Después de desayunar con Aiden, Arwen tardó un rato antes de partir hacia Villa Foster. Se había quitado el anillo del dedo, como Daniel le había recordado, pero aún lo llevaba consigo.
Sí, se había encariñado con el anillo con el tiempo, pero definitivamente no de la manera en que Aiden pensaba. Mientras llevaba el anillo, nunca lo vio como un símbolo de su relación con Ryan. Para ella, siempre fue un regalo de la Tía Beca, quien se lo había puesto en el dedo en su decimonoveno cumpleaños, diciendo que era para ella.
Pero fue solo hoy, que se dio cuenta de que nunca lo fue. Debería haberlo sabido en aquel entonces cuando Ryan se negó a ponérselo en el dedo, obligándola a ponérselo ella misma.
—¡Señora!
La voz de Alfred la sacó de sus pensamientos, y ella lo miró con una ligera ceja fruncida. —¿Sí? —respondió, siguiendo su mirada hacia adelante.
Ya habían llegado pero aún necesitaban pasar la seguridad. —Oh, acércate más a las puertas. Avisaré —dijo, y él condujo hacia adelante.