—Ryan casi había marcado el número cuando Delyth se burló, su confianza intacta. —Ryan, no me harás nada —dijo, sus ojos ya no lo miraban, sino que se desviaron hacia abajo.
Si Ryan no hubiese oído sus palabras, al verla así podría haber pensado que se sentía culpable de sus acciones. Pero justo ahora, ni sus palabras ni su tono transmitían el arrepentimiento.
Sosteniendo el teléfono en el aire, él la miró fijamente y preguntó:
—¿Me estás desafiando? —Su voz sonó baja pero afilada.
Delyth no levantó la vista inmediatamente. Pero lentamente, subió su mirada hacia él, sus ojos no mostraban ningún arrepentimiento. —Si quieres tomarlo como un desafío, adelante —respondió—. No me importa. Pero no podrás hacerme nada, aunque te mueras por hacerlo.
Los labios de Ryan se curvaron en una mueca amarga. —Entonces déjame mostrarte si puedo o no puedo.
Con eso, presionó el botón, escuchando cómo sonaba el timbre pronto.