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—Gracias. Nuestro matrimonio va bien —respondí con una mentira descarada antes de mostrarle una sonrisa radiante.
Nuestro matrimonio iba tan bien que mi esposa había arriesgado su vida saliendo por el balcón para escapar.
Solo de pensar en el absurdo intento de Dahlia de escapar ya me daba dolor de cabeza. Observé cómo todos se dirigían hacia la puerta una vez que la reunión terminó. Para entonces, había estado sentado demasiado tiempo y era un milagro que aún sintiera mis pies. Sabía que tenía que salir y moverme antes de que quedarme atrapado en la oficina me volviera un viejo.
—Señor Vulkan... —oí la voz de una mujer llamándome.
Una joven del equipo de relaciones públicas de Anthony asomó la cabeza en la sala de reuniones antes de mirar alrededor como para comprobar si estaba solo. Ya presagiaba que se avecinaban problemas mientras la veía acercarse con una sonrisa ligeramente nerviosa.
¿Cómo se llama ella otra vez?