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Chapter 20 - 20. EL ECO DE LA DERROTA

En las gradas del lado de los demonios, Lucifer observó en silencio cómo el cuerpo inerte de Verrine permanecía en la arena. Su rostro mostraba una expresión de tristeza que pocos habían visto alguna vez. Aunque la batalla había terminado, la derrota de Verrine era un recordatorio del peso de sus decisiones.

—"Verrine..." —murmuró Lucifer, con un leve suspiro mientras mantenía su mirada fija en la arena.

En el lado de los ángeles, Sariel se levantó de su asiento con una sonrisa arrogante, claramente satisfecho por el resultado.

—"Es imposible que un sucio demonio le gane a un ángel. Su derrota era inevitable desde el principio."

Miguel, con una postura más analítica, lo interrumpió, sin apartar los ojos de Zadquiel y Verrine.

—"No hables tan rápido, Sariel. Esa demonio estaba sobrecalentada, por eso era más lenta. Si Zadquiel se hubiera demorado apenas una décima de segundo en comprimirla, el resultado habría sido muy diferente. Él habría sido derrotado."

Sariel frunció el ceño, pero no replicó.

En ese momento, una luz divina descendió sobre la arena, bañando a Zadquiel y Verrine con un resplandor cálido y sanador. Dios, en su infinita misericordia, intervino para restablecer el equilibrio. Las heridas de Zadquiel comenzaron a cerrarse, su energía restaurándose lentamente. Al mismo tiempo, el cuerpo de Verrine recuperó su vitalidad, y su respiración volvió a la normalidad.

Zadquiel, ya de pie y completamente recuperado, extendió una mano hacia Verrine mientras ella abría los ojos lentamente.

—"La balanza no permite que nada quede fuera de lugar. Levántate, Verrine."

Verrine aceptó su mano, poniéndose de pie con dignidad. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el peso de la batalla quedó atrás.

—"Acepto mi derrota, Zadquiel." —dijo Verrine con sinceridad, aunque su tono aún mostraba su inquebrantable orgullo—. "Fuiste más fuerte, y lo reconozco."

Zadquiel asintió, con una expresión más relajada que antes.

—"Fuiste una oponente digna, Verrine. No esperaba menos de alguien como tú."

Por primera vez en mucho tiempo, Zadquiel se permitió una leve sonrisa.

—"A pesar de todo, fue agradable hablar contigo. Tu perspectiva sobre la justicia y el perdón... me hizo reflexionar."

Verrine soltó una risa ligera, cruzándose de brazos.

—"¿Eso significa que me darás la razón?"

—"No tan rápido." —respondió Zadquiel, con un leve destello de humor en su voz—. "Pero reconozco que hay cosas en las que quizá podría pensar más."

Los dos caminaron juntos hacia las gradas, donde los observadores de ambos lados los recibieron con expresiones variadas de sorpresa, respeto y, en algunos casos, incredulidad.

Miguel observó cómo Zadquiel subía con Verrine a su lado.

—"A veces me pregunto si Zadquiel es demasiado compasivo para ser el ángel del juicio."

Chamuel, sentado tranquilamente, habló por primera vez.

—"La compasión no es debilidad, Miguel. Es equilibrio."

En el lado opuesto, Furcas se acercó rápidamente a Verrine, claramente emocionado de verla recuperada.

—"¡Señorita Verrine! Sabía que no podía terminar así."

Verrine lo miró con una sonrisa cansada pero sincera.

—"Estoy bien, Furcas. Y aunque perdimos, no hemos terminado. Todavía hay mucho por hacer."

Lucifer se levantó finalmente, su expresión neutral, pero con un brillo de respeto en sus ojos.

—"Bien hecho, Verrine." —dijo simplemente, antes de volver a su lugar en silencio.

Después de que Dios anunciara un receso, Theo y sus amigos, movidos por la curiosidad, comenzaron a explorar los alrededores. El lugar era vasto y lleno de belleza celestial, pero lo que llamó su atención fue un jardín con una fuente en el centro. El agua cristalina caía suavemente, creando un ambiente de paz que contrastaba con la intensidad de la arena de combate.

—"Este lugar es increíble," —comentó Chloe, admirando las flores que bordeaban el camino hacia la fuente.

Cuando llegaron a la fuente, notaron a alguien recostado en el suelo cerca de ella. Era un ángel de cabello corto y oscuro, peinado hacia atrás, que realzaba su expresión seria y decidida. Su rostro, de rasgos marcados y masculinos, reflejaba autoridad, pero había algo en su postura que contrastaba con su apariencia solemne. Parecía completamente relajado, como si el peso de su rango no le importara en lo más mínimo.

Luna, intrigada, fue la primera en acercarse.

—"¿Qué haces aquí, ángel?" —preguntó con curiosidad.

