Después de un rato, cuando Arwen salió del baño envuelta cómodamente en un albornoz, el cálido baño había hecho maravillas en ella; ahora se sentía debidamente fresca. Sus ojos vagaron para mirar a su alrededor, pero no tardó mucho en darse cuenta de que Aiden ya no estaba allí.
—Arwen, no puedes actuar de manera consentida como esta. No es su trabajo prepararte el desayuno —murmuró para sí misma, sacudiendo la cabeza. No era su naturaleza depender de otros, pero la atención y el cuidado constante de Aiden la hacían sentir cada vez más dependiente. Era tan reconfortante que ya no le importaban todas las disciplinas que le habían enseñado durante su crecimiento.
Mientras estaba a punto de sumergirse en sus pensamientos, el sutil timbre del teléfono rompió su concentración. Frunció el ceño sorprendida mientras se volvía hacia la mesita de noche donde Aiden había dejado su teléfono.