—Vuelve a tomar el nombre de mi hija y me aseguraré de que lo lamentes —Idris no pudo controlarse. Sus manos volaron por el aire, golpeando fuertemente a Ryan en sus mejillas. No estaba completamente seguro de lo que había destrozado su paciencia, si era la manera descarada de Ryan al mencionar el nombre de Arwen o el pensamiento de cuánto había sufrido su hija en sus manos. Todo lo que sabía era que no podía aceptarlo.
Por un momento, Ryan estaba demasiado atónito para reaccionar. El golpe fue tan rápido que apenas pudo verlo. El agudo escozor en su mejilla no era nada comparado con la incredulidad que inundó sus sentidos. Más que él, fue Catrin quien pareció la más impactada.
—¡Idris! —exclamó, llevándose la mano a la boca en horror.
Pero Idris no le prestó atención. Su penetrante mirada permaneció fija en Ryan, aguda e intransigente, llevando una promesa de venganza. Una bofetada no parecía suficiente. El peso del sufrimiento de Arwen exigía más.
