Los murmullos que venían de arriba le confirmaron que había acertado al pensar que la mayoría de los Ancianos no tenía idea de lo que ella hablaba.
—Su gracia, no existe tal ley... —Ann se volvió para mirar triunfalmente hacia el círculo.
—¿No? La firma de cada persona está en ella, lo que significa que o bien han olvidado que la han firmado, o... la alternativa es que ustedes mismos, no se han molestado en leer los montones de papeles que les llegan y en cambio han confiado la firma de esos documentos a otra persona... lo cual debería recordarles es una negligencia de deber y también fraude... que creo que también conlleva una sentencia. —Ann dijo mientras tocaba su barbilla pensativamente—. Ahora, ¿cuál era? ¡Ah! ¡Sí! El despojo de títulos, y posesiones, y ya sea encarcelamiento o exilio... puramente a discreción del monarca actual, por supuesto. —Ella sonrió dulcemente.