—Su Alteza, ¿cree que encontraremos a ese monstruo aquí? —preguntó Glain, con la mirada en Lucian, que se erguía sobre el cadáver de un demonio, su camisa negra manchada de sangre, apenas visible en la tenue luz.
—¿Cuál? —repuso Lucian fríamente, lanzando una mirada al hombre de cabello castaño mientras sacudía su espada, esparciendo gotas carmesíes por el suelo. La sangre salpicaba las hierbas verdes de abajo, tiñéndolas de rojo.
—El que se llevó a la Gran Duquesa —aclaró Glain.
—Lo dudo. Esa criatura parece preferir estar cerca de los humanos. No se escondería entre estas bestias —Lucian suspiró, negando con la cabeza.
—Está bien... pero todavía quedan algunos demonios. ¿Deberíamos ayudar a los demás? —asintió Glain, su mirada desviándose hacia la carnicería que los rodeaba.
—Lucian escaneó el bosque, donde sus caballeros luchaban contra bestias más grandes. El aire apestaba a sangre—tanto humana como demoníaca.