes los riesgos a tomar. De romperse el cristal, ya nadie podrá salir. De derrumbarse la torre por completo, no te enterarás, pues la creación de la dimensión no puede deshacerse. Pasarás a la historia como el gobernador de un nuevo paraíso, y nadie podrá perturbarte, pues serás tan inalcanzable como un espíritu, un fantasma.
—¿Y se requiere un recipiente para dar hospedaje a esta dimensión de bolsillo? ¿Por eso primero se construye una torre de material físico?
—En efecto. La torre y el cristal son un núcleo. Los cimientos, lo que se necesita para completar el ritual. También funcionarán como limitadores para los seres mundanos que osen ingresar en tus dominios. Pero, una vez que la ceremonia se complete, ya no habrá vuelta atrás. La gente me adorará como a su salvador, y derrocaré al rey actual para demostrarle que soy yo quien debe estar al mando.
—Me resulta curioso que, a pesar de yo verme como un engendro del mal absoluto, en verdad eres tú el de las intenciones macabras. Esa apariencia de caballero en armadura brillante te salva de muchas incomodidades, ¿verdad?
—No tiene caso debatir si pertenezco al bando de los héroes o al de los villanos. Lo cierto es que me ganaré el derecho del dominio cuando le ponga fin a este conflicto sin resolución aparente. Ha habido muchas bajas, y en el fondo sé que tú no eres el mismísimo diablo. Diría que tienes un sueño muy marcado que siempre buscas perseguir. Eso, por efecto secundario, se traduce a que utilizas métodos cuestionables. Yo también tengo métodos cuestionables, pero cuando todos los males de este mundo se encierren en esa torre, nadie podrá contradecirme.
—También podría decirte que mi intención es apoderarme del mundo entero y hacerme con todas sus posesiones para mí. En ese caso, ¿qué pensarías?
—Diría que no te creo. Como dije, no eres pura maldad. Aunque disfrutas del caos y la destrucción, tus motivaciones son otras. La búsqueda por la perfección, la dominación de todas las disciplinas. Como dicta el título de Absolutum que bien te has ganado. Eres la viva representación de su concepto y solo nace uno en miles de años. Quisiera que fueras el último. Pues yo también he intentado ser maestro de todas las artes a la vez, pero fracasé rotundamente. Porque se requiere un don, algo en la genética, o un destino sellado. Tú eres la clave para un mundo mejor, bajo el mando de ambos. Yo gobernaré en lo visible, y tú te hallarás en las tinieblas, oculto, gobernando donde nadie podrá verte. A que suena muy tentador.
—Lo suena, es muy tentador.
El escenario de nieblas rojas se condensó y la figura oscura de Absolutum pareció moverse. Se volteó y una silueta humana se dibujó entre la nebulosa del vacío. El caballero brillante estaba parado en el aire, un suelo ficticio. La entidad maligna lo estaba meditando, pero parecía que no había mucho más que negociar.
—Acepto —terminó por decir.
Una sonrisa de alegría genuina invadió la cara de Rimblandt, complacido porque su propuesta había sido bien recibida. La dimensión alternativa en la que se encontraban tembló y grietas se abrieron en las paredes del cosmos. Entonces siluetas del mundo físico se hicieron presentes, mostrando campos y pastizales, así como ciudades y aldeas. El cielo azul y los montes empinados. Todo se volvió visible cuando las tinieblas se disipaban. Entonces la entidad volvió a hablar.
—Llévame a la torre —ordenó Absolutum—. Desataré la miseria en cada rincón del mundo para absorberla y contenerla dentro de mí. Todos los monstruos de leyenda, todas las magias viles, las comprimiré en mi propio ser y abarcaré todo al mismo tiempo. Ya que el mal responde mi llamado y obedece mis órdenes. Adelante, viejo amigo, quiero iniciar ya el proceso de colonización.