El ángel abrió un ojo con pereza y luego volvió a cerrarlo, respondiendo con una voz tranquila y algo despreocupada.

—"Estoy aprovechando mis vacaciones temporales."

Belial, que había seguido al grupo, se detuvo al escuchar su voz. Sus ojos se iluminaron con reconocimiento y algo de nostalgia.

—"No puede ser... Uriel. ¿Cómo has estado?"

Theo miró sorprendido a Belial.

—"¿Conoces a este ángel?"

Uriel, aún sin moverse de su posición, levantó una mano en un saludo perezoso.

—"Oh, Belial. Ha pasado un tiempo. Supongo que estoy... bien. Ya sabes, disfrutando de no hacer nada."

Belial soltó una risa ligera, cruzándose de brazos.

—"Sigues igual de relajado. ¿Alguna vez haces algo con seriedad?"

Uriel finalmente se incorporó, apoyándose en un codo mientras miraba a Belial con una media sonrisa.

—"Oye, cuidar la entrada al cielo es un trabajo importante, ¿sabes? Pero con el relace, mis deberes están suspendidos. ¿Por qué no aprovechar un poco de descanso?"

Theo, intrigado, miró a Belial en busca de una explicación.

—"¿Entrada al cielo? ¿Ese es su trabajo?"

Belial asintió, aún sonriendo.

—"Uriel es el encargado de proteger la entrada al cielo. Es su deber asegurarse de que ningún alma indebida cruce. Pero, como puedes ver, no tiene mucho que hacer ahora mismo."

Uriel se encogió de hombros, con una expresión despreocupada.

—"¿Qué puedo decir? Me gusta cuando las cosas están tranquilas. Menos drama, menos trabajo."

Belial arqueó una ceja, con una mezcla de diversión y sarcasmo.

—"No te uniste a la causa de Lucifer porque dijiste que eso sería demasiado trabajo, ¿cierto?"

Uriel dejó escapar una pequeña risa y asintió con pereza.

—"Exactamente. Una guerra celestial, un conflicto interminable... No, gracias. Prefiero mi rutina. Ayudar aquí y allá cuando se necesita, pero no me pidan que tome bandos. Eso suena agotador."

Belial se volvió hacia Theo, señalando a Uriel.

—"Por eso, a pesar de todo, sigue aquí. Uriel es poderoso, pero su pereza supera incluso a su fuerza."

Uriel, sin molestarse por el comentario, se levantó lentamente, estirándose con un bostezo.

—"Lo tomo como un cumplido, Belial. Además, alguien tiene que ser el equilibrio entre tanta seriedad."

Theo no pudo evitar sonreír ante la actitud relajada de Uriel.

—"Es difícil imaginar que alguien tan despreocupado tenga un trabajo tan importante."

Uriel le guiñó un ojo.

—"El truco, joven Theo, es que mientras parezca que no estoy haciendo nada, en realidad lo estoy haciendo todo."

Belial negó con la cabeza, aunque su expresión mostraba cierta admiración por el ángel.

—"Siempre tienes una respuesta, ¿verdad?"

El grupo se quedó un momento más en el jardín, disfrutando de la calma que Uriel parecía traer consigo, antes de que fuera hora de regresar al relace.

Después de que Theo y Chloe se marcharon, dejando el jardín en calma, Uriel permaneció recostado junto a la fuente, con una mano detrás de la cabeza y la otra trazando patrones en el césped. Belial, con los brazos cruzados, lo miraba con una mezcla de exasperación y curiosidad.

—"¿Qué pasa, Belial? ¿Vienes a recordarme que soy demasiado bueno para hacer algo útil?" —preguntó Uriel, sin molestarse en levantarse, su voz cargada de pereza.

Belial soltó un resoplido burlón.

—"No me sorprendería que te hubieras olvidado de lo que significa ser útil, Uriel. Pero esta vez, tengo algo más interesante que decirte."

Uriel abrió un ojo y la miró de reojo.

—"Interesante... Bueno, eso suena como demasiado esfuerzo. Pero adelante, sorpréndeme."

Belial dejó caer los brazos a los costados, impaciente.

—"¿Sabes algo sobre quién ayudó a Moloch a sacarme de la prisión del infierno?"

Uriel se incorporó lentamente, aunque su postura seguía siendo relajada, como si el peso de la conversación no le afectara.

—"¿Y por qué piensas que yo tendría algo que ver con eso?" —preguntó, bostezando suavemente.

Belial se inclinó hacia él, su tono cargado de su típica arrogancia.

—"Porque eres Uriel. Por mucho que te hagas el desinteresado, siempre estás enterado de lo que pasa. Y además, Moloch me dijo que un ángel encapuchado lo ayudó a entrar a la prisión sin ser detectado. Así que... ¿qué sabes?"

Uriel se rascó la barbilla, claramente poco impresionado por la acusación.

—"¿Un ángel encapuchado? Suena dramático. Pero no soy yo, Belial. Yo ni siquiera tengo una capucha... demasiado calor."

Belial rodó los ojos.

—"No estoy diciendo que fueras tú, Uriel. Pero sé que alguien en el cielo está moviendo los hilos. Después de que me capturaron, empezaron a pedir mi ejecución. Todo esto está demasiado calculado. Alguien está detrás de esto, y voy a descubrir quién."

Uriel se quedó en silencio un momento, mirando el cielo con una expresión distante. Finalmente, suspiró y se dejó caer nuevamente sobre el césped.

—"Ugh... Esto suena como mucho trabajo. Pero supongo que no puedo dejar que alguien arme un caos y me obligue a intervenir después. Eso sería aún peor."

Belial arqueó una ceja, cruzándose de brazos con una sonrisa de superioridad.

—"¿Así que vas a ayudarme solo para evitarte el esfuerzo de lidiar con las consecuencias?"

Uriel sonrió perezosamente y asintió.

—"Exactamente. Es un movimiento estratégico, ¿sabes? Menos drama significa más tiempo para descansar. Además, siempre es divertido ver cómo te frustras cuando las cosas no salen como quieres."

Belial soltó una carcajada sarcástica.

—"Por supuesto. No puedo esperar a ver cómo tu brillante estrategia implica que yo haga todo el trabajo mientras tú te recuestas aquí."

Uriel se encogió de hombros.

—"Bueno, no se puede ser perfecto en todo, ¿verdad?"

Belial lo miró con una mezcla de incredulidad y diversión.

—"Eres el ángel más perezoso que he conocido."

—"Y aún así, aquí estoy. Ahora, dime, ¿por dónde empezamos?"

Belial dejó escapar un suspiro de resignación, aunque una ligera sonrisa se formó en su rostro.

—"Por ahora, empieza a usar esos ojos tuyos para enterarte de lo que pasa en el cielo. Si alguien está detrás de esto, lo averiguaremos."

Uriel asintió lentamente, como si incluso ese gesto fuera un esfuerzo.

—"Está bien, pero no esperes que me apresure. Las buenas pistas toman tiempo, y yo no soy de los que corren."

Belial negó con la cabeza, pero esta vez sin sarcasmo. Había algo en la actitud relajada de Uriel que, aunque le sacaba de quicio, también le resultaba... confiable, a su manera.

Belial observaba a Uriel con una mezcla de exasperación y curiosidad mientras él continuaba recostado junto a la fuente, luciendo tan relajado como si no hubiera preocupaciones en el mundo.

—"¿Sabes, Uriel? Me cuesta entender cómo alguien tan desinteresado terminó involucrado en algo como el relace. ¿Por qué estás participando?"

Uriel levantó un dedo en el aire, como si le pidiera que esperara mientras bostezaba y se acomodaba en el césped.

—"Porque me lo ordenaron, obviamente. Y, bueno, las opciones no eran exactamente emocionantes. Esto, o pasar horas escuchando al consejo celestial hablar sobre reglas y castigos." —Hizo una pausa, mirando el cielo con una sonrisa perezosa—. "Elegí la opción que parecía menos aburrida."

Belial soltó una risa breve, cruzándose de brazos.

—"Eso suena como algo que harías. Pero incluso para ti, participar en el relace parece un esfuerzo excesivo."

Uriel se encogió de hombros, sin siquiera mirarla.

—"Tal vez lo sea, pero aquí estoy. A veces tienes que moverte para que te dejen en paz."

Belial lo observó en silencio por un momento, antes de lanzar otra pregunta.

—"¿Y cómo está tu hermano últimamente?"

Uriel hizo una pausa, sus ojos cerrándose lentamente como si estuviera considerando si responder.

—"Igual que siempre," —dijo al final, con un tono de absoluta indiferencia—. "No cambia. Siempre perfecto, siempre imponente. Tú lo conoces, ¿verdad?"

Belial asintió lentamente, aunque había un destello de curiosidad en sus ojos.

—"Sí, lo conozco. Pero no esperaba que tú y él fueran tan diferentes."

Uriel dejó escapar una risa ligera, mirando de reojo a Belial.

—"Diferentes es quedarse corto. Somos opuestos completos. Él es todo disciplina, trabajo y perfección. Yo prefiero..." —hizo un gesto amplio, señalando su postura relajada—. "Esto."

Belial se cruzó de brazos, un toque de sarcasmo en su tono.

—"¿Entonces, ni siquiera se hablan?"

—"¿Por qué molestarse? Nunca nos hemos llevado bien. Y honestamente, es más fácil así. Menos drama."

Belial rodó los ojos y cambió el tema, su tono volviéndose más inquisitivo.

—"Sabes que tu hermano también va a participar, ¿verdad?"

Uriel levantó una ceja, divertido.

—"Por supuesto. No sería un relace sin él, ¿no? Siempre tienen que ponerlo en el centro de todo."

Belial soltó una risa breve y seca.

—"Supongo que no hay nadie más adecuado. Después de todo, Metatron es el ángel más fuerte."

Uriel se incorporó lentamente, mirándola con una leve sonrisa.

—"Por supuesto que lo es. Es mi hermano, después de todo."

El aire pareció detenerse por un instante. Belial no mostró sorpresa, pero su comentario fue lo suficientemente casual como para dejar atónito al lector que no esperaba esa conexión.

—"¿Y eso te molesta?" —preguntó Belial, con curiosidad.

Uriel suspiró, volviendo a recostarse.

—"No me molesta, pero tampoco me importa. Mientras no interfiera conmigo, todo está bien."

Belial negó con la cabeza, con una sonrisa sarcástica.

—"Siempre tan despreocupado. Me pregunto si alguna vez algo te afectará, Uriel."

—"Espero que no," —respondió él, con una sonrisa perezosa—. "Es agotador."

El ambiente en las gradas estaba cargado de expectativa mientras los espectadores esperaban el anuncio de los próximos combatientes. Cuando la voz de Dios resonó, todos guardaron silencio.

—"Que pasen los peleadores para el siguiente combate."

Del lado de los ángeles, un hombre comenzó a descender lentamente hacia la arena. Su cabello oscuro, largo y rizado caía hasta los hombros en ondas definidas, enmarcando su rostro de manera imponente. Vestía camisa y jeans modernos, un atuendo inesperado para un ángel, pero que no restaba seriedad a su porte. Era Remiel.

—"Ese es Remiel..." —murmuró Theo desde las gradas, intrigado.

Chloe inclinó la cabeza, observando al ángel con atención.

—"Tiene una apariencia... diferente. Casi parece alguien que podrías ver en la tierra."

—"No lo subestimes," —comentó Sariel desde el lado de los ángeles, cruzando los brazos con confianza—. "Remiel es un estratega y uno de los más calculadores entre nosotros. Puede que su apariencia sea moderna, pero su habilidad es tan antigua y afilada como cualquiera."

Del lado opuesto, un hombre comenzó a descender con una presencia completamente diferente. Era Zagan, el pecado de la avaricia. Su cabello castaño oscuro, ligeramente despeinado, caía en mechones que enmarcaban su rostro, mientras una coleta atada hacia un lado le daba un aire relajado y distintivo. Su sonrisa confiada y pícara contrastaba con la atmósfera solemne.

Su capa roja ondeaba ligeramente mientras avanzaba, y su uniforme oscuro parecía diseñado tanto para la elegancia como para la funcionalidad. En el centro de su pecho, una gema azul brillaba intensamente, como una insignia que resaltaba su posición entre los demonios.

—"¿Es Zagan?" —preguntó Belial con una mezcla de incredulidad y diversión.

Furcas, sentado cerca, asintió rápidamente.

—"Sí, es él. Siempre tan llamativo. Esa capa suya debe ser lo más valioso que tiene, y no me sorprendería si la robó de algún lugar."

Belial rodó los ojos, pero sonrió ligeramente.

—"Zagan puede ser muchas cosas, pero no lo subestimen. Es el pecado de la avaricia, y si algo lo motiva, es el deseo de ganar más... de todo."

—"Esto será interesante," —murmuró Lucifer desde su lugar, observando a Zagan con una sonrisa tenue—. "Un duelo entre un estratega calculador y un demonio que siempre tiene un truco bajo la manga."

En la arena, ambos combatientes se detuvieron, mirándose fijamente mientras el silencio caía sobre el lugar.

Remiel inclinó la cabeza ligeramente, estudiando a su oponente con calma.

—"Zagan, el pecado de la avaricia. No esperaba enfrentarme a alguien como tú tan pronto."

Zagan sonrió con confianza, pasando una mano por su cabello mientras hablaba con un tono despreocupado.

—"¿Alguien como yo? Vamos, Remiel, eso suena casi como un cumplido. Pero no te preocupes, haré que este combate sea memorable para ti."

Remiel no reaccionó ante el comentario, manteniendo su compostura.

—"Tu reputación precede tus palabras, Zagan. Veamos si puedes respaldarlas."

Zagan soltó una pequeña risa y ajustó su capa, dejando que su gema azul reflejara la luz.

—"Oh, créeme, las palabras son solo el principio."

En las gradas, Theo observaba la interacción con interés.

—"Ambos parecen confiados, pero de maneras tan diferentes."

Dios, desde lo alto, levantó una mano y declaró con voz solemne:

—"Que dé inicio el segundo combate."