—Arwen, ¿qué quieres decir? ¿Y cómo estás hablando? ¿Acaso has olvidado que soy tu madre? —El ceño de Catrin se acentuó con las palabras de Arwen. Algo en ella se sentía diferente hoy. La Arwen que conocía no era así. Podría haber actuado con confianza en cualquier otro lugar, pero frente a ella, su madre, siempre era vacilante, siempre buscando aprobación.
Pero la mujer sentada frente a ella ahora no mostraba esa docilidad. En cambio, exudaba un aire de distancia y frialdad que era casi escalofriante.
—¿Madre? —Los labios de Arwen se curvaron en una sonrisa burlona mientras sacudía la cabeza—. Creo que hay algo que tú estás olvidando aquí, señora Quinn. Cortamos todos los lazos la última vez que vine a este lugar tuyo. Dijiste que lamentabas tener una hija como yo y acepté salir de tu vida para siempre.
Los ojos de Catrin se estrecharon, su expresión se endureció.
—¿Crees que es fácil romper relaciones así, Arwen?