Cisne durmió durante toda la mañana hasta que se despertó al oír un golpe en la puerta.
—Su Majestad, Princesa, estamos listos para servir el almuerzo —dijo Myra desde el otro lado de la puerta.
Cisne abrió los ojos y miró la puerta aturdida mientras reunía sus pensamientos después de haber tenido sexo matutino con su esposo.
Pensó que Gale no estaría a su lado cuando despertara, como de costumbre.
Pero al darse cuenta de que un par de brazos fuertes la abrazaban por detrás, supo que Gale seguía a su lado.
—¿Tienes hambre? —preguntó Gale.
—No, no mucho... —respondió Cisne con timidez.
—¿De verdad? Puedo alimentarte más si quieres —coqueteó Gale mientras mordisqueaba suavemente su nuca, lo que le envió una sensación electrizante bajo su piel al instante.
Cisne mentiría si dijera que no le gustaba, pero también sabía cuándo practicar autocontrol, especialmente con un rey que tenía que ocuparse de muchos asuntos importantes respecto a su reino.