Dentro, en la sala de estar, Aiden tomó asiento junto con Arwen y la anciana. La habitación estaba elegantemente decorada, exudando una atmósfera cálida y elegante que hablaba volúmenes sobre el refinado gusto de Brenda.
Margaret, quien los había seguido, sonrió cálidamente. —La cena se servirá en un rato —dijo, dirigiéndose al grupo—. Pero antes de eso, ¿les gustaría tomar algo?
Mientras preguntaba, sus ojos se posaron en Aiden. Él le devolvió la sonrisa con un cortés gesto de asentimiento. —No será necesario, Tía Margaret. Estoy perfectamente bien.
Margaret asintió con aprobación antes de alejarse, dejando a los tres solos. Brenda, que había estado observando tranquilamente, decidió intervenir.
—¿Pareces impaciente, otra vez? —comentó, su aguda mirada reposando en Aiden, con el más leve atisbo de desafío en su tono.