—Dime, ¿qué ha pasado? —exigió Cynthia, su voz firme mientras observaba las manos temblorosas de su hermano, preguntándose qué podría estar causando tal reacción.
—Bueno... llamamos a un sacerdote —dijo Alistair con un suspiro—. Sé que no te gusta que nadie te toque sin tu permiso, pero no teníamos opción.
—Está bien... ¿y? —Cynthia inclinó su cabeza, todavía esperando una respuesta clara.
—Sólo díselo —dijo Vincent con un suspiro, presionando su palma contra su rostro—. O lo haré yo —añadió, fijando a Alistair con una mirada decidida a través del gap entre sus dedos.
—Lo haré yo. Soy mejor en esto —replicó Alistair, lanzando una mirada fulminante a Vincent, quien simplemente se encogió de hombros.
—¿De qué están hablando ambos? Sólo díganmelo —dijo Cynthia, exasperada.
—Parece que hay una posibilidad de que manifiestes mana.