—Las oscuras pupilas de Esme se dilataron al encontrarse con la intensa mirada del rey, y bajó la cabeza, sus largas pestañas aleteando en incertidumbre. No podía entender por qué él estaba pidiendo un beso repentino en medio de una conversación tan delicada, y su mente racional gritaba que se negara.
Antes de que pudiera pronunciar una palabra, él inclinó su cabeza hacia arriba, se acercó y sus labios se tocaron. El cuerpo de Esme se tensó en reacción, y no pudo obligarse a alejarse de los suaves y susurrantes besos. No era porque lo deseara, pero el tacto de sus labios sensuales había despertado otra memoria no deseada: la noche en la posada anterior, donde el extraño había reclamado sus labios con una fuerza totalizadora.