—Por supuesto, puedo. Soy el Rey. —Se sintió como si estuviera siendo desafiado y ahora veía a Khaos de manera diferente, especialmente por la forma en que le respondió.
El sabor de la victoria sobre el golpe de estado que intentó matarlo era bastante adictivo. Se sentía invencible, como si la muerte no pudiera tocarlo. La emoción que Dacre sentía al ver a aquellos que habían intentado traicionarlo caer de rodillas, sus expresiones abatidas al darse cuenta de que su intento había fracasado, era algo que nunca antes había experimentado.
La satisfacción que obtenía de eso era incluso mayor que la de tener sexo espectacular.
—Quiero verte intentarlo. —Khaos tampoco se contuvo con su respuesta.
Al oír eso, Dacre sintió la ira hervir en sus venas. Se levantó. Su mandíbula se endureció. —¿Es eso una amenaza?
La pregunta quedó sin respuesta cuando Khaos salió de la habitación y dejó al Rey solo. Un frío se apoderó del salón del trono mientras él se consumía de ira.