Por la noche, cuando Aiden regresó, Arwen ya estaba en casa. Al verlo entrar en la habitación, sus labios se curvaron en una cálida sonrisa. —Has vuelto —dijo alegremente, con una voz que contenía la suavidad que inmediatamente captó su atención.
Aiden levantó una ceja, su curiosidad despertó. —Te ves tan emocionada. ¿Me esperabas a mí o ha pasado algo bueno? —preguntó.
Arwen entrecerró los ojos juguetonamente mientras se levantaba, pasando sus manos por su falda antes de caminar hacia él. —¿Qué crees? —preguntó, con un tono burlón. Tomando su chaqueta, la dobló cuidadosamente sobre su brazo y sonrió hacia él. —Ambas suposiciones son correctas. Estaba esperando a que mi esposo llegara a casa para poder compartir las buenas noticias de hoy.
Aiden la observó, su mirada se suavizó. Por un momento, estuvo en silencio, simplemente absorbiéndola. Luego asintió con una pequeña sonrisa. —De acuerdo —dijo, encontrando su actitud encantadora.