—Luna, ningún hombre —ningún hombre —tiene permitido tocarte así. Ni siquiera en tus sueños. —murmuró Aiden, su voz sonaba como un gruñido bajo mientras apoyaba su frente contra la de ella, dejando que su aliento se mezclara con el de ella.
Sus ojos estaban cerrados, pero sus sentidos estaban sintonizados con el fuego de la pasión que corría por sus venas. Arwen nunca pensó que se sentiría tan viva. Pero con Aiden, cada momento se sentía tan vívido y tan completo, como si nada más importara. En sus brazos, encontró consuelo, pasión y un extraño anhelo que la hacía desear que el tiempo pudiera detenerse. Él no se sentía como alguien que había conocido hace solo dos meses, sino como alguien que había hecho suyo hace mucho tiempo.
Los labios de Arwen se curvaron solos cuando se dio cuenta de cuán vívida y fuertemente sus sentimientos estaban cambiando por Aiden, creciendo un tono más profundo en ella cada día.