—Arwen se tensó al oír la voz de su madre, ya impregnada de decepción. No tenía fuerzas para sentirse desanimada una vez más, así que antes de que su padre pudiera decir algo, rápidamente dijo —Papá, necesito hacer unas llamadas. Volveré a contactarte más tarde.
Como si percibiera su inquietud, su padre tarareó al otro lado de la línea en señal de comprensión —Está bien, hazlo. Le diré a tu madre que estás bien —dijo antes de terminar la llamada.
Arwen miró su reflejo en el espejo mientras escapaba un profundo suspiro. Para la mayoría de las personas, sus madres eran sus pilares de consuelo, pero para ella, su madre era la implacable fuente de presión, un constante recordatorio de la expectativa que no podía cumplir, drenando su espíritu.