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Diario de un Rey Demonio

🇨🇺Zoro_Jurosan
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Synopsis

Chapter 1 - Prólogo

Era una fiesta bulliciosa, a la luz de una hermosa luna llena, alumbrados con faros, en un malecón de cierta ciudad, había música animada, muchas personas bailando, era un día especial pues se celebraba el final de las vacaciones de verano.

Cervezas, risas, se respiraba alegría y júbilo a lo largo de todo el litoral y ahí se encontraban un grupo de amigos, ellos brindaban por los viejos tiempos, pues no se veían desde que entraron a la universidad. En el centro se encontraba Cliver, su felicidad se notaba a leguas y a su lado se encontraba Donna.

Hablaron mucho tiempo y bebieron, se contaron muchas anécdotas y cosas triviales, entre risas y melancolías, mientras recordaban los viejos momentos que habían pasado juntos en el preuniversitario.

Llegadas las 2 de la mañana entre todos decidieron irse no sin antes despedirse entre risas y lágrimas porque todos estaban muy ocupados, no sabían cuando se volverían a encontrar de nuevo. Todos decidieron dividirse en grupos de dos para ir a sus casas. Y a Cliver le tocó ir con Donna.

Caminaron en silencio uno al lado del otro, atravesando caminos inclinados, con luz tenue de las farolas, se podían observar las hermosas estrellas y constelaciones rodeando una hermosa luna, eran calles poco concurridas a esas horas de la madrugada, estaban llenas de tiendas cerradas, muchos anuncios y neones.

Cliver estaba determinado, había esperado mucho tiempo, y no iba a perder la última oportunidad que le quedaba de decirle a Donna lo que sentía. A pesar de estar feliz, no podía concentrarse en la fiesta, ni en sus amigos; se encontraba nervioso, sus manos sudaban frío, y su corazón estaba acelerado, latía muy fuerte, parecía que se le quería salir del pecho, tenía un nudo en la garganta.

Por fin Donna decidió romper el hielo─

-Y, ¿Cómo te va en la universidad? ─ preguntó mientras se acomodaba suavemente el pelo con su mano.

-Bien ─respondió Cliver─ es un poco duro y hay que estudiar mucho, pero me gusta la carrera. ¿Y a ti que tal te va?

-Bueno, no me quejo, estoy bien atendida, me queda cerca de casa y aprendo mucho. ─respondió Donna.

- ¿Sabes? Hace mucho tiempo quería decirte algo, yo…

Dudoso de su pregunta, con el corazón latiendo a mil por segundo, un nudo en la garganta y un enorme terror recorriendo todo su cuerpo Cliver habló.

En ese momento, ella presintió algo, se hizo a la idea de lo que le iban a decir en ese momento y una incomodidad invadió su cuerpo, la estaban forzando a una situación desagradable y que no quería afrontar, pero aun así preguntó.

- ¿Qué?

-Yo─ Cliver hizo una breve pausa y siguió─ estoy enamorado de ti─ dijo Cliver con toda la cara sonrojada de la vergüenza, con su mano izquierda agarró y apretó su camisa alrededor de su corazón, tan fuerte como pudo, puso su mano derecha sobre el dorso de la izquierda en modo de autodefensa, cerró y apretó sus ojos unas fracciones de segundo y procedió a mirar a aquella hermosa chica que se encontraba a su lado.

Donna hizo una breve pausa, digirió algo confusa e incómoda y respondió ─ esto es muy repentino no sé qué decir.

- Sé que es repentino, y lo siento, pero no aguanto más este sentimiento que me quema, me arde y duele el corazón─ respondió Cliver con firmeza.

- No sé qué decir ─repitió Donna─ ¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo sientes eso por mí? ─preguntó Donna

- Siempre he estado enamorado de ti ─respondió Cliver─ desde la primera vez que te vi. En ese preciso momento sentí como si el tiempo se hubiera congelado o se volviera más lento. Todo quedó en blanco, era como un mundo donde solo existíamos tú y yo, quedé embobado, no podía mirar a más nadie que no fueras tú. Sentí que las manecillas de mi reloj detenido comenzaban a moverse. Mi tiempo se detuvo y a la vez comenzó a moverse, entendí por primera vez lo que era el amor, conocí a mi amor a primera vista.

- ¿Por qué? ¿Por qué no me lo has dicho hasta ahora? ─Preguntó Donna con una voz intrigada, seria y llena de una indescriptible incomodidad.

-Sé que a estas alturas no tengo el derecho de decirte lo que siento, pero si tendría que darte una razón, entonces te diría porque fui cobarde, no me importa si cualquier mujer del mundo me rechaza, pero si lo haces tú nunca me podría recuperar. Me aterra esa idea, porque te amo demasiado, me importas demasiado y tienes más poder en mí del que crees─ respondió Cliver con mucha seguridad, de la forma más seria posible.

-Pero si tenías miedo de la respuesta, ¿qué ha cambiado, porque decidiste decírmelo ahora? ─ preguntó Donna intrigada, su cara no expresaba ningún cambio en su expresión.

-Sí, ha cambiado algo, una de las causas por las que no te he dicho nada es porque siempre he estado enfermo, tengo una enfermedad incurable y totalmente horrible, uno de mis mayores miedos es que me veas en ese estado, estar conmigo es estar atado a la infelicidad, pero puede que esta sea la última oportunidad de decírtelo, mi enfermedad ha evolucionado y no sé si un día puedo amanecer muerto. ─pero no te lo digo para que me tengas lástima, solo que no quiero morirme con arrepentimientos. 

- ¿Y por qué yo? ¿Qué te gusta de mí? ─preguntó con curiosidad.

- No lo sé.

- ¿Quieres decir con eso? ─preguntó confusa

- Dijo un gran hombre: "Si te gusta una mujer por su físico, es atracción no amor; si te gusta por su dinero o fama, no es amor es interés; si te gusta por su inteligencia o sus cualidades, no es amor es admiración; pero, si no sabes por qué carajos te gusta, ese es el verdadero amor." ─ respondió, aunque avergonzado, con mucha determinación─ y solo quiero saber que sientes tu por mí.

Su corazón quería explotar, sentía que abriría un agujero y saldría disparado de su pecho, estaba nervioso, tenía miedo y se encontraba expectante de la respuesta que le daría la mujer por la que estuvo enamorado tanto tiempo. Sus sentidos estaban tan agudos que sintió que el tiempo fluía más lento, como si de una tortura se tratase, aun tratándose de segundos, Stan lo sintió como si fueran horas o días, pero estaba dispuesto a aguantarlo todo solo por esperar la respuesta de su amada.

Luego de un breve silencio, Donna respondió:

-No sé qué decir, esto es muy repentino ─volvió a repetir─, pero…─respondió con una cara sombría─ aun así, si es algo tan importante porqué esperaste tanto tiempo idiota. ─ su cara iba cambiando a cada palabra que decía, cada vez se ponía más furiosa.

-Ya te dije, porque estaba enfermo─ alzo la voz Cliver para reafirmar su injustificable escusa.

-Ya lo sabía, y no es importante, o crees que yo no tengo defecto, como puedo creer que alguien que no confíe en mi me ame. ─su molestia era ya innegable.

-Yo no tengo dinero, no tengo nada que pueda darte u ofrecerte─ siguió respondiendo y poniendo escusas Cliver.

- Y piensas que soy interesada, qué me importan esas cosas.

Poco a poco la atmosfera se iba poniendo más tensa y lo que empezó siendo una noche especial y linda, se fue tornando cada vez más oscura.

-Pero yo no estoy a la moda, ni siquiera sabía si me considerabas atractivo. ─cada vez la voz de Stan se iba apagando y su cara se volvía cada vez más sombría y triste

- Eso solo son escusas, en lo único que piensas es en lo exterior y superficial, ni siquiera has pensado en mí, solo es tu propio egoísmo hablando por esa boca que no para de decir una estupidez tras otra─ siguió regañando Donna.

-No, no yo…─ a estas alturas Cliver ya no sabía que contestar.

- Crees que la tierra parará de dar vueltas y la vida se detendrá solo por tus estúpidas inseguridades, no te quieras creer el centro del mundo. ¡Cobarde!

─Cliver quedó en silencio, de cierta manera aceptando todo lo que le reprochaban─

-Yo realmente estoy dudando de si en verdad soy el amor de tu vida como dices, algo que te importe no lo dejas ir sin importar lo que pase, ni siquiera te molestó que me fuera con otra persona, porque no puedo esperarte para toda la vida. ─Donna estaba sacando todo lo que tenía adentro, sin miramientos, su enojo y sentimientos reprimidos por fin estaban saliendo a la luz─

- ¿¡Pero tú no tuviste que esperar mucho tiempo verdad!?─ contestó con reproches y un poco de ironía Stan

- ¿Qué quieres decir? ─ replicó Donna

- ¡Tu saliste con mi amigo! ¿Qué carajos se supone que debía hacer? ─respondió Cliver─ yo noté que me ignorabas y me hablabas todo el tiempo, nunca pude entenderte, porque siempre me hiciste entender que no te importaba. Por eso cuando me sonreías me dolía, me hacías daño.

La cara que puso Donna era un desastre, un coctel de emociones: ira, dolor, tristeza, una furia difícil de describir. Puso una mano en su pecho y el otro brazo lo extendió hacia un lado en un gesto de reproche y se dispuso a hablar.

- ¡Ahí está! Esa es tu verdadera naturaleza verdad, eres solo un payaso egoísta que solo piensa en sí mismo. Yo nunca te he importado, apuesto que solo me querías de trofeo, solo querías alimentar tu ego. Si quiera alguna vez pensaste en mí. ¡Idiota! Y qué si estuve con tu amigo, no peleaste por mí, quería en mi adolescente estupidez que lucharías para tenerme, pero ni siquiera mostraste un ápice de celos, por tu ego verdad. Te ignoré por orgullo, porque vi que no mostrabas sentimientos hacia mí. Y, ¿qué carajos estás reclamando, tú te declaraste a mi amiga pedazo de hipócrita. ─respondió cortante y subido de tono Donna ante las idioteces y excusas que salían de la boca de Cliver.

- ¿Y por qué crees que lo hice? Acepto que también, igual que tú fui un idiota, quería tener experiencias amorosas antes de estar contigo, porque no quería decepcionarte─ replicó Cliver.

- Ves, solo sabes dar excusas, eres solo un pedazo de basura, no sabes cuanto odio o repugnancia siento por ti ahora mismo. ─ respondió Donna muy decepcionada y molesta─ ¿¡Que no tienes derecho a decírmelo!? No, no tienes derecho siquiera a mirarme a la cara.

Cliver no dijo una sola palabra, su cara era una mezcla de frustración, ira, tristeza e impotencia.

-Jaaaah─ Donna dio un largo suspiro─ ¿siquiera has pensado en que mis circunstancias son diferentes?, en que las cosas han cambiado por completo, ya no soy la Donna de antes, por tu cara veo que no, lo único que has hecho es echarme a perder la noche solo piérdete, desaparece de mi vista, no quiero volverte a ver nunca más. Adiós.

Cliver se quedó cabizbajo, no dijo una sola palabra, solo se quedó parado ahí, conteniendo las lágrimas, a punto de estallar en llanto en cualquier momento. En ese momento Donna comenzó a alejarse de él, no sin antes decir una última frase:

-Una vez más demuestras lo que he dicho, me estoy alejando y despidiéndome para siempre de ti y, ni siquiera, estás luchando, o poniendo resistencia, ni siquiera dices "Quédate".

- ¿Eso cambiaría algo? ─ interrumpió Cliver.

- Adiós Cliver, idiota─ esas fueron las últimas palabras que Cliver oiría de Donna.

 

Aquel joven desconsolado caminó cabizbajo, sus lágrimas salían de sus ojos como un torrencial, no las podía detener. La noche lo consumía con su cada vez más densa oscuridad, las nubes comenzaron a ocultar lentamente aquella hermosa luna llena, convirtiendo una hermosa y cálida noche en una oscura, sombría y tempestuosa noche. Las luces centelleantes de los rayos comenzaron a aparecer una tras otra, seguidos de fuertes truenos que indicaban el inicio de una tormenta, de una lluvia torrencial, de una tristeza absoluta. El aire frío que le erizaba su piel y le envolvía el cuerpo, acompañado del sonido de las hojas de los árboles desplazadas violentamente por el viento, la lluvia había comenzado. Comenzó con una gota que cayó en su frente y se escurrió hasta sus mejillas fusionándose con sus lágrimas ahogadas por su llanto, poco a poco comenzaron a caer más gotas, 2, luego 3 hasta que fueron imposibles de contar, y ahí en medio del torrencial de agua iba caminando Cliver.

Su cuerpo se empapó completamente, su camisa se pegaba, ya húmeda, a su cuerpo, podía sentir el frío, podía sentir el agua que mojaba su cuerpo, pero todo esto lo ignoró. Por su cabeza solo pasaban arrepentimientos y excusas, una tras otras, en un inútil intento de apaciguar su corazón ya roto en pedazos. Por su mente pasaban recuerdos felices, recuerdos tristes, recuerdos dolorosos y de gozo. Se arrepentía por no haber dicho nada, de no defenderse, de no actuar; le carcomía la ira hacia si mismo por ser tan cobarde, por ser tan impotente, por su falta de carácter. Su juicio estaba completamente nublado, no podía pensar en nada, su mente se encontraba trabajando a un 120%.

Cliver comenzó a ver borroso, su vista se nubló, esta vez no por sus sentimientos, literalmente su visión se difuminaba, de repente todo comenzó a dar vueltas, sin darse cuenta comenzó a perder el control de su cuerpo, se estaba paralizando y, en ese instante lo entendió «"Mierda, una crisis, ¿por qué ahora?, ¿por qué en este momento?"» ─dijo desesperado e iracundo─ no entendía el porqué de su mala suerte. Su cuerpo comenzó a ejecutar movimientos violentos y aleatorios, hasta que perdió la fuerza en sus pies, Cliver cayó de espaldas, se estampó contra una valla, su nuca se golpeó contra el inamovible y rígido acero y sintió un crujido, algo se había roto.

 Comenzó a cerrar sus ojos los cuales comenzaron poco a poco a perder su brillo, su vida, su mente se desvanecía, comenzó a pasar toda su vida delante de sus ojos, como si de una película se tratara, recordó momentos felices, momentos tristes, pero lo que más recordó fueron todos sus fracasos, fracasos provocados por no atreverse a hacer nada, fracasos por cobarde, y su muerte se llenó de arrepentimientos. No era mentira que amaba a Donna, mientras se desvanecía su mente comenzó a recordar por qué se había enamorado, ella lo defendió de las burlas de sus compañeros, aguantó todas sus payasadas, se interesó sinceramente, su carácter, su sonrisa, su feminidad, sus labios, sus ojos su cabellera rubia su voz, su esencia, a la hora de la muerte se pierden todos los sentidos, no sientes miedo, y en algún punto dejas de sentir alegría o tristeza, amor u odio, arrepentimiento u orgullo, no sientes nada, es un estado de total ecuanimidad, se sintió extrañamente tranquilo y por fin aceptó su destino.

Finalmente cerró sus ojos y su piel perdió todo el color, todo el calor, sus labios palidecieron, comenzó a ponerse tan frío como el agua de lluvia o el frío pavimento, con su último aliento su corazón se detuvo.

Cliver había muerto.