—¿De verdad planeas ejecutar a Finnian? —La mirada de Lennox barría el corredor, observando a los guardias cercanos apostados en su puesto. Sin responder, agarró la muñeca de Esme y la llevó al salón del trono, buscando la privacidad que necesitaban para discutir el asunto delicado.
Una vez a solas en el salón del trono, Lennox soltó la muñeca de Esme y tomó su hombro tenso, sus ojos llenos de pesar mientras miraba dentro de los azules de ella. —Sé que esto es difícil de aceptar, pero mis manos están atadas por las reglas que creé —explicó, su voz teñida de disculpa—. Las acciones de Finnian ya lo han demostrado ser una amenaza, y la maldición que lleva supone un grave riesgo no solo para nosotros, sino para nuestro pueblo. Si la propagara, las consecuencias serían catastróficas.