La mirada de Arwen se detuvo en sus palabras, como si no entendiera de qué hablaba. —¿Qué quieres decir? —preguntó, frunciendo el ceño en confusión.
Aiden la miró fijamente, sus dedos acariciando suavemente su cabello, alejándolo de su cara detrás de sus orejas. Su mirada era dulce en su rostro, llena de adoración. —Lo que quiero decir es que no creo en las coincidencias. Si algo sucede, es algo que estaba destinado a suceder, como nosotros.
Arwen levantó las cejas ante eso. Por alguna razón, sentía que había más en sus palabras. Pero luego no podía entender qué más podría ser. —¿Como nosotros? —preguntó. —Si no somos un ejemplo de coincidencia, ¿qué piensas que somos?
Su mirada sostenía un desafío, como si le pidiera que lo refutara y le trajera algo mejor.
Sin embargo, Aiden no parecía en absoluto perdido. Más bien parecía confiado, como si ya no tuviera que descifrar la razón detrás de su relación.