A medida que caía el atardecer, la travesía hacia el Este comenzó.
Esme se había puesto un vestido beige ligero para tener mayor facilidad de movimiento. Sin las múltiples capas o el dobladillo incómodo, podía caminar con facilidad y montar y desmontar su caballo rápidamente cuando era necesario.
Lennox había maniobrado expertamente su caballo oscuro para cabalgar junto al de ella, disminuyendo la velocidad un poco para que ella pudiera alcanzarlo y luego seguir al ritmo de su caballo. Su presencia a su lado la obligaba a recordar la tensión persistente de la noche anterior, la manera en que actuó, y un dolor de culpa y autodesprecio la invadió.
Se reprendió mentalmente por responder a las insinuaciones de un hombre que, por más cautivador que fuera, era en última instancia inalcanzable